El resto de la semana pasó lentamente.
Me dediqué exclusivamente a asistir a las juntas
de inversionistas que se suscitaron en la empresa, lo cual molestó demasiado a
mi padre, pues asistía como “inversionista” y no como la vicepresidenta, cargo
que yo había abandonado.
En mi lugar dentro de la vicepresidencia se quedó
Christopher, le sugerí a mi padre que lo contratara, pues es muy capaz para
esas grandes responsabilidades, y hasta la fecha lo ha desarrollado bien.
Comencé a entenderme mejor con Kail, el mayordomo
y chofer de Ferdinand, quien inició una semana llena de bromas y no dejaba de
llamarme “Señorita de Cordier”, cosa que me agradó de inmediato.
Pauline aún no lo sabía y tenía que ir a verla
para avisarle todo, para mantenerla al tanto de mi avance con Ferdinand.
Salí por uno de los autos de Ferdinand para ir a
casa de Pau, después de todo este drama ya había superado lo de mi accidente y
podía manejar bien, aún con un poco de precaución extra, pues según el médico
el accidente me dejaría secuelas.
—Pau, soy Serene—llamé a su puerta.
—Pasa—abrió y me recibió con un abrazo.
— ¿Dónde te habías metido?, tus padres casi
destruyeron mi departamento diciendo que estabas aquí—contó muy molesta.
—Lo siento, estaba en Italia.
— ¿Italia?, ¿Qué no se supone que estarías en
Alemania estudiando? —frunció el ceño
—Algo así, sí me fui a estudiar y te extrañé
demasiado.
—Pensé que ya me habías cambiado—bromeó.
—No, jamás haría eso, pero en fin, fui a Italia
sólo por una razón—levanté mi mano frente a mi rostro para mostrarle el anillo.
Las dos soltamos gritos de euforia y emoción, nos
abrazábamos y Pauline sólo jalaba mi mano de un lado a otro para observar
detenidamente el anillo.
— ¿Quién fue el valiente y afortunado? —preguntó a
punto de entrar en lágrimas.
— ¿En verdad quieres saber? —musité.
—Sí, por eso pregunto, ahora dime, dime,
dime—exigió.
—Ferdinand, Ferdinand me propuso matrimonio—y me
solté a llorar de emoción, por fin me permití abrirle paso a mis emociones, con
Pauline siempre podía ser así.
Después de secarme las lágrimas vi el rostro de mi
amiga con una mirada perdida, como si no expresara absolutamente nada.
— ¿Pasa algo? —interrogué preocupada.
— ¿Ferdinand?, ¿Ferdinand Cordier?, ¿El Ferdinand
que conocemos? —preguntó aún sin darle créditos a mi aviso.
—Sí, él mismo.
— ¿No que no te gustaba? —por fin sonrió.
—“Aba”, ahora es completamente diferente—suspiré.
—Amiga, eso es amor—me dio unas palmaditas en la
espalda.
— ¡Lo sé! —grité emocionada.
— ¿Por qué no me avisaste antes?
—Porque me estaba mudando.
— ¿Ya vives en su casa?
—Algo así, pero es que tuve una pequeña pelea con
mis padres y me hicieron elegir entre ellos o mi boda. Obviamente elegí mi
felicidad, la boda.
—Buena elección, pero pudiste venir
aquí—recriminó.
—Lo sé, pero quiero estar para Ferdinand en canto
vuelva.
Nos quedamos un largo rato sentadas en el sillón y
comiendo una pizza que ordenamos.
La película trataba de una chica que había
escapado de varias bodas por miedo al compromiso.
—Gracias por el apoyo—bufé y Pau rió.
—Es lo que hay en la TV. Bien Serene, me temo que
en unos momentos tendré visitas, espero que la pases bien.
— ¿Me estás corriendo?
—No, pero esto es muy importante, así que mañana
te veré para terminar de charlar.
Me sacó de su casa y cerró la puerta. Algo
importante tenía que hacer como para tratarme así.
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Pasaron por fin los tres días que restaban para
que Ferdinand regresara y yo estaba impaciente en la casa.
Le había preparado un pastel de fresas con
chocolate, que si bien no era el más exquisito, tenía buen aspecto y por lo menos
mostraba indicios de ser comestible.
Pasaron las horas y estaba muy nerviosa hablando
rápidamente con Kail, quien trataba de calmarme.
— ¿Y si vamos por él al aeropuerto? —sugerí.
—Si quieres darle una sorpresa, creo que debemos
esperar—sí, ya teníamos tanta confianza que nos hablábamos de “tu”.
—Bien Kail—rodé los ojos—esperaremos al señor
Boucher en su casa.
Pasaron más horas de agonía.
— ¿Entonces le dirás que si? —interrumpió Kail.
—No lo sé, eso será sorpresa para los dos.
—Eres una tramposa, deberías decirme para evitar
mis gritos—rió—no sabes el escándalo que se armaría.
—Ya cálmate, te dije que fuéramos al aeropuerto.
Alguien tocó el timbre y me apresuré a abrir,
ganándole así en la carrera a Kail. Le mostré la lengua y abrí rápidamente.
—Ferdinand—grité al verlo y me lancé a sus brazos.
—Serene, te extrañé demasiado—murmuró contra mi
cabello.
—Pasa.
Dejó las maletas en la sala y reaccionó al verme
ahí.
— ¿Qué haces aquí?
—Mi padre me hizo elegir entre ellos o tú, creo
que has ganado—sonreí.
—Pero debo pedir tu mano…
—Ya tomé mi elección—interrumpí y él se puso
pálido.
—Ferdinand, yo no puedo…
— ¿Es un no?
—Déjame hablar—espeté torciendo la boca—yo no
puedo…no puedo…negarme a esto, tú eres maravilloso y me alegra que me hayas
encontrado en la banqueta, uhm…eso no sonó muy bien.
—Bueno, no sé de alguien más que haya dicho tan
conmovedoras palabras—reímos—pero continúa.
—Bien, como te decía, eres maravilloso, omitamos
la parte del encuentro, pero sí.
— ¿Sí qué?
—Acepto Ferdinand Cordier, quiero ser tu esposa.
Corrí hacia sus brazos para después fundirme en su
boca, extrañaba eso. Sentir sus labios contra los míos y su lengua intrusa en
mi boca, extrañaba ese sabor mentolado de su boca y su perfume delicado que
despertaba mis sentidos.
—Te amo—musitó recargando su frente contra la mía.
—Yo te amo más—respondí con un casto beso.
Salimos a comer a un restaurant y en el camino le
conté sobre el problema de la familia Boucher.
—No te preocupes, no pueden estar molestos para
siempre.
—Se ve que aún no conoces a mi familia—sonreí
amargamente.
—Pero lo haré por ti, enfrentaré a tu padre—le dio
mi dirección a Kail y de inmediato se dirigió hacia allá.
—No Ferdinand, detente, esto no es necesario.
—Quiero hacerlo de la manera correcta, de todas
formas ya me diste el sí—rió.
—No quiero que lo hagas, no es por hacer lo
correcto, mi padre te odia y no creo que seas muy bien visto en mi casa, no lo
hagas por favor—rogué abrazando su cintura.
—Perdona, pero debo hacerlo, eso se llama
educación.
Y listo, ese era un argumento muy válido para mí y
pensándolo bien, si lo intentaba tal vez podría convencerlo de que él era
perfecto para mí.
Llegamos a mi casa y toqué tímidamente la puerta y
la sirvienta abrió.
—Señorita Serene, pase—musitó.
Se hizo a un lado para dejarnos pasar a mi antigua
casa.
—Señor, señora Boucher—saludó Ferdinand y yo no
dije ninguna palabra.
Creo que no estaba ayudando de mucho aquí.
—Padre, madre—decidí saludar tras un incómodo
silencio.
—Señor Cordier—saludó mi padre ignorándome y mi
madre se introdujo de inmediato subiendo las escaleras hacia mi habitación.
—Perdona que venga así a su casa pero tengo un
asunto muy importante que hablar con usted.
—Sé a qué te refieres—musitó tranquilo mi padre.
Esa actitud no era propia de él, esperaba que se
abalanzara a golpearlo o que lo amenazara o quizá que me dejara en casa y lo
sacara para mantenerme ahí con ellos.
—Entonces será más fácil—suspiró mi prometido.
Mi padre nos dijo que tomáramos asiento en los
sillones de la sala, cosa que nos puso más nerviosos. Ferdinand me tomó de la
mano para que pudiera tranquilizarme o al menos para que me sintiera segura. Y
lo logró.
—Vengo a pedirle la mano de su hija, me quiero
casar con Serene…yo…yo la amo—musitó tiernamente y con sinceridad.
—Lo sé, se lo que ambos sienten y los comprendo,
pero ¿no creen que es muy pronto?
—No papá, no lo creemos—respondí interrumpiendo.
—Joven Cordier, debe estar enterado ya del
problema que tuve con mi hija, ¿me permitiría un momento a solas con ella? —musitó
cortésmente y Ferdinand sólo asintió dejándome en la sala con mi padre.
Tragué con dificultad y me puse de pie para tomar
valor ante lo que viniera y poder afrontarlo.
—Lo lamento Serene, no debí reaccionar así. Debí
darme cuenta desde el principio de lo que sentías por ese joven, perdóname por
favor—musitó con la voz partida.
—Padre, estás perdonado, no era necesario esto.
—Para mí sí—me abrazó y así terminó una
satisfactoria reconciliación con mi familia—ahora ve por el chico, debo decirle
algunas cosas.
Fui hacia la cocina a ver a Ferdinand, quien
estaba caminando nerviosamente de un lado a otro.
— ¿Qué te dijo? —indagó aún nervioso.
—No es muy importante, no pasó nada, ya puedes ir,
de hecho quiere verte—sonreí.
Caminamos lentamente con nuestras manos
entrelazadas hacia la sala.
—Joven Cordier, he pensado en su
petición—prosiguió mi padre—y creo que tus intenciones son buenas.
—Gracias—tragó Ferdinand con dificultad.
—Y sí, supongo que puedes casarte con mi hija,
aunque supongo que mi opinión no es muy necesaria, pues ella ya aceptó—solté
una risita nerviosa—espero que sean felices juntos, cuida bien de mi hija.
—Lo haré señor Boucher, eso téngalo por seguro.
—Entonces disfruten de su día.
Avanzó a abrirnos la puerta y así nos dispusimos a
salir.
—Amor, quiero hacer los preparativos—musité en el
camino de regreso a casa.
— ¿Preparativos para qué?
—Para la boda.
—Podríamos esperar si quieres.
—Y yo que pensé que nos casaríamos pronto—suspiré
dramáticamente.
—Como quieras preciosa…—se detuvo— ¿ya puedo
llamarte así?
—Mi opinión al respecto jamás te detuvo—respondí.
—Muy bien preciosa, cómo y cuando tú quieras
haremos los preparativos de la boda.
Al llegar a casa llamé a Pauline para que me diera
“la lista”. No faltó mucho tiempo para escuchar el rugir del motor de su transporte
tan peligroso.
—Felicidades Ser, aquí está—me tendió la tan
preciada lista que ya teníamos enmicada.
—Siempre pensé que tú serías la primera en
usarla—musité.
—Yo también, aunque ya decía yo que te traías algo
con Ferdinand.
—Ya basta, ahora sólo debemos marcar los números.
—Ve por tu teléfono Ser, tendremos demasiadas
horas de trabajo.
“La lista” consistía en una serie de números de
diferentes tiendas para nuestras bodas, teníamos ya la florería, la casa
diseñadora, la iglesia, los regalos, los adornos, todo estaba perfectamente
planeado.
Iniciamos la lista desde hace cuatro años, cuando
recién salíamos de la preparatoria. Las dos teníamos una cierta obsesión con
algo que su madre algún día nos dijo: “Si quieren una hermosa boda, deben
planearla lo más pronto posible, aún si faltan años para eso”.
Su madre tuvo una boda desastrosa, dice Pau que
hasta el pastel llegó al día después de la boda y por nada del mundo queríamos
que eso nos sucediera.
Llamé a la tienda en la que hice una cita para ver
invitaciones. Había visto en su sitio web un modelo de una especie de conejos
de Chanel hermosos.
Después de eso iría a recoger un vestido que había
encargado desde el momento en el que puse un pié en Francia cuando me propuso
matrimonio.
Por último visitaría el servicio de banquete para
obtener alguno que fuera delicioso, pues el dinero jamás sería problema.
Asistí con Ferdinand a ver las invitaciones, y
eran magníficas, tenían una textura muy delicada y las letras estaban impresas
con una fina capa de tinta.
Después fuimos por el vestido, un hermoso vestido
rosa pálido de Versace.
Era de forma princesa, escote asimétrico, la tela
claramente era organza y tafetán, sin mangas y con una cola corta. El vestido
perfecto para mí.
— ¿Por qué de ese color?, pensé que debía ser
blanco—musitó Ferdinand mientras cargaba el enorme vestido para meterlo en el
auto.
—Me gusta el rosa y se ve casi blanco, supongo que
de lejos nadie lo notará—me encogí de hombros.
— ¿Qué otro lugar nos falta?
—Mmm…—revisé mi agenda para la boda—sólo hoy
debemos ir al servicio de banquetes para poder elegir lo que queremos que se
sirva.
Esbozó una sonrisa, pues sabía que nos darían una
pequeña muestra del menú para elegir, cosa que supongo lo volvía loco y alegre.
Llegamos casi derrapando frente al establecimiento
y entramos por unos elegantes canceles de vidrio.
—Supongo que deben cocinar esquicito—murmuró mi
acompañante.
Inhalé el aroma que provenía de lo que supongo era
la cocina, era una mezcla de especias que me abrió enormemente el apetito.
—Adelante, enseguida les traeremos la carta y las
muestras de lo que deseen—informó la señorita como una especie de “protocolo”.
—Gracias—respondimos al mismo tiempo y nos
sonreímos mutuamente.
— ¿Qué es lo que deseas?
—No lo sé, supongo que algo sencillo.
—Pero es nuestra boda, así que date el gusto de
pedir, si así lo deseas, lo más caro del menú.
—Ese no es mi estilo Fer, sólo quiero cosas
simples.
Revisamos varias veces la carta que nos dio la
señorita castaña con falda corta que no apartaba la vista de mi prometido.
— ¿Se le ofrece algo? —preguntó Ferdinand y
aquella castaña se ruborizó.
—Ehm…no, no pasa nada, continúen con lo
suyo—tartamudeó torpemente la castaña.
— ¿Tienes que causar eso a cada lugar al que
vayamos?, porque te advierto que soy muy celosa—hice un puchero infantil.
—No las culpo—bromeó.
Continuamos eligiendo y probando los platillos, al
final nos convenció como entrada una crema de tomate y zanahorias, como plato
fuerte unos ravioles de queso y espinaca y como postre una pequeña compota de
fresas.
Lo más complicado fue el pastel. Yo lo quería
cuadrado y de un solo piso, mientras que Ferdinand lo quería de tres pisos y
circular. Después de una ardua discusión sobre el pastel dejé que él eligiera.
El resultado fue un pastel cuadrado de tres pisos
con betún de quesocrema y mantequilla; el relleno de fresas del primer piso,
luego uno de blueberrys y el último de zarzamora. Lo único con lo que estaba yo
de acuerdo.
—Por fin terminamos—inició Ferdinand mientras
guardaba las notas y tickets en su bolsillo.
Manejó a casa muy lento, mientras con una mano
sostenía el volante y con la otra tomaba mi mano y la estrujaba de vez en
cuando.
—Te amo Serene Cordier—musitó suavemente, haciendo
hincapié en su apellido.
—Suena bien—sonreí.
—O si gustas puedo quedarme como Ferdinand
Boucher.
—Créelo o no, me encantó tu nombre en cuanto lo
escuché, suena bien.
— ¿De verdad?, yo amaba tus marcas, Yves—tocó mi
nariz con su dedo índice.
Continuamos en silencio
hasta casa para hablar a la iglesia. Según las invitaciones nuestra boda sería
dentro de tres semanas.
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Las semanas pasaron muy rápidas, y con éstas se
fueron mis ganas de comprar, de salir, de hacer cosas al aire libre. Comencé a
vivir cas enclaustrada mientras Ferdinand salía sin mí a trabajar o simplemente
a distraerse, pero es que los nervios de que estábamos a un día de la boda no
me dejaban en paz. Ya hasta estaba soñando que yo interpretaba aquella película
que vi con Pauline sobre la chica que escapaba de sus bodas.
— ¿Estás bien?, tienes ojeras Ser y luces pálida,
si sigues así mañana te verás horrible.
—Eso no me ayuda mucho.
Llevaba dos días seguidos sin dormir y eso ya
había causad estragos en mi piel.
—Es muy en serio Serene, debes ir a dormir.}
—No tengo sueño.
—No me importa.
Se acercó rápidamente al sofá y me cogió por las
piernas y la cintura para que me acomodara en sus protectores brazos.
— ¡Bájame! —exigí.
—Duérmete—respondió.
—No tengo sueño.
—Que mal porque yo sí, y tengo ganas de dormir
junto a mi amada—besó de frente y me dejé consentir.
Subimos lentamente las escaleras y sentí cómo mis
párpados se cerraban involuntariamente hasta que quedé profundamente dormida.
Desperté a las cuatro de la mañana , cuando las
asistentes entraron a mi habitación gritando.
Me ordenaron que tomara un baño en la tina con
“sales de no sé qué cosa” para que mi piel se repusiera de las horas de sueño
que jamás tomé.
AL finalizar procedieron a ponerme el vestido,
maquillaje, uñas, peinado. Todas estaban sobre mí y no había señales de
Ferdinand.
— ¿Saben algo sobre el novio? —interrogué a una de
las personas que me estaban arreglando.
—Es de mala suerte ver al novio antes de la
boda—susurró como si la hubiera amenazado de muerte.
—Está bien—bufé.
Después de un arduo y complicado arreglo de imagen
salí para recibir la limusina con mi padre dentro.
—Te ves maravillosa hija, no puedo creer que te
vayas a casar, sólo tienes veinte, se supone que disfrutarías tu
juventud—sonrió amargamente.
—Esta es mi forma de disfrutarla papá, y qué mejor
que con una nueva familia.
—Pero para ser una familia necesitan tener hijos.
—Lo sé, pero ya pronto lo seremos.
— ¿Estás embarazada? —gritó sorprendido y yo solté
una carcajada.
—No, aún no, pero supongo que no faltará mucho.
—No sigas Serene o me arrepentiré de esto.
—Pero no eres tú el que va a aceptar.
Me sonrió y abrió la puerta para que saliera
frente a la iglesia.
Me acerqué hasta la entrada y me recibió Pauline,
sí, ella era mi dama de honor y Christopher, a pesar de todo, fue elegido por
Ferdinand como padrino.
Comenzó a sonar la marcha nupcial y cogí el brazo
de mi padre lista para la entrada, sólo un par de pasos me separaban del altar,
donde esperaba mi futuro esposo.
Con cada paso recordaba cada imagen de nosotros
discutiendo, cada beso, cada cumplido, cada sonrisa y sobre todo, cada momento
en el que lo encontré como un accidente y agradecí que así fuera, que el
destino eligiera un solo camino para nosotros, para compartirlo por el resto de
nuestras vidas.
—Queridos hermanos y hermanas—inició el padre—nos
encontramos aquí, en la casa del señor para unir en sagrado matrimonio a esta
afortunada pareja, a Serene Boucher y a Ferdinand Cordier, quien al aceptar
ante Dios, jurarán permanecer juntos pase lo que pase.
Las lágrimas comenzaron a nublar mi vista mientras
mi perfecto maquillaje se deslizaba con ellas. Ferdinand tomó fuertemente mi
mano mientras hacíamos caso omiso a las palabras del padre.
—Pueden proseguir con sus votos—susurró el padre
esperando que habláramos, y fue Ferdinand quien tomó la iniciativa.
—Serene Boucher—tragó con dificultad mientras yo
sofocaba mis sollozos—yo, Ferdinand Cordier, me entrego a ti, sabiendo que la
magia de nuestro amor es caminar juntos, en la prosperidad y en la adversidad.
Quiero ser tu compañero, y que tú seas
mi compañera todos los días de mi vida—terminó.
—Yo Serene Boucher me entrego a ti este día, para
compartir mi vida contigo. Puedes confiar en mi amor por que es real. Prometo
serte una esposa fiel, compartir y apoyarte en tus sueños, esperanzas y metas.
Mi voto estará contigo para siempre. Cuando caigas, te levantar; cuando llores
te reconfortaré, cuando rías compartiré tu gozo. Todo lo que tengo y todo lo
que soy es tuyo, desde este momento hasta la…—mi voz comenzaba a ser inaudible
a estas alturas, pero estoy segura de que al menos Ferdinand si podía
hacerlo—…hasta la eternidad.
—Serene Boucher, ¿aceptas a Ferdinand Cordier como
tu legítimo esposo?
—Sí, acepto.
—Ferdinand Cordier, ¿aceptas a Serene Boucher como
tu legítima esposa?
—Sí, acepto.
—Por el poder que me concede Dios, yo los nombro
marido y mujer.
Pasó Chris con los anillos y Ferdinand lo deslizó
en mi dedo. Imitando sus movimientos puse la sortija en su dedo.
—Ferdinand Cordier, puede besa a la novia.
Tomó mis manos y me dio un casto beso, todos
tomaron fotografías, videos, todo o que podían por recordar ese momento.
Incluso vi a mi padre llorando, de verdad le era difícil dejarme ir, pero
supongo que fue muy tierno de su parte aceptar la realidad y dejarme vivir mi
vida a mí gusto.
*********************************************************************************************
Probablemente la vida en los cuentos de hadas no
pueda ser posible, eso no sucede a diario, pero tuve la suerte de conocerlo y
de que mis sentimientos fueran correspondidos.
Parecerá el final de una linda historia.
Pero para nosotros apenas y es el inicio.
~FIN~
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