Ainara comenzó a temblar en los brazos de Roger, no tenía ni la menor idea de qué hacer. Pensaba que probablemente podría fingir que fue víctima de la situación y del fuerte frío que le azotó en la espalda, pero era obvio que nadie le creería. Se separó un par de pasos del cuerpo de Roger y se alisó unas arrugas inexistentes en la falda del vestido para quitar la tensión que se había cernido sobre aquel bello lugar.
—Yo lo siento—dijeron ambos al unísono pero sin
mirarse a los ojos. Ainara no lo lamentaba para nada, de hecho estaba
agradecida porque fuera él quien se atreviera a hacerlo y así ella no tendría
que verse obligada a dar una explicación a su hermana, quien posiblemente le
iría a llevar el chisme completo a su tía y a sus hermanas, «mi tía» se dijo
recordando que esa noche ella llegaría de Finlandia para cuidar de ellas
mientras arreglaban todos los papeles para sus respectivos negocios y demás
cosas que dejaron pendientes antes de llegar a aquella isla.
—Perdona, pero debo de irme, mi tía vendrá de
visita y bueno…—no sabía porque debía dar explicación alguna, pero sintió que
era necesario—. Debo irme para recibirla, no tiene llaves y seguramente se
quedará esperando fuera porque mis hermanas no están—se dirigió a la mesa donde
estaban todos observándola boquiabiertos y tomó el bolso para después salir de
ahí sin esperar a su hermana, quien se quedó discutiendo con los hombres sobre
qué mierda le pasaba a su hermana al devolverle el beso a Roger y después huir
de esa forma.
Nadie encontraba respuesta alguna, inclusive
Kimberly dudaba de sus grandes dotes al tratar de analizar a las personas, pero
sabía que el rostro de Ainara antes de irse carecía de expresión alguna,
simplemente una hoja en blanco que no demostraba a nadie. Nuevamente había
levantado los muros a su alrededor.
—Bueno, veo que soy la única aquí con posibilidades
de sacarle la verdad a Ainara sin la necesidad de golpearla, ahora
ustedes—señaló a Matías, Carlos y Brandon—. Más les vale sacarle la información
enterita a su hermano, no importa el medio, debemos tener completo todo lo que
pasó…bueno, me retiro, me encanto convivir con ustedes y lamento el espectáculo
que vino a montarles mi hermanita, si se les ofrece algo más ya saben dónde
encontrarnos, fue un gusto conocerlos a todos—se levantó de su asiento y se
despidió dándole un beso en la mejilla a los cuatro hermanos, para al final
detenerse frente a Roger.
—Cuídate, espero no haberla cagado con
Ainara—murmuró mientras dirigía a Kim hacia la salida del restaurante.
—No hiciste nada malo, eso estaba destinado a que
sucediera y espero saber pronto el porqué, pero te advierto que si le has hecho
algo que no vimos tendrás mañana a las cuatro hermanas Bloom reunidas en el
hotel—amenazó Kim a Roger antes de irse—. Y te recuerdo que todas somos igual o
peor que Nara.
Roger cerró la puerta mientras veía alejarse a su
única conexión con la mujer que lo traía desconcertado y giró para toparse con
la desagradable imagen de sus hermanos cotilleando sobre qué era lo que le
había hecho a aquella mujer como para hacerla huir tan ofuscada.
—La cagaste Roger, la has cagado hasta donde no
tienes idea—soltó Brandon sin retraimiento. Él se consideraba un experto en el
arte de la seducción, y ante él, Roger la había metido y hasta el fondo—. Lo
digo en serio llévale a su casa un ramo de flores y una caja de chocolates,
esas chorradas cursis siempre le sacan una sonrisa a alguna mujer, siempre lo
he dicho—musitó mientras se hinchaba de orgullo masculino—si le das una de esas
mierdas a una chica ella caerá rendida, eso es un clásico…nunca pasa de moda y
bueno, creo que sensibilizar un poco a Ainara te ayudará a arreglar todas las
cosas que han pasado.
—Me vale un bledo qué hagas tú, estamos hablando de
Ainara ¿acaso no la viste? Es más que obvio que me tirará las flores a la cara
y pisará los chocolates en la entrada de su casa—reprochó Roger cruzando de un
lado a otro frente a sus hermanos y pensando en una alternativa, odiaba darle
la razón a Brandon
—Hermanito, hermanito, hermanito, existe algo
llamado “entrega a domicilio” —puntualizó Matías dándole así la razón a Bran,
quien no dejaba de sonreír sintiendo que con ese consejo le salvaría la vida a
su hermano.
Roger giró la cabeza en busca de Carlos para que lo
apoyara, sin embargo él se encontraba más animado hablando con una de las
tantas recepcionistas que querían la vacante del hotel y que por supuesto
querían meterse en las bragas de él, cosa que obviamente estaba consintiendo.
Carlos platicaba anímicamente con una rubia
platinada cuando un fuerte tirón logró sacarlo de aquella esquina para ir justo
al medio del triángulo formado por sus hermanos, bajo una discusión que incluía
el incidente de Roger y Ainara como tema principal, entre otros alaridos a los
que ya estaba más que acostumbrado..
—A mi parecer Roger, también la cagaste pero eso ya
lo debes saber, creo que basta con dos opiniones certeras y para eso tienes a
Mat y a Bran, ahora si me disculpan debo entrevistar a todas esas chicas para
el puesto de recepcionista, nos hace falta una y si no la conseguimos pronto
este hotel se vendrá abajo lentamente—se excusó Carlos con la intención de
salir de inmediato de ahí, no quería dejar a la rubia, quería llevarla directo
a la cama para echar un polvo, pero si debía elegir entre ir por la rubia y
soportar a sus hermanos o huir a tiempo, prefería dejar sus deseos por la rubia
a un lado.
—Un momento Charly—se apresuró a intervenir
Brandon—. Sabes que mi trabajo es entrevistar al personal, gracias por hacer tu
buena acción del día tratando de ayudarme pero ya vasta y dile de una vez a
Roger que las flores funcionan, por lo menos a mamá le gustaba eso…—comenzó con
su discurso Bran.
—No, yo digo que vayas tras ella, ellas aman esas cursilerías
de cuentos de princesas así que se su caballero por un día y podrás llevarla a
la cama y si me sales con la sandez de que la amas de verdad, te sacaré esa
mierda a golpes, sabemos que sólo quieres meterte en ella y punto—sentenció su
sugerencia Carlos.
Si Roger no estuviera tan preocupado como para
ignorar a sus tres hermanos le hubiera roto la nariz de un golpe al gilipollas
de Carlos, en verdad quería meterse con ella, pero sabía que antes debía
enamorarla para poder hacerlo. Dejó a los tres idiotas discutiendo mientras él
salía del hotel para ir a ver a Ainara. De entre todas las tonterías que le
habían dicho probablemente la de Carlos era la menos estúpida, así que ¿qué
perdía con ir a verla?, sólo perdía energía caminando, pero ya se ocuparía de
acomodar su tiempo para cuando tuviera “ese” tipo de emergencias y poder ayudar
a los hermanos en el hotel, jamás había pasado ni un solo día sin trabajar.
Llegó hasta el enorme portón verdecino con una
delgada alambrada que giraba de diversas formas haciendo que se formaran
diversas figuras como si fuese filigrana, los barrotes ásperos y recién
pintados brillaban tal y como eran requeridos sin embargo ese portón era aquel que
separaba la calle de la enorme casa donde se encontraba aquella mujer que había
vuelto todo un lío su vida. Tocó con los nudillos un par de veces en el portón
verde pistache sin darse cuenta que a un
lado había una serie de botones para llamar a las distintas habitaciones. Nadie
salía y él ya comenzaba a desesperar. Comenzaba a pensar que simplemente no
quería verlo más, que desde ese pequeño instante de contacto entre sus bocas
había puesto el principio y el fin de su relación o cualquier cosa que pudieran tener hasta ese momento y qué él
no estaba dispuesto a abandonar.
Dentro de la casa se encontraba Reyna acomodando
las cajas en una pequeña bodega que estaba en su recámara para que no se viera
desordenado todo ese bulto de cartón. Bajó las escaleras para iniciar a barrer
la cocina y el comedor, ya después sus hermanas se encargarían del trapeado y
la barrida del resto de la casa, ya ella tenía suficiente con acomodar las
cajas y arreglar la cocina, demasiado trabajo físico para ella; aunque después
debería ir a echarle un vistazo al negocio que se había quedado plantado ahí
sin nadie que le atendiera y así poder hacer una lista de lo que necesitaban
para darle un empujoncito y ponerlo a funcionar lo más pronto posible.
Concluyó la barrida del comedor y la cocina y salió
con la enorme bolsa negra de desperdicios rumbo a la salida para depositarla en
el contenedor ubicado en la contra esquina de su casa y al atravesar por el
portón vio a un hombre sentado en la orilla de la acera esperando a alguien
mientras rascaba con una vara el asfalto.
—Hey, ¿se te ofrece algo? —gritó Reyna mientras
bajaba cuidadosamente la bolsa y se preparaba para golpear al tipo en caso de
que fuese necesario, las clases de defensa personal que Tess la había obligado
a tomar bajo el pretexto de: “Eres demasiado débil y muy fácil de derribar”,
debían rendir frutos.
—Oh, qué bueno, al fin alguien me abre la maldita
puerta, llevo horas tocando—externó Roger a modo de queja, creía que Ainara
había dicho algo sobre su tía, pero la que le abrió obviamente era su hermana—.
¿No se supone que tu tía estaba por llegar? —interrogó Roger intrigado por la
ausencia de Ainara y de Kim.
—Sí, mi tía vendrá hoy pero creo que llegará tarde
¿gustas dejarle algún recado?, si eres alguno de sus noviecillos te advierto
que aquí no eres bienvenido pero…
— ¡No!, en realidad no venía a ver a tu tía por
Dios ¿cómo puedes creer que yo…?, es decir no la conozco y en realidad vengo
por Ainara, pero veo que no está—los grandes ojos color miel de Reyna se
fijaron en los de Roger tratando de averiguar por qué quería ver a Ainara,
había algo en él que la hacía dudar, pero seguramente su bohémico romanticismo
era el que la obligaba a encontrarle siempre una explicación al corazón de los
hombres. En ese instante se le ocurrió algo nuevo para otro poema más, pero
antes de salir corriendo como acostumbraba quería terminar de analizar la mente
del hombre que se había plantado valientemente frente a su casa en busca de la
terca de Nara.
— ¿Se puede saber para qué la quieres? —advirtió el
cambio de la mirada de Roger que delataba que se trataba de algo personal y que
prefería no hablar de ello, quizá algo que tenga que ver con el ego masculino,
había estado con los hombres suficientes como para reconocer ese gesto de “no
te entrometas” y así lo hizo, prefirió pensar en cómo convertir ese momento en
poesía pura, cosa que no le costó demasiado trabajo.
—Bueno, yo debo irme, un gusto hablar contigo—
Roger dio la media vuelta y se alejó con un paso lento e indefinido.
El frío comenzó a caer sobre la delicada piel de
Ainara, quien pensaba en no regresar a su casa hasta que Kim le dejara de
insistir que le contara más sobre lo que pasó con Roger. Pensaba que ya había
dado el espectáculo de su vida con aquel castaño, metió sus manos a las
diminutas bolsas del vestido y decidió ir a la calle donde se suponía que
estaba el negocio de la abuela a distraerse y a despejar un poco su tan
aturdida mente.
—Es momento de ir a casa, ya hace mucho frio y no
tenemos ningún abrigo…—musitó Kimberly mientras se abrazaba para darse calor y
no quedarse pasmada detrás su hermana, así que no tuvo otra opción que seguir
los pasos de su terca hermanita que ya se encontraba bien encaminada hacia lo
que en unos días sería el negocio familiar de las Bloom.
Caminaron en dirección al negocio. Al llegar no
vieron mas que un pequeño establecimiento con un toldo de líneas horizontales
azules y amarillas, las paredes de fuera estaban descascaradas y con grafitis
por todas partes, las ventanas estaban grises por tanto polvo de los
transportes que circulaban por ahí y por las telarañas que no se habían quitado
en años, pero no tenían ninguna llave para abrir y echarle un vistazo por
dentro o no la tendrían a menos que su tía se las diera.
Kim comenzó a jalar la puerta para ver si el
picaporte se aflojaba y así poder entrar, pero este jamás cedió. En cambio,
Ainara sacó las llaves de la casa y apuñaló con ellas el vidrio de la ventana
que estaba junto a la puerta, introdujo con cuidado la mano evitando rasgarse
el brazo con el pico de algún vidrio resquebrajado y abrió sin problema alguno
la puerta de un tirón.
—No debías de ser tan salvaje, la tía tiene la
llave y podría abrirnos si queríamos—reclamó Kim, quien más que enojada estaba
asustada por la reacción tan impulsiva de su hermana.
—Bueno, ¿ves a la tía por aquí? Porque yo no así
que dudo que haya aprendido a tele transportarse o a usar la telekinesis sólo
para abrir una mugrosa y añeja puerta que bien pude haber destrozado de una
patada pero hubiese sido menos dramático.
Ainara se introdujo primero con una sonrisa que
denotaba el éxtasis que le provocaba estar ahí y por qué no, el haber roto el
vidrio para poder entrar. Escudriñó con la mirada todo alrededor de la tienda,
el polvo ya había cubierto los pocos muebles que quedaban y las polillas habían
dejado evidencia de su estadía en aquel lugar. El olor a pútrido era penetrante
y qué decir del aroma a humedad, seguramente la tienda no fue abierta durante
años o más bien, jamás la habían vuelto a abrir desde que la abuela Clara
falleció.
Kimberly entró temerosa de que una tabla se
rompiera y el techo las aplastara, el aroma que salía a madera podrida era una
seria advertencia para que no estuviesen ahí y mucho menos se atreviesen a ir
más allá de unos cuantos pasos del marco de la puerta. Entró con total sigilo
esperando ver ratas y demás animalejos espantosos andar por el suelo, pero lo
único que vio fue musgo y moho que se había acumulado con el tiempo justo en el
zoclo de las paredes, el aserrín esparcido por el suelo y la madera mullida con
la que alguna vez alguien construyó los estantes y algunos mostradores.
Ainara no pudo evitar suspirar, ella pensaba que
quizá sólo le darían una buena pintada y listo, pero ahora se daban cuenta de
que debían invertir demasiado en todo aquello, en muebles, mercancía, pintura,
tapicería…y en sus gastos no encajaban artículos innecesarios y pertenecientes
a otro negocio, sólo tenía contemplados los gastaos del restaurant que ella
había fundado junto con las primeras cinc franquicias, de ahí en fuera ella no
tenía más gastos en mente, se dio la media vuelta para salir de aquel lugar a
inhalar aire puro y quitarse ese terrible aroma a humedad del organismo. Pero
al girar el cuello sus ojos vacilaron y la hicieron ver una sombra, se volvió a
girar y la sombra permanecía ahí, comenzó a acercarse lentamente mientras
pensaba que se estaba volviendo loca, causado probablemente por la inhalación
de moho y musgo a la que se había sometido.
La sombra se levantó de un taburete roído que
estaba tirado en el suelo y caminó hacia ella, los rasgos se hicieron más
reconocibles y pudo ver entre todo el polvo y la poca luz la cara de su abuela.
De inmediato pegó un bote y sacudió la cabeza.
Eso no podía estar pasando, seguramente se estaba
volviendo loca, pensaba, pero la verdad era que ese rostro se había notado tan
real que pudo haber jurado que era ella, que ella estaba ahí y ni duda cabía
que le estaba sonriendo…pero ella ya estaba muerta, sí, seguramente estaba
alucinando por el musgo y el moho, tanta humedad ya se le había colado en el
cerebro alterando su vista.
—Kim, ¿la has visto? —gritó Ainara con una risa
nerviosa, de verdad quería que alguien le dijera que sí, que ella no estaba
loca.
Kimberly entró tosiendo hasta donde se encontraba
ella, y escuchaba claramente cómo la voz de su hermana estaba temblando, uno de
sus tacones de aguja se atascó en la loza rota del suelo y luchó contra ésta
para lograr sacar su pie. Dio unos traspiés hasta que se estabilizó y caminó
hacia Ainara, probablemente ella sí había encontrado alguna rata o algún
alacrán como para haber pegado semejante grito.
— ¿He visto qué? —dijo Kim mientras Ainara se
quedaba petrificada dándole la espalda.
—A…a la abuela—tartamudeó y Kimberly comenzó a
reír, no le daba crédito a lo que su hermana le estaba diciendo ¿su abuela?,
vamos, todo el mundo sabía que los fantasmas no existen y mucho menos uno de
más de siete años—. Yo la vi—insistió al ver el rostro de Kim lleno de
incredulidad y burla—sé que estaba aquí.
—No te ofendas Nara, pero ya estás muy grandecita
como para creer en esas cosas, es decir, ambas sabemos que eso es imposible—y
así Kimberly dio por finalizada la discusión, no tenía caso seguir hablando
sobre el tema, quizá si fuese Reyna quien se lo hubiera dicho lo vería como
algo normal. La lírica y prosa de Reyna ya le estaba afectando tanto que a
veces la veía hablar sola así que viniendo de ella podría ser algo común, pero
no de Ainara, ella sabía muy bien que esas cosas no eran posibles y que por más
que su cerebro se esforzarla en hacerle ver lo contrario la conciencia la haría
ver la realidad.
Ainara salió disgustada de aquel local, su hermana
no le había creído y bueno, si alguna otra de sus hermanas se lo decía
probablemente ni ella les creía. O quizá sólo fue una mala jugada de su mente,
Ainara quería que fuera una mala jugada de su mente o se volvería loca.
—Oye Kim, ve a casa, necesito despejar mi mente un
momento y ya vuelvo después—ordenó Ainara arrojándole las llaves de la casa a
Kim, quien no tuvo problemas en atraparlas en el aire y después asentir.
Ainara se alejó frotando sus brazos con las palmas
de las manos para darse un poco de calor y para usar las manos en una cosa y
calmar sus nervios. Ella la había visto, estaba segura de que era ella y que
podría pasarle en cualquier momento. En el cuadro que había decidido colgar en
el comedor como un recordatorio de que alguna vez, años atrás, todas las
mujeres Bloom habían estado reunidas ahí, aunque ella estaba en el vientre de
su madre, pero había sido parte de ese grato retrato de ellas; había reconocido
el rostro de la abuela y no le había aterrado, pero el haberla visto tan clara
le estaba comenzando a apanicar y a traer una oleada de temor y al mismo tiempo
de éxtasis por lo sucedido.
Una lágrima se le escapó al recordar todo, quizá no
había tenido la fortuna de conocer a su propia abuela, pero su madre le había
platicado tanto sobre ella que parecía que siempre pudo estar ahí para apoyarla
y para cuidar de ella. Recordaba las tantas veces que su madre presumía de los
postres que la abuela preparaba para toda la familia, o de lo hospitalaria que
era. «Tú te pareces mucho a ella cuando era joven, y no lo digo por tu físico
Nara, lo digo por tu actitud, eres tan aguerrida y terca como ella, pero todos
sabemos que tienes el corazón más grande que alguien pudiese conocer» solía
decirle su madre mientas ella la visitaba algunos días mientras iba y venía de
la universidad.
Las lágrimas cesaron y se sentó en la banca de
metal que estaba justo al frente de un diminuto parque que ella recordaba como
su “parque de los dinosaurios”, porque ahí hubo una exposición de pequeños
dinosaurios tallados en madera del cual Reyna obtuvo un maravilloso segundo
lugar a sus siete años. Suspiró, había pasado ya tanto tiempo desde que habían
abandonado la isla que las acogió en sus primeros años de vida, que acogió a su
madre cuando su padre las abandonó para huir y enlistarse para el ejército y
que acogió a la familia Bloom de hace tantas generaciones, era increíble que
ahora ella estuviese ahí, en el mismo lugar que la vio desde que era un bebé.
—No esperaba verte aquí—murmuró un hombre que pasó
frente a ella haciendo que pegara un brinco en la banca, él tuvo que detenerse
a observarla—. Te recomendaría que no estuvieras a estas horas aquí afuera, hay
criminales sueltos por las calles, yo podría ser uno de ellos. —murmuró con una
voz alegre.
Ainara sólo podía ver unos ojos azules que se
asomaban como relámpagos de entre las sombras, la voz aterciopelada le parecía
familiar, pero no recordaba de dónde lo conocía ni a alguien que tuviera ese
tono tan intenso de ojos.
—Tú no eres ningún criminal—se tentó a decir
Ainara, pensaba que si no mostraba miedo en su voz o inseguridad en sus
movimientos el hombre simplemente se alejaría sin hacerle daño—.Estoy segura de
que si te conozco de algún lugar no eres ningún criminal, no suelo juntarme con
esa clase de personas.
El hombre que en ese momento traía una sudadera con
capucha se la quitó y Ainara reconoció a uno de los hermanos de Roger ¿cuál de
todos?, ella no podía saber, no había prestado mucha atención a los nombres.
— ¿Y tú eres…?
—Matías Cadzow, no puedo creer que no me recuerdes,
sin duda soy el más apuesto de los cuatro y me olvidas, me haces sentir el
energúmeno más antiestético del planeta—jugó, la había visto caminar hacia la
banca con la cabeza gacha, realmente se le veía mal y pensó en seguirla para
animarla un poco—. Perdona que me entrometa, ¿pero por qué no estás con tus
hermanas?
—Por la misma razón por la que tú no estás con los
tuyos—respondió sagaz.
—Lo dudo—sonrió de lado—. Yo no estoy con ellos
porque son unos hijos de puta, hay veces que desearía ser hijo único—dijo con
suficiente severidad en sus palabras como para lograr que Ainara le creyera.
— ¿De verdad?
—Pienso eso y después me doy cuenta de que amo a
esos hijos de puta, de que probablemente sin ellos mi vida sería una mierda y
que no hubiese tenido ninguna niñez como la que tuve, por eso vine al
parque…así que espero que ese no sea el motivo por el que estés aquí, tus
hermanas no se ven para nada como unas…—dudó en decir las palabras,
probablemente ella se molestaría y huiría tal y como lo hizo con Roger—…no se
ven como unas malas personas.
—No estoy aquí por ellas, es por mí—Ainara se dio
cuenta demasiado tarde de que había revelado un poco de ella ante Matías y
temía que él se diera cuenta—. ¿Y tú, viniste a lanzarte de la resbaladilla?,
que maduro de tu parte.
—No estoy hablando de eso, no me digas que tú no
viniste nunca al parque, porque créeme que me vería obligado a darte un tour
por toda la isla incluyendo mis hoteles.
—Sí, sí venía a este parque con mis hermanas, unos
momentos muy tiernos y muy emocionantes para mi infancia, solíamos traer
nuestra cesta y hacer nuestro “pic nic” aunque sólo tuviéramos un sándwich y
una botellita con agua, pero eso para mí era todo un festín…—y siguió hablando
acerca de cómo pasaba sus días en la isla mientras Matías notaba aquel
resplandor en los ojos de Ainara cargados de amor, que aunque por fuera viera a
la misma mujer enojada e irreverente que les había azotado la puerta en la cara
aquella tarde que habían ido a ver a todas, sabía que en el interior había una
dama amorosa y cariñosa aguardando por ese alguien especial—…Bueno, eso ya no
importa es el pasado—retuvo algunas lágrimas que se habían acumulado en sus
ojos y tuvo que limpiarlas con el dorso de la mano tratando de evitar los
penetrantes ojos de Matías.
—Te llevaría a tu casa si te viera con los ánimos
suficientes de regresar a ese sitio, pero como veo que no tienes ganas de hacerlo
te tengo una propuesta, vamos al hotel y pasas la noche en una de las
habitaciones que están desocupadas—él no tenía ni la menor idea de si había
alguna disponible, pero el hecho de levantarse de la suite e ir a dejarle el
desayuno a la cama le parecía una ilusión un tanto estúpida pero de todas
formas podía darse el gusto de hacerlo.
—Te lo agradezco y bueno, me has leído la mente, me
encantó tu hotel no lo niego, pero…
—Tengo algo en contra de los “peros” de mujeres
¿sabes? —musitó Matías con diversión.
—Muy bien en ese caso acepto—se levantó de la banca
y se dispuso a ir andando, volteó la mirada y observó que Matías había sacado
el móvil de la bolsa de su pantalón y hablaba mientras fruncía los labios
¿acaso era tan malo lo que sea que le estaban diciendo? —. Bueno Matías, si no
puedes será mejor que me vaya a casa, mis hermanas deben estar preocupadas y mi
tía ya debe estar ahí y no la he visto—Ainara se percató de que empezaba a
hablar rápido, cada vez que estaba nerviosa lo hacía y ese era un momento como
aquellos e incluso inició a entrelazar sus manos y a jugar con ellas. Un signo
de nerviosismo más que evidente.
—Bien, desocupen un cuarto, ya vamos para
allá—sentenció colgando con furia—. Dormirás en la suite con nosotros, se que
suena raro pero en la suite tenemos seis recámaras totalmente independientes,
así que no te preocupes.
—No me preocupo, he estado acostumbrada a que los
hombres me acosen, así que eso parece normal.
—Yo no te estoy acosando, tú eres la que está
insinuando eso, yo no he hecho nada como para que te sientas acosada, además no
todos los hombres están locos por ti, tal vez tengas a Roger comiendo de la
palma de tu mano, pero en cuanto a Carlos, Brandon y yo no hay nada contigo
¡por Dios! Si mi hermano ya puso los ojos en ti es obvio que ninguno de los
otros tres nos meteremos contigo—admitió Matías mientras se daba cuenta de la
enorme confesión que le había hecho, si Roger se enteraba lo mataría o peor aún
le diría a la pelirroja, de la cual no recordaba ni el nombre, sólo recordaba
los enormes pechos que se acoplaban completamente en sus manos y del enorme
trasero que poseía…en fin, demasiadas imágenes de ella desnuda pasaron en su
cabeza. Le diría a ella lo que realmente estaba pasando entre ellos dos y eso
Matías no lo permitiría.
—Como quieras, será mejor que vaya a casa, no
quiero encontrarme con cuatro hombres que no han tenido relaciones sexuales con
ninguna mujer en bastante tiempo y que seguramente están esperando carne
fresca—dignamente Ainara siguió su camino con la cabeza en alto mientras Matías
iba tras de ella un tanto confundido.
Comenzaba a darle sus condolencias a su hermano que
se cargaba unos gustos medio extraños con las mujeres, pero esta vez mínimo
Ainara si era una mujer en forma y actitud, nada más excitante que una mujer
que rechaza los encantos de cuatro hombres. Eso ya era una meta personal.
Rendido decidió cruzar la calle y dirigir su camino
hacia el hotel, probablemente Roger lo esperaría ahí dentro después de que se
enteró de que Ainara iría.
—Mati, ¿dónde estás hermano favorito? —cantó Roger
al escuchar la puerta de la suite abrirse—. Te he estado esperando desde hace
media hora.
Ambos hermanos se encontraron mientras él caminaba
a paso suave y lento para que su hermano no lo viera llegar sin ella. Quizá si
le decía lo sucedido lo mataría, pero una mentira le salvaría el pellejo por
esta vez.
—Matías, ¿dónde está ella?, creí que habías dicho
que sacara todos los papeles de la habitación porque ella estaría aquí y bueno,
yo no la veo aquí—masculló irritado mientras apartaba sus manos en puños.
—Perdona pero yo no soy intermediario de nadie y
para tu información casi lo consigo, pero si no me hubieras hecho enojar por el
teléfono seguramente estaría aquí, ¿sabes una cosa?
—No
—Se está volviendo una costumbre para ti cagarla
con ella—murmuró mientras Roger se pasaba una mano por el cabello, necesitaba
deshacerse de los nervios y de esas ansias de volver a poner sus manos en ella.
—Espero que no—dijo en un resoplido.
Quizá Matías tenía razón y él estaba echando todo a
perder mientras ella trataba de llevase bien, o quizá la situación era al
revés. Ella era la que estaba haciendo lo posible por alejarse mientras él sólo
era amigable y vaya que estaba tratando de ser muy agradable si no en el
momento en el que le dio la caja de la mudanza la habría dejado en el suelo y
la habría llamado de una forma espantosa de la que seguramente se arrepentiría.
Caminó hacia su habitación, donde su librero estaba
repleto de los papeles que había sacado de la habitación que debería estar
ocupando Ainara. Tomó los papeles y comenzó a ordenarlos para matar el tiempo.
Un documento de color caoba llamó su atención, el
papel estaba añejo y arrugado, intentó alisarlo pero sólo logró arrancarle un
trozo de papel de la esquina superior derecha haciendo que algunas letras del
título se fueran ahí.
“Dear Bloom”
Decía aquella carta. Bloom. Roger ya había
escuchado ese apellido antes, y lo había visto en los registros de defunciones
de la Isla Capri. Alargó el brazo tomando así su tableta electrónica, abrió el
sitio web de la presidencia de la isla e introdujo el código que le fue
asignado cuando se encargaba de la publicidad turística para Capri con la
esperanza de que aun no renovaran el registro de cuentas. La página abrió y
seleccionó la entrada que decía “datos” de ahí se fue navegando y navegando
hasta que dio con el enlace que lo llevaba hasta las actas. El mensaje de “página
no disponible” le puso los nervios de punta y lanzó la tableta hacia su cama.
Lo habían bloqueado ya de esa parte de los registros, necesitaba saber a qué
Bloom iba dirigida, y, si sus sospechas eran ciertas, era a algún ancestro de
las Bloom que él apenas conoció.
—Más me vale que guarde esto en un sobre—decía
mientras hurgaba en los documentos viejos en busca de algo grande para cuidar
la carta. Pero tuvo una mejor idea, le tomó una foto con la tableta y después
metió con cuidado la carta entre otros papeles de pagos y cuentas bancarias
para que no llamara la atención y para poder leerla después con más paciencia
junto a las hermanas Bloom. Probablemente esa carta era para la abuela de las
mujeres Bloom, pero debería esperar hasta mañana para averiguarlo.
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