Unos pasos acelerados se escuchaban cerca mientras alguien sacudía mi cuerpo. Desperté del sueño y me quedé observando a mi amiga sonriendo aún a mi lado.
—Ay
Vero, tu mamá ya viene en camino…—no pudo concluir la frase, pues la puerta se
abrió de golpe mostrando a mi mamá detrás de ella con una cara de angustia y notablemente
cansada—. Te dejo a solas con tu mamá Verónica, en un momento hablamos—traté de
detenerla, estaba segura que necesitaría testigos en caso de que a mi madre se
le ocurriera matarme por lo que había sucedido.
—Vero
me han llamado de la escuela y he venido de inmediato ¿qué es lo que tienes?
—Suena
a pretexto pero tengo fatiga crónica, la enfermera dijo que aguanté demasiado
antes del colapso, de todas formas no sirvió de mucho lo que resistí, me temo
que he sacado un ocho en matemáticas—musité esperando a que ella se apiadara de
mí y me dejara seguir descansando.
—No
me importa en este momento tu calificación, necesito saber que puedes regresar
a casa ahora mismo.
—Sí,
puedo retirarme si quiero pero es que no quiero, seguramente en casa me esperarán
deberes…
—No
harás nada en casa, ahora sube a la camioneta y ya iré yo por el justificante—seguí
sus órdenes y me pasé derecho hacia la camioneta, no sin antes despedirme de
Shannon quien sospechaba que me esperaba la regañiza de mi vida en cuanto pusiera
un pie en casa.
Esperé
un par de minutos para que i madre llegara con el papel del justificante en la
mano y me mirara con tristeza, ¿acaso no me iba a regañar ya?, estuve esperando
a que dejara caer el estrés sobre mí pero ese momento nunca llegó, prefirió
tragarse su enojo antes de que explotara contra mí.
Llegamos
a casa y me bajé del auto para entrar e ir directo a dormir a mi habitación,
esperando a que mi madre entrara detrás de mí la esperé en la cocina. Me quedé
esperando, pues no entró y me dejó sola en casa.
Fui
directo a mi habitación para poder descansar pero no pude conciliar el sueño,
tenía que hacer algo para no aburrirme en casa mientras mi mamá no estaba
conmigo. Me puse ropa abrigadora y salí rumbo al Centro de Patinaje de Austin
para ver si la instructora me daba oportunidad de regresar a practicar ahí para
las Estatales.
Llegué
al recinto justo a tiempo para observar cómo practicaba Chelsea, los ejercicios
que ellos estaban haciendo no eran para nada parecidos a los que nos había puesto
a Matthew y a mí, probablemente ellos tenían más comunicación que nosotros o
simplemente su coreografía sería un poco más complicada y necesitaban una
práctica más rígida para lograrla.
—
¡Paren! —gritó la instructora mientras se acercaba a la pareja para darle
nuevas instrucciones, ambos se notaban agotados y en extremo concentrados en
sus movimientos. La instructora se giró rápidamente para observarme— ¡Ustedes
sigan con sus movimientos!—dio la indicación acercándose a mí—. Vamos a mi
oficina—nos fuimos por el pasillo rumbo al lugar donde Matthew me había robado
lo que sería mi primer beso con él y el inicio de mi incontenible odio hacia su
persona.
—No
es necesario, sólo vengo a pedir permiso para practicar aquí, necesitamos un
lugar para nuestros ensayos y creo que el hecho de que paguemos por estar aquí
nos hace merecedores de un espacio, por más pequeño que sea para practicar y
con mucho mayor razón, para las Estatales—argumenté esperando ganar un poco de
tiempo para ensayar con ese discurso.
—En efecto
Señorita Praxon, tú pagas ese espacio pero me temo que lo que pagas es una
pista de patinaje profesional y no un ring de boxeo además de que firmaron un
reglamento que se supone no deberías violentar, pero con esa actitud te lo has
ganado, las reglas son las reglas Verónica—y ahí se vio el fracaso de mi sólido
argumento, si no fuera por Matthew la discusión no hubiera llegado a la
agresión, pero él era tan…tan malditamente complicado.
Salí
bufando de aquel lugar, simplemente no toleraba que me restregaran mis errores
en la cara y mucho menos cuando la implicada en esto no era yo nada más, sino
que Matt tenía tanta culpa como la mía. Abrí las puertas para enfrentar el frío
y en lugar de la nieve lo que me recibió fue un muro de músculos haciendo que de
nuevo cayera al suelo cubierto de nieve.
—Con
un demonio, ¿sería mucho pedir que te fijaras por dónde caminas? —hablé con
todo el veneno escurriendo en forma de palabras.
—Verónica
¿te encuentras bien? —preguntó Matt mientras me ofrecía su mano para levantarme.
No la tomé. Me puse de pie por cuenta propia y comencé a caminar sin esperar a
Matt— ¡Verónica! —insistió mientras caminaba detrás de mi tratando de
detenerme— ¿Qué demonios te pasa ahora? —me dio un jalón en la mano
deteniéndome de forma abrupta.
—
¿Qué qué tengo? —pregunté con ironía—, no, ¿qué te pasa a ti?, yo estoy
preocupada viendo la solución al problema mientras que tú te paseas por ahí sin
ninguna preocupación—me anticipé a su movimiento para tomarme del brazo
nuevamente y di unos pasos hacia atrás.
—No
entiendo lo que te pasa, yo venía a pedir un par de conos para poder iniciar el
ensayo pero como bien dices, mejor me paseo tranquilamente a ver qué o a quién
me encuentro—dijo muy molesto mientras se retiraba.
Hice
lo mismo, seguí por mi camino sin voltear a verlo, no valía la pena volver a
discutir con alguien tan terco como él. Llegué hasta el parque que estaba a
unas cuantas calles del fraccionamiento y me senté en la banca para poder
admirar el bello paisaje, aunque había demasiado tránsito de vehículos en ese
instante me pareció hermoso, el lado urbano y el natural de Austin.
Me
quedé admirando el cielo cuando sentí que alguien tocaba mi hombro llamándome,
volteé y Shannon me sorprendió con un cono de helado que embarró en mi nariz.
—Hey
quita esa mala cara—dijo lo más alegre posible pero ni así pudo contagiarme esa
alegría tan típica en ella.
—No
estoy de humor—contesté en un suspiro.
—
¿Por qué? —Preguntó cambiando su expresión alegre a una de preocupación—. Creí
que tu mundo se había vuelto color de rosa en cuanto sucedió aquella cosa con
Matt—explicó esto último susurrándolo cerca de mi oído.
—Precisamente
es él quien me tiene así, nos han corrido de la pista por pelearnos pero ahí me
tienes persiguiendo a la instructora para que nos reciba otra vez y poder
practicar ahí mientras él está tan tranquilo y campante que no tiene ni un
gramo de preocupación por hallar un espacio—expliqué sin darme cuenta de las
lágrimas que se estaban acumulando en mis ojos.
—
¿Acaso él te ha dicho que tú lo hagas? ¿Le has preguntado si ha hecho algo?—inquirió
un poco molesta—. Por tu cara ya sé la respuesta es un rotundo “no” así que
ahora vamos a buscarlo y le ofrecerás disculpas—puntualizó y prosiguió a tirar
de mi brazo para levantarme del cómodo banco.
—Alto,
él tampoco me dije que lo estaba haciendo, así que si sí lo está buscando es
culpa tanto de él como mía y por lo tanto también debería él venir y buscarme,
si realmente buscara algo conmigo debería buscarme y explicarme las cosas—musité
furiosa mientras recordaba que a fin de cuentas había sido yo la que no lo
había dejado explicarse.
—Muy
bien, de todas formas iremos a verlo.
— ¿Y
cómo demonios piensas que yo sé dónde encontrarlo?
—No
tengo idea, sólo creí que como ya eran novios tú sabías donde vivía—se encogió
de hombros y aun así siguió jalándome para caminar a cualquier dirección que se
le ocurriera.
Nos
detuvimos e una especie de parque que en mi vida había visto, no se encontraba
muy lejos, pero sí estaba más allá de la escuela—jamás había llegado tan lejos—pero
aun así seguí adentrándome en el parque.
— ¿A
dónde vamos? —´pregunté mientras seguí caminando y esquivaba a algunos niños.
—Aquí
en el lago donde se supone que hay patos siempre se ponen a patinar algunas
parejillas, este lugar iba a ser destinado para que Marc me enseñara a patinar
pero en vista que deberé de esperar por lo de su pierna creo que podré
regalarte mi idea—se retiró y me mostro el lago congelado que tenía el grosor
perfecto para poder patinar.
—
¿Cómo sabías de este lugar?
—Tengo
vida además de la pintura y de perder mi tiempo contigo—me hizo un guiño y
continuó caminando hacia la ahora pista de patinaje—. Así que ten mi teléfono y
llámalo, dile que venga y se podrán a practicar—sentenció lanzándome confiada
su móvil. Obviamente lo atrapé en el aire o si no mi vida acabaría al igual que
la vida del celular de mi amiga.
—Gracias
pero no tengo su número—confesé ruborizándome.
—
¿Qué clase de novios son ustedes?
—Ya
te dije que no somos novios, él no me lo ha pedido…
—Y tú
tampoco a él—interrumpió.
—No,
pero ese no es el punto, de todas formas mañana cuando lo vea le diré que
practicaremos aquí y le ofreceré disculpas.
—Nada
de mañana, yo tengo su número…
—
¿Cómo rayos es que tú lo tienes y yo no? —interrumpí.
—Te
recuerdo que lo vi mientras tú estabas durmiendo en la escuela así que
aproveché la situación y se lo he pedido, ¡vamos! No todos los días puedes ver
a un campeón olímpico—sonrió al ver que yo ya no tenía algún otro pretexto para
no verlo.
—Muy
bien tu ganas—suspiré al verme acorralada.
Agarré
el móvil y busqué su número en los contactos de mi amiga. El teléfono tenía la
típica música de llamada en espera hasta que por fin Matt se dignó a contestar.
—
¿Bueno?
—Hola
Matt, llamo para decirte… que… que ya tengo pista de entrenamiento—murmuré
mientras jugueteaba pateando los montículos de nieve que estaban frente a mí.
—Qué
bueno, corre a entrenar en lo que yo doy unas cuantas vueltas para perder el
tiempo—contestó molesto y me colgó. Estuve a punto de lanzar el teléfono de mi
amiga hacia el lago congelado pero el hecho de que no fuera el mío me detuvo.
—Veo
que no fueron nada bien las cosas—murmuró Shan acercándose a mí.
—No,
pero no por ese idiota voy a dejar de practicar—le entregué el celular antes de
ser arrojado por mí.
—En
eso tienes razón, sólo que tal vez no sea tan idiota como dices, tu también
fuiste grosera con él.
— ¿De
qué lado se supone que estás? —pregunté molesta por el argumento de mi amiga.
—Del
lado de la justicia, odio verte molesta con alguien pero más cuando eres una
testaruda que le echa la culpa al resto del mundo para que tú no te veas
afectada. Tú tienes tanta culpa como él, ya te lo he dicho y no dejaré de
decirlo…—cuando reaccioné mi mano punzaba y mi amiga tenía la marca de mis
dedos sobre su piel ahora rojiza de las mejillas.
—Yo
lo siento…—murmuré tratando de acariciar la marca de mi amiga.
—No
creo que lo sientas pero si hay algo que me molesta más que esto—señaló la
marca de mi mano en su mejilla—, es tu falso gesto—se dio la media vuelta y se
alejó caminando con la cabeza en alto.
Me
quedé ahí temblando mientras me auto regañaba, no tenía sentido reprenderme
así, no cuando las acciones ya habían pasado, debí haberlo hecho antes de
atacar así a mi amiga, incluso antes de decirle aquellas palabras tan malas y
llenas de veneno a Matthew, él sólo quería explicarse y ni siquiera le di la
oportunidad. Simplemente había actuado de forma impulsiva.
Caminé
de regreso al fraccionamiento para ver a mi madre y explicarle mi penosa
situación antes de que la madre de Shan se lo contara al siguiente día en el
trabajo. Llegué hasta la entrada y vi a Marc corriendo hacia mí. No lo podía
creer, el estaba en el hospital y yo lo había olvidado por completo.
—Eres
una torpe Vero—gritó aproximándose a mí.
Sólo
sonreí con gratitud, sabía que me iba a regañar y a dar una de sus charlas
motivadoras para que arreglara todos mis problemas con mis amigos y lo
agradecía, agradecía tenerlo a pesar de haber cometido esos errores con mis
otros amigos.
—De
verdad que no te mides Verónica. Shannon acaba de ir a verme a mi casa para
contarme lo que sucedió pero ahora quiero saber tu versión—se detuvo y me
obligó a tomar asiento en la acera—. Ahora sí, quiero saber qué fue lo que
sucedió.
Comencé
a contarle mi versión de los hechos omitiendo de manera consciente ciertas
partes que seguramente Shannon ya se habría encargado de contar ya que ella
tenía toda la razón de los hechos.
—Y
básicamente eso fue todo lo que sucedió—culminé con un suspiro mientras
comenzaba a levantarme para retomar mi camino de regreso a casa.
—Eres
tan torpe Verónica Praxon, eres la torpeza hecha mujer ¿cómo pudiste hacerle
eso a Shannon? Y peor aún ¡A Matt! —estalló mientras se levantaba conmigo—,
ella te estaba ayudando y aun así tuviste el valor de abofetearla, de abofetear
a tu amiga…
—En
este momento lo que busco es consuelo ¿sabes? No a otra persona que venga a
montarme un escándalo y además a regañarme por algo en lo que no se vio
afectado, así que si lo único que tienes que decir son reclamos te advierto que
me voy, no estoy dispuesta a escuchar ni un maldito reclamo más—estallé casi
sin tomar aire.
—No
vengo a regañarte, vengo por algo más—me dio un rápido empujón hacia la rejilla
del fraccionamiento para plantarme un beso rígido y carente de sentimiento
alguno, nada comparado con el que me había dado Matthew Conors.
—
¡Aléjate de ella! —gritó una voz masculina que de inmediato reconocí, oh no,
Marc estaría en serios problemas.
—Ya,
ya la dejo en paz—me dio un guiño para después regresar su mirada hacia Matt—.
De todas formas no besa tan bien como uno creería—se encogió de hombros y se
fue lentamente mientras se despedía de mí con un movimiento de manos.
Me
quedé congelada ante la furiosa mirada de Matthew ¿acaso yo tenía la culpa de
que mi amigo me besara? No perdí la postura mientras él seguía observándome sin
decir nada.
— ¿Y
bien, me lo vas a explicar? —exigió cambiando de posición para estar justo por
enfrente de mí dándome la espalda.
—No
hay nada qué explicar—declaré encogiéndome de hombros. Era verdad, yo no le
había correspondido el beso a Marc así que yo no tenía nada que explicar y él
nada qué reclamar.
—Oh
bueno, entonces veo que eres una de esas mujeres a las que se les puede besar
cuando quieran y donde quieran, veo que no te importa en absoluto quién lo
hace—no pude evitar el golpearlo en la espalda, ¿qué rayos le sucedía al
decirme eso?, se suponía que él debía confiar en mí y no sólo acusarme por un
insignificante beso que me haya dado mi amigo.
—Él
es mi amigo…
—Eso
me quedó claro—interrumpió con sarcasmo— ¿acaso los amigos ahora se besan?
— ¡Tu
también me besaste! —espeté iracunda, no le había vuelto a gritar de esa
manera, no desde el incidente de la pista de patinaje.
—Pero
eso fue diferente…
—
¿Por qué lo fue? —insistí acercándome a él para posar mi mano sobre el área en
la que lo golpeé.
—Porque
él lo hacía en serio—suspiró—, porque yo sólo quería molestarte pero él no, él
no está jugando contigo.
Esas
palabras se sintieron como una fría caída contra el hielo ¿cómo podía decirme
eso sin un gramo de tristeza o quizá arrepentimiento?
— ¡Te
odio! —Grité al borde de las lágrimas—. Vete a entrenar donde quieras y por
favor si renuncias a la competencia házselo saber a la entrenadora porque yo ya
no estoy dentro—lo empujé hacia la carretera y me introduje de inmediato al
fraccionamiento. Tenía ganas de golpear algo o más bien a alguien, a Matthew Conors,
el desgraciado hombre que sólo quería lo mismo de todas las mujeres que se
ponían en su camino y de las que torpemente ahora formaba parte.
Entré
a mi casa azotando la puerta al cerrarla pues mi mamá no se encontraba dentro
como para regañarme por hacer eso, me puse de inmediato a refregar los trastes,
no tenía ganas de meterlos en el lavavajillas, debía usar mi fuerza en algo más
que me distrajera, una vez que terminé me fui de inmediato por el trapeador
para limpiar el piso, así de grandes eran mis ganas de distraerme.
Continué
aseando desde el cuarto para huéspedes hasta la tercer planta de la casa,
estaba ya harta de hacer lo mismo desde que conocí a Matt. Mis días consistían
en levantarme, discutir con él y tirarme a llorar, estaba hasta el cuello de
esa rutina tan sentimental que me había dado desde que él fue el juez de las
competencias locales.
Subí
a mi habitación para ponerme a trabajar en mis estudios, después de todo ya le
había hecho el favor a mi madre de que se dejara de preocupar por mis estudios
y por mis clases de patinaje al renunciar a las Estatales.
Me
quedé dormida sobre el escritorio mientras mis lápices y apuntes se caían al
suelo, recién abrí los ojos pero volví a cerrarlos al escuchar la voz tan
familiar de mamá cuando llegaba cansada.
—
¡Cariño! —gritó mientras tocaba la puerta.
—Adelante—me
moví torpemente y tropecé con la libreta que estaba en el suelo—, abre la
puerta—susurré mientras me levantaba y caminaba hacia la cama.
—Verónica,
me encontré a Marc allá afuera y quiere hablar contigo.
—Dile
que mañana lo veré en la pista, también debo hablar con él pero estoy
cansada—murmuré mientras me cubría con las sábanas.
—No,
baja y díselo tú—culminó y se dio la media vuelta.
No
tuve otra opción mas que ponerme los zapatos y bajar las escaleras para poder
hablar claro que antes pasé al baño para cepillarme el cabello y atender otras
necesidades que obviamente era indispensable hacer. Salí del tocador con una
cola de caballo alta y un par de aretes, si iba a enfrentarlo tan siquiera
debía aminorar de cierta forma la situación.
—Hola
Marc—musité al abrir la puerta—, antes de cualquier cosa creo que sería mejor
que habláramos mañana en el complejo, no tengo ganas de hacerlo ahora además de
que ya es de noche.
—Como
digas, sólo dime una cosa ¿arreglaste todo con Matthew Conors? —preguntó aunque
por su mirada sabía que él ya conocía mi respuesta.
—No,
no pude resolver absolutamente nada y por más que quiera intentarlo me temo que
no tiene solución—dije sonriendo con amargura, realmente me dolía lo que había
´pasado entre él y yo.
—Muy bien
entonces hasta mañana, por cierto—se dio la vuelta y regresó a mi puerta—, lo
del beso sólo fue un empujón para Matt, creí que podrían solucionarlo—tuve
ganas de decirle que el sólo lo había arruinado pero me tragué mi comentario.
—Hasta
mañana Marc—cerré la puerta y me recargué contra esta.
Al
subir a mi habitación me senté en el colchón a meditar. En cierta parte Marc
tenía razón, si le había dado un empujón a Matt, pero éste había mostrado lo
peor de sí y si no hubiese sido por eso ahora estaría feliz con una persona
hipócrita que desconfía por completo de mí. Aunque otra parte de mi deseaba
seguir en el engaño, era feliz con la mentira entre los dos, creyendo que
seríamos felices a partir del beso que nos dimos en el Starbucks.
Resignada ante la idea de que más me valía
mantener en pie la decisión de dejar las Estatales me quedé dormida, quizá así
podría ponerle fin a ese estado de ánimo tan deprimente que había adoptado
desde que conocí a Matt.
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