Ya había pasado mi segunda semana en casa de mi jefe y por fin me había hecho a la idea de que él jamás me volvería a dejar asesorarlo después de haberle dicho esas cosas en aquella tienda departamental. Después de haber leído muchas cosas sobre moda me di cuenta del grave error que mi presencia ahí había representado.
En primer plano
estaba el hecho de que al parecer él ya era una especie de “cliente
distinguido” en esos lugares y el haberlo visto con alguien como yo
posiblemente fue incómodo y algo irritante para él, pues estaba acostumbrado a
andar sin compañía.
En segundo
lugar estaban mis fuertes y malas críticas hacia sus gustos en cuanto a moda se
refieren, además de que como él es importante en esa esfera social pues yo era
una simple mortal tratando de imitar a los dioses de la moda. Eso sí que fue
incómodo para ambos.
Terminé de
llenar mi registro en línea para la suscripción a la revista de moda de Curtney
y así poder seguir leyendo más acerca de este espacio maravilloso lleno de
lujos y cosas inútiles que tal vez usarías una vez en toda tu vida pero valía
el esfuerzo de gastar todos esos billetes para usarlo una única vez de manera
deslumbrante.
Me levanté de
la cama decidida a enfrentar al mundo exterior y para poder ver la cara de
Nathan una vez más.
Él no me había
vuelto a dirigir la palabra desde nuestra última discusión durante su sesión de
fotos. Yo tenía un alto nivel de orgullo como para hablarle o pedir disculpas
después de casi desnudarme frente a él y después llorar y supongo que él estaba
en la misma situación como para pedir perdón por herirme de esa forma.
Me metí a la
ducha y cuando salí fui a abrir el armario para estrenar mí vestido estilo
bailarina y lo iba a usar con todas las cosas que compré a juego, hoy era mi
último día de descanso después de que el jefe maduramente me enviara un correo
electrónico advirtiéndome que no estaba poniendo atención en los cursos y que
era un desperdicio de dinero el estar invirtiendo en mi curso tan caro. Así que
en pocas palabras mañana regresaría a trabajar a la revista. ¡Al fin!
Terminé de
arreglarme y salí directo a la cocina para ver qué sería lo que desayunaría
hoy. Estaba harta de prepararme el cereal con leche, azúcar y trozos de fruta
que hallé en el refrigerador. Tal vez correría con suerte y encontraría una de
esas cajas con una hamburguesa congelada y papas fritas.
Cuando abrí la
puerta para entrar a la cocina me encontré a Nathan cocinando algo en la estufa
bailando algo que estaba escuchando ahora en sus auriculares. No quería
interrumpir la bella e inspiradora escena de él danzando al ritmo de una
licuadora con tomates rojos dentro. Saqué mi móvil y comencé a grabarlo, debía
tener un arma para usarla en un futuro en caso de que volviera a suscitarse
otra cosa como mi llanto en ropa interior, lo bueno fue que sólo se trató de
una fotografía y no un video de larga duración.
Cuando terminó
de licuar el tomate se dio una vuelta con un salto y cuando aterrizó sobre sus
dos pies comenzó a contonear las caderas como si hiciera una de esas danzas
árabes. Solté una carcajada tan fuerte que él pudo escucharme aún con los
audífonos puestos, entonces lanzó todo hasta la mesa donde tenía los
ingredientes y se abalanzó sobre mí.
Oh maldito, se
aprovechaba de que yo tenía tacones y el iba con zapatos, pero aún así le di
batalla con mis tacones y mi vestido incómodo, cuando por fin me di por vencida
terminé recostada sobre m cama con él tirándome del cabello y tratando de
arrebatarme el celular de las manos. Tenía la cara llena de salsa de tomate y
la boca rellena de algunas tortillas fritas que habían dejado migajas en la
comisura de sus labios.
—Ya basta
Daphne, borra ese video por favor—imploró mientras yo alejaba cada vez más el
brazo para evitar que él tomara ventaja de la situación.
—Nathan sabes
que eso no va a suceder, así que por qué no te vas mejor a seguir haciendo esa
salsa y hablaremos después sobre el video—musité lentamente y él sólo me soltó,
agachó la cabeza y salió de mi habitación.
Que hombre tan
bipolar, de la nada juega conmigo como si fuese un infante y después se molesta
y huye, que bueno que a ellos no les viene la regla, porque si así son en su
estado más normal no me puedo imaginar cómo se comportaría él cuando sus
hormonas se alborotasen como a mí me suele suceder.
Volví a subir
con la esperanza de que él hubiera preparado el desayuno para los dos y para la
muy grata sorpresa de mi estómago él lo había hecho. Había preparado la mesa
con una copa de vino rosado y otra con un poco de agua, un plato extendido
lleno de una especie de nachos aguados en salsa—obviamente esta no era comida
de por la zona—y un pan estilo baguete a un lado.
—Toma asiento,
el menú consta de un poco de vino rosado, unos chilaquiles en salsa
roja…platillo mexicano—agregó al ver mi rostro de no-comprendí-nada— y
bolillos, otro pan de México.
— ¿Cómo sabes
tanto de México?—indagué y él sólo se encogió de hombros mientras picaba con el
tenedor los susodichos “chilaquiles”.
—Una vez me
tocó hacer una sesión fotográfica para la revista sobre la moda inspirada en
Frida Kahlo y tuvimos que viajar con todo el equipo a México, no recuerdo a
dónde fue exactamente, pero era maravilloso estar ahí—sonrió y bebió de la copa
con agua.
Me quedé en silencio y piqué el platillo
mexicano, cuando éste logró ser identificado por mis papilas gustativas comencé
a llorar y a ponerme roja. ¡Picaba!, esta comida estaba llena de picante y fue
tan fuerte que me hizo llorar a mares, no podía abrir bien los ojos e incluso
sacaba y sacaba flemas de lo irritante que era esa comida para mí, ¿por qué la
comí?
Fui al
sanitario de los invitados para escupir la comida y poder enjuagarme la boca
para hacer de un lado el sabor tan picante de lo que acababa de comer y darle
paso al sabor de la fresca menta del enjuague bucal. En mi vida volvería a
comer algo mexicano a menos que alguien me asegurara que no contenía nada,
absolutamente nada de picante.
Cuando por fin
salí del cuarto de baño vi a Nathan esperando afuera con un vaso de jugo de
naranja y un par de pastillas en su mano.
—Tómatelas, así
evitarás que te cause daño el picante y perdona, no sabía que no tolerabas esos
sabores.
— ¿Esos
sabores?, jamás había probado algo así y tú me lo ofreces en bandeja de plata y
con una hermosa decoración hecha con crema, yo que iba a adivinar que sabía horrible—musité
indignada mientras limpiaba mi lengua con el antebrazo.
—No vuelvas a
decir eso, agradece que te serví un plato—golpeó el vaso contra la mesa y bajó
las escaleras.
Por amor de
Dios, no creo que haya hombre más confuso en la faz de la tierra que mi jefe.
Solo él podría hacer pedazos la escena más romántica del mundo o aniquilar tu
autoestima con tres simples palabras ¿acaso eso era humanamente posible? No, yo
dudo que haya alguien más sí torturando a más personas en este planeta.
Salí de casa
con la intención de vagar por ahí todo el día hasta que mi jefe me llamara para
que retomara mi trabajo en la revista, estaba esperando ese momento desde que
desperté esta mañana porque eso significaría que había derrotado a Nathan en
cuanto al curso y que o se había desesperado de mi presencia ahí o que tal vez
se había dado cuenta de que yo era buena en mi redacción con o sin curso.
Estuve rondando
el parque con mis apuntes a la mano mientras trataba de adivinar qué marca
poseía aquella mujer en su bolso o tal vez la tela o piel de la que estaban
hechos aquellos botines de la chica con el poodle café. Quería evaluar mi
conocimiento para exigirle al jefe que me dejara asesorarlo una vez y así él
viera mi conocimiento en el rubro y me dejara hacer eso todos los días.
Necesitaba serle útil de alguna forma para pagar el cuarto que técnicamente me
alquilaría, pero que ahora parecía que me tenía ahí dentro por mera caridad.
Muchas personas
que pasaban cerca de donde yo estaba se quedaban observando mi atuendo, pues no
era tan común ver a alguien vestida así a plena luz del día, pero me hacía
sentir bien el hecho de que mi ropa fuera linda, femenina y acorde a lo que
sentía el día de hoy aunque no tenía maquillaje puesto que era lo único que me
faltaba perfeccionar y me negaba a pedirle asesorías a Nathan y más con la
actitud tan mediocre que había demostrado conmigo en el comedor.
Me quité los
tacones por un momento y dejé que mis pies sintieran el fresco césped con el
rocío de la mañana, cambiaría miles de cosas por poder sentir el cosquilleo del
pasto entre mis dedos o la fina y húmeda tierra cubriendo las plantas de mis
pies. Desperté de mi ensoñación cuando mi celular comenzó a chillar y me calcé
los tacones. Adiós naturaleza.
—Abogada
Miller, buenos días ¿puedo servirle en algo? —contesto como si fuera una cinta
grabada con antelación.
—Necesito que
traigas tu flácido trasero a tu oficina—reclama mi jefe y cuelga de inmediato como
si estuviera desesperado.
En ese momento
recuerdo que Nathan es mi jefe y entonces huyo del parque corriendo porque si
llego tarde le daré más motivos para despedirme. Tomo el primer transporte que
me lleva directo a las oficinas y cuando subo parece que fuese la única
atracción ahí dentro, pues hasta el conductor se queda observándome. Ok, tal
vez fue mala idea vestirme así tan temprano.
Llego y bajo
con mi bolso y todas mis cosas en la mano, por suerte sólo he tardado cinco minutos,
pero ya me lo puedo imaginar con la mano en la cintura diciéndome lo cuán
incompetente soy y lo probable que es que a mí me lance en ese recorte de
personal por las reparaciones para el edificio después del pequeño temblor que
vivimos.
Cuando llego y
abro las puertas corro a las cajoneras para abrir mi espacio con la llave y
colocarme el gafete para poder pasar al área de redacción. Cuando subo al
ascensor todos me siguen observando.
—Daphne—dice
una chica de la recepción que subió conmigo—. Hoy estás irreconocible, te queda
el cambio—me sonríe y se baja en el segundo piso mientras que yo sigo en mi
ascenso hacia la cuarta planta.
¿Qué será
aquello que lo tiene tan irritado?, yo no he hecho ningún artículo para este
mes porque él me lo ha ordenado y según lo que yo tenía entendido debía hacerle
caso omiso a mi directora del departamento de redacción porque él era mi jefe
inmediato y entonces sólo debería hacerle caso a él, aunque me dijera que me
lanzara desde un acantilado lo debería hacer. El elevador se detiene y bajo,
mis tacones van marcando el compás de mis pasos mientras algunas cabezas se
giran para observarme.
—Daph, Daph,
date prisa y métete a la sala de juntas, ellos siguen esperando—murmura
nerviosa mi asistente mientras me empuja escaleras arriba para ir a la sala de
juntas.
— ¿Quiénes
esperan?
—No hay tiempo,
tú ve y habla con ellos—me abre la puerta y me lanza al interior de la
habitación, tropiezo algunas veces hasta que logro equilibrarme y levanto la
cabeza para observar a las dichosas personas que me esperaban.
Cuando por fin
pude ver directamente a cada uno vi a Nathan, Frank y Curtney esperando dentro
de la sala ¿acaso podría ir peor la situación?, todos me miraron con el seño
fruncido mientras yo soltaba una risita nerviosa. Bien, si creía que mis
problemas personales no podían empeorar estaba equivocada, ahora todos estaban
molestos conmigo y ni siquiera sabía el por qué.
—Buenos días,
¿para qué me ha solicitado? —pregunto lo más seria y calmada posible.
—Abogada
Miller, esta señorita ha venido aquí a hacer un chantaje porque según ella yo
vivo con usted, ¿es eso cierto? —pregunta mientras trata de poner un semblante
serio, si no lo conociera tan bien le hubiera creído la actuación, pero el
vivir con él por fin comenzaba a rendir frutos.
—Creí que me
hablaba para discutir lo del aumento de sueldo, ya sabe, lo que comentamos la
última vez en la reunión—murmuro mientras me paseo de un lado a otro de la
sala.
—No, eso no
es…ok, ok, después hablaremos del tema ahora lo importante es esta situación
tan comprometedora, por favor explíqueselo.
—Ok, señorita
Curtney yo no estoy viviendo con el señor Nathan Fara, él sólo es mi jefe y si
sólo está insinuando que tenemos algo que ver dígamelo de frente, porque tengo
las suficientes influencias como para hacer que usted y su jefa pierdan su
trabajo, después de todo en este negocio quienes ganan son los socios ¿no lo
creé?, por cierto, tiene una mancha de café en la blusa— me giro hacia donde
está Nathan y sonrío con suficiencia, ella estaba alborotada y seguramente
ahora estaría buscado algo qué decir.
—Daphne, ¿es
cierto eso? —pregunta Frank metiendo la pata.
—Frank, si no
tienes algún comentario inteligente qué hacer puedes retirarte—ordeno y
entonces Nathan levanta la voz.
—Un momento
abogada Miller, quien tiene aquí autoridad soy yo, no usted—me detiene y
asiente con tal calidez que sé que eso significa que ya no hay que preocuparse
por lo que suceda—. En cuanto a usted fotógrafo Nadege queda formalmente
despedido por incumplimiento de contrato.
No puede ser,
¿incumplimiento de contrato? ¡y él esperaba que con eso me sintiera tranquila!
No estaba pasando, simplemente era imposible esta situación. ¡Estaban corriendo
al amor de mi vida!
Sí, él había
sido un idiota por meteré con Curtney y yo soy una idiota de mayor magnitud por
defenderlo, pero metería las manos al fuego por él porque sé que si él
estuviera en esta situación haría lo mismo por él. Confiaba en Frank.
—Disculpe jefe,
pero él no ha incumplido su contrato, él trabaja para The way y sólo para esta
revista—declaro y entonces él me voltea a ver con los ojos bien abiertos.
—Eso que usted
está diciendo es algo muy grave abogada, puesto que entonces está aseverando
que estoy levantando falsos. Usted tomará su lugar siendo despedida si yo puedo
demostrarle lo que estoy diciendo—me señala y niega con la cabeza como si
esperara a que yo me retractara. Pero ya era demasiado tarde, me había
comprometido y tenía plena confianza en mi juicio certero y en la lealtad de
Frank.
Entonces Nathan
agachó la mirada y fue directo a su oficina dejándonos a los tres en un
silencio incómodo. Yo estaba en espera a que Frank me dijera que no me
preocupara, que él asumiría su responsabilidad en caso de que realmente el
hubiera traicionado a la revista.
Pero en ese instante
recordé mi pequeña charla con Curtney y el hecho de que ella me dijera que
había conocido a Frank en su trabajo pues él la había ayudado con las
fotografías de alguna pasarela a la que asistió o algo así me cayó como balde
de agua fría y comencé a soltar algunas lágrimas. El trabajo por el que tanto
había luchado se venía abajo. Esta vez sí tendría que regresar con mis padres a
Illinois para volver al negocio familiar resolviendo pequeños casos de personas
no tan importantes como las que habitaban en Nueva York. Gracias Frank.
Nathan regresa
con una revista e las manos y entonces la tira sobre la mesa cuando me ve ahí
sentada en un pequeño sillón demostrando el inicio de lo que sería una próxima
y profunda depresión amorosa, laboral, sentimental…en demasiados aspectos.
—Mire este
artículo sobre esta modelo rusa, si leemos el pié de la fotografía nos dice que
fue tomada en Connecticut por Nadege Frank. Abogada Daphne Miller, puede pasar
a su oficina a recoger todas sus cosas o si lo prefiere uno de nuestros
repartidores de correspondencia podrá entregarlas en su casa. Por favor pase a
devolver las cosas que le brindamos directo a recepción.
—Si señor Fara,
enseguida lo haré—salí corriendo con la cabeza gacha hacia mi cubículo, tenía
que recoger las cosas enfrente de todos y además pasar a despedirme a la
recepción para entregar mis códigos de acceso y el cupón que me dieron cuando
recogí la computadora.
Frank jamás se
acercó a mí para ofrecerme disculpas o tan siquiera para implorar perdón. Había
sido por su culpa que había perdido mi empleo…pero no, él no tenía la culpa de
nada, fue mi estupidez y mi ingenuidad la que me hicieron perderlo todo pero ya
pasaría, tendría tiempo para poder definir bien mi trabajo una vez en casa con
mis padres.
Bajé a la recepción
y las chicas que se encontraban ahí se despidieron de mí, con ella había
convivido mucho como para abandonarlas e irme sin decir “adiós”. Les debía
favores inmensos por cada cosa que me perdonaron, como sellarme la hora de
entrada aunque había llegado tarde e incluso Tiffany me había ayudado a
corregir un artículo que entregué de un día para otro y por esa y más cosas les
debía mi vida dentro de “The way”.
Salí del
edificio con mi caja en ambas manos y me dirigí a la casa de Nathan, debía
sacar rápidamente todas mis pertenencias y ya de paso compraría un periódico
para ver dónde necesitaban a algún abogado con experiencia en asesoría legal y
con una gran trayectoria en una revista reconocida. Al menos ya tenía algo con
lo que rellenar el currículum.
Detuve un taxi
que transitaba desocupado y de inmediato me metí con todo y caja. SI iba a
comenzar una nueva vida en un nuevo estado necesitaría hacer acopio de todas ms
fuerzas para lograr un cambio trascendental aunque no fuera en un lugar tan
grande y famoso como Manhattan, pero ya me las apañaría para mejorar un poco en
Illinois y entonces ahora sí “Daphne Miller” sería un nombre reconocido en
todos los Estados Unidos y entonces regresaría a ver a Nathan para que se diera
cuenta del grave error que había cometido al despedirme.
Llegué a casa y
descendí del vehículo mientras le pagaba al conductor. Ya acomodaría todo lo
que acababa de comprar hace un día y entonces me mudaría de regreso a casa…pero
antes tenía que hablar por teléfono y escuchar el “te lo dije” de mamá.
Abrí la puerta
con muchas dificultades, pues la caja pesaba demasiado como para hacer una
sentadilla parea dejarla en el suelo, pero cuando la puerta se abrió lo primero
que vi fue a mi jefe dando vueltas de un lado a otro con el cabello un poco
despeinado.
—Daphne, estás
en casa—murmuró y entonces me abrazó—. Creí que ya habías regresado a Illinois
con tus padres.
—No soy Flash
para ir y venir a la velocidad de la luz señor Fara y le informo que es más que
evidente que regresaré con mi familia—respondí tratando de zafarme de su
abrazo.
—Pues no habrá
necesidad de regresar porque serás mi asesora de imagen personal.
—No, un
momento, dije que iría con mi familia, no me puedes retener en tu casa a la
fuerza, además—complementé—, yo te cubrí con Curtney.
—Lo sé y por
eso ahora trato de ayudar—sí, sus intenciones esta vez eran buenas, pero si el
vivir con él ya me traía problemas no me podía imaginar cómo sería mi vida
trabajando para él en su casa— ¿Qué dices?
—Sí, acepto el
trabajo— murmuré. Después de todo cualquier cosa era mejor que regresar a casa
con mis padres.
Dejé mi caja en
la habitación mientras recibía toda la atención y los cuidados de mi jefe. No
era para tanto el haber aceptado su propuesta y era demasiado incómodo tenerlo
vigilándome mientras yo acomodaba las pocas cosas que saqué de la oficina y él
debía estar en las oficinas de la revista arreglando reuniones, papeles o
haciendo cosas de jefes.
Terminé de
acomodar mis pocas pertenencias sobre mi escritorio y entonces él se aproximó
para tomar mi pequeño periquito de cerámica que en su pico sostenía de esos
papelitos post-it que ocupaba frecuentemente para apuntar recados y que no se
me olvidaran al siguiente día.
Comenzó a jugar
con el periquito mientras yo intentaba reacomodar mi armario y poner los trajes
hasta el fondo ya que jamás volvería a ocuparlos. Hacía demasiado ruido como
para poder concentrarme y acomodar mi nueva ropa por temporadas o por colores.
Debía callarlo ya sin que se molestara por ello.
—No se ofenda
jefe, pero por favor cállese, estoy tratando de organizar mi vida ahora mismo.
—Llámame Nathan
por favor y tómese todo el tiempo que quiera para recuperarse de la pérdida.
— ¿Qué pérdida?
—La del amor de
tu vida, he de suponer que no piensas perdonarlo…a menos que seas lo
suficientemente terca como para seguir enamorada de él—murmuró y se encogió de
hombros.
A veces puede
llegar a ser la persona más detestable, pero justo en este momento se estaba
convirtiendo en un pilar de apoyo monumental para que no me viniera abajo y
sólo por eso debía guardar la compostura frente a él, ya me desquitaría más
tarde contra los muebles de mi habitación y probablemente con el cuarto de baño
también.
Pero pasara lo
que pasara el no podría verme de nuevo llorando por ese tipo.
—Además te tengo
una buena noticia, se han publicado los resultados del concurso de
fotografía—me mostró la revista y entonces me llevó corriendo hacia la sala
para ver los resultados juntos, después de todo yo había sido su modelo y era
su obligación mantenerme al tanto del concurso.
Hojeamos la
revista poco a poco y de vez en cuando yo lo detenía para leer sobre algún
artículo que hablara de un país diferente o a veces sobre algún artículo de
alguna pasarela…el caso era que yo quería alargar la espera porque no sabía a
lo que me enfrentaría en caso de que la fotografía de Nathan fuera la ganadora,
ni siquiera supe qué fotografía fue la que puso a concursar y eso era a lo que
realmente le estaba temiendo.
Cuando
llevábamos más de media revista él decidió arrebatármela y pasarle hasta la
sección que a él le interesaba.
—En esta
edición se hará público el resultado del concurso “Feelphoto”, cuyo requisito
único fue mandar la fotografía de una persona del sexo opuesto al autor—pasó la
página y siguió leyendo los resultados—…el primer lugar será acreedor a un
automóvil del año, el segundo puesto ganará una cámara profesional y el tercer
lugar una cámara digital.
Jamás en mi
vida creí que te dieran tantas cosas por tomar una mísera fotografía, de
haberlo sabido ya me hubiera ganado muchas cosas.
— ¿Y quién te
ha derrotado? —pregunté para interrumpir su trance.
—Nadie, sacamos
el primer lugar—le arrebaté la revista en cuanto terminó la frase.
Me levanté del
sofá para poder admirar mejor la imagen y a quien veía ahí se podría decir que
era la mejor versión de Daphne Miller. Era la fotografía que me tomó cuando
estaba llorando en ropa interior y si lo contabas como una anécdota algún día
seguramente sonaría hasta cómica, pero la verdad era que en ese momento era la
persona más deprimida del mundo y él lo pudo convertir en algo maravilloso.
Giré para
felicitarlo y entonces él me tomó por la cintura para girar conmigo y después
me llenó el rostro de besos como una madre que se despide de su hijo en su
primer día de clases. Me tomó por sorpresa y no supe cómo reaccionar hasta que
mis pies tocaron el suelo y entonces él también cayó en la cuenta de todo lo
que había hecho tan solo unos segundos atrás.
—Lo siento
mucho, no era mi intención propasarme contigo—se disculpó y yo seguía en shock—.
Por favor di algo, no hagas esta situación más bochornosa.
—No te
preocupes, ganaste un auto y no sabías cómo sacar tu euforia—sonreí y di un par
de pasos hacia atrás.
— ¿Qué te
parece si mando a enmarcar tu fotografía?, será un agradecimiento por haberme
dejado tomarla en ese momento tan imprudente.
—No es
necesario, no me gustaría tener recuerdos de aquel momento.
—Que torpe,
debí imaginarlo. Entonces te invito a cenar para festejar—asentí y salí rumbo a mi habitación para cambiarme,
me sentía sucia con esta ropa después de todo mi incidente con Frank.
Me puse un
vestido azul obscuro de satín con unas plataformas en color mezclilla con la
plataforma translúcida. Quería lucir fascinante ya que sería la segunda
oportunidad que tendría para actuar correctamente sin avergonzar a mi nuevo
jefe y así poder ganar su confianza para las asesorías de todos los días.