Bueno, hasta
ahora no he podido vender ni una ostentosa casa, sólo tuve que ir a una casa de
la Monroe Avenue para presentársela a una familia de seis integrantes con
serios problemas de matrimonio.
—Querido, esta
casa es enorme para nuestra pequeña familia—dijo la que parecía ser la esposa.
¿Pequeña? Esta
mujer debe estar ciega, cuatro son los integrantes “normales” de una familia,
¿pero seis? Y con el simple hecho de ver el rostro pálido de su esposo supe que
estaba pensando lo mismo que yo.
—Tenemos casas
con un tamaño más reducido, obviamente con el número adecuado de habitaciones
pero me parece que nos deshicimos del jardín, el recibidor y el cuarto para
huéspedes— recité hojeando el catálogo de casas en venta de la zona que me
correspondía.
Y ya tenía la
perfecta, la 3860 de Tenmile Norfolk. Con cinco habitaciones…aunque seguramente
el pobre tipo dormiría en el sillón después de esto; con una sala-comedor, una
cocina con barra, un cuarto para la lavadora y un baño con tina, perfecto para
esta mujer con un marido claustrofóbico. Yo también lo sería con cuatro hijos y
atada a alguien como ella.
—Me pensaré esa
para otra ocasión, necesito ir a ver otras de esta zona y me comunicaré con
usted—indicó la pelirroja sonriente.
«Gracias por
quitarme mi tiempo» pensé mientras ellos se alejaban.
Wow, una familia
como esas merecían una casa más grande de la que les había mostrado, pero
aquella mujer parecía necesitar apretada a toda la familia y bueno ¿quién era
yo para juzgar su vida?, tan siquiera ella tiene esposo.
Me monté a mi
automóvil con una enorme calcomanía en la cajuela con la leyenda “Whispering
Pines, somos lo que hace de tu casa un hogar” el lema más patético del mundo,
pero por lo menos me daban una excelente comisión por cada venta.
Manejé hasta las
oficinas centrales de la agencia de bienes raíces para entregar mi informe
semanal y a recoger mi paga por las ventas. Esperaba un grandioso cheque de $20,000
como paga por mi gran esfuerzo, bah, todo lo que hacía falta para concretar
ventas era poner especial atención a los jóvenes solteros y usar vestidos que
mostraran tus piernas, ellos eran los primeros en aceptar una casa sin ponerle
peros. Ya sabía todas las estrategias usadas por las vendedoras más
experimentadas.
Entré a la
recepción y una joven —de unos diecinueve— estaba atendiendo llamadas y muy
distraída apuntaba cosas en una libretita sobre el escritorio.
—Permítame un
segundo, enseguida se lo comunico—musitó con la típica voz de cualquier chica
de un call center y presionó el botón que re direccionaba la llamada hacia la
oficina del director—. Oh, hola Maggie—así me conocen todas las empleadas y uno
que otro tipo malcriado— ¿qué se te ofrece?
—Mi pago por las
ventas.
—Claro, hoy
llegó la carta con tu dinero, ya sabes, guárdala en la bolsa y huye de
aquí—susurró.
Ya habían
sufrido dos asaltos en tan solo esta semana. Un asalto a mi amiga con la que
compartía casa y otro a una mujer, de las cuarentonas, afuera de la empresa.
—Lo tendré en
cuenta—le di un guiño y caminé hacia los ascensores para subir a la oficina del
director y darle directamente el informe. Por extrañas razones yo era la única
que debía ir hasta allá para entregarle mi informe, el resto sólo lo ponía en
su bandeja de correspondencia para entregar y fin del proceso.
Caminé dentro
del elevador con otras tripulantes dentro. Una de ellas como de treinta años y
la otra unos años mayor. Yo era la vendedora más joven con veintidós años. Me
inicié en el negocio al salir de la universidad como abogada ¡y con honores!,
pero el título no te asegura el empleo y de ser prostituta en las calles a
vender casas…creo que no hace falta ni un gramo de inteligencia para hacer la
elección.
—Este mes vendí
diez propiedades, entre ellas la de la esquina entre Fort Street y Morgan
Street— comentó la más vieja de las dos.
Si como no, dile
eso a quien te crea, esa casa es imposible de vender. Era una casa que se creé
embrujada y una de las propiedades más caras que por ende era imposible de
vender, yo misma lo había intentado, ni siquiera con mis artimañas más
reservadas pude concretar su venta. Pero al parecer la otra mujer le creía cada
una de sus palabras, como si ella fuera el sensei de la mercadotecnia.
—A mi no me fue
muy bien, sólo cinco, pero es suficiente para pasar el mes—dijo cabizbaja la
otra mujer que estaba a un costado.
— ¿Y tú que tal?
—preguntaron al mismo tiempo.
—Lo
normal—respondí y bajé de inmediato para evitar las preguntas de aquellas
arpías.
Caminé hacia la
oficina y toqué la puerta. Comencé a arreglar mi peinado y retocar el poco
maquillaje que me había colocado esta mañana. Lo que iba a suceder a
continuación necesitaba del acopio de todas mis fuerzas y del mejor humor del
que podía gozar.
— ¡Pasa! —Gritó
alguien dentro de ella—. ¡Que pases te estoy diciendo! —Abrí bruscamente la
puerta y me introduje de inmediato con la carpeta de mi informe en las manos.
La oficina
estaba volcada e inundada de archivos y otras cosas en el suelo mientras un
enorme trasero sobresalía del escritorio. Me alisé la falda corta y el saco
antes de pronunciar algo.
—Señor Nichols,
vengo a dejar mi informe, si está muy ocupado puedo retirarme…—de inmediato
otra persona apareció detrás del escritorio. Un momento…o el señor Nichols
había rejuvenecido o yo estaba viajando al pasado—. ¿Señor Nichols?
—Hola mi padre
no está en este momento y créeme que lo agradezco, deseo hacer la compra de una
casa y me parece que usted es la adecuada—me inspeccionó de arriba abajo y
asintió sonriente—. Sí, usted es la indicada, me encantaría charlar un momento
con usted…
—Pero quédate en
tu oficina, no quisiera molestar a tu padre ni desperdiciar tu tiempo con un
ridículo informe—musité mortificada. Iug, yo no quiero salir con el hijo de mi
jefe, porque estoy segura de que esto terminaría en una cita incómoda en un
típico Starbucks porque el hijo de papi no ha recibido dinero.
—No te preocupes
hermosa, seguro que él vendrá pronto—me tomó del brazo y salió con rumbo al
ascensor para salir del edificio.
Mierda, ¿ahora
cómo lo iba a evitar?, definitivamente no tengo escapatoria.
— ¿Cómo te
llamas? —Preguntó el joven que me acompañaba en el elevador—. Mi nombre es
Michael Nichols y como ya has de saber soy como tu jefe o por lo menos algo
así—me guiñó un ojo y no pude evitar hacer una cara de asco.
— Margaret Lew a
sus órdenes—le tendí la mano y se la llevó a los labios haciendo un sonido
exagerado al realizar el beso.
—Mucho gusto ¿te
puedo llamar hermosa, no? —Estuve a punto de responder con un certero “no” pero
ni tiempo me dio de responder—. Bien hermosa, ¿qué casa me vas a mostrar?, me
encantaría ir a la tuya.
Estúpido
engreído, ¿qué se está creyendo?
—No, de hecho
quiero mostrarte una que recientemente acabo de visitar—sí, la de Monroe
Avenue—. Es perfecta para ti—esbocé mi más encantadora sonrisa. Esta
oportunidad sería única.
—Muy bien
hermosa, yo tenía ganas de pasarme por tu casa pero haciéndolo en otra me daría
lo mismo— ¿Haciéndolo?, ¿de qué demonios estaba hablando este tipo?
—Comprando,
supongo que a eso te referías y espero de verdad que la compres.
Salimos hacia mi
auto y él se introdujo del lado del conductor mientras yo me quedaba fuera
sosteniéndole la puerta. La cerré de un portazo y de inmediato me senté en la
parte trasera.
—Bueno, en vista
de que deseas conducir vete a la…Avenida Monroe por favor, ahí está la casa que
quiero mostrarte, después te enseñaré el número.
Manejó como un
adolescente desquiciado escapando de la policía y llegamos en tan solo quince
minutos ¡y el recorrido tarda media hora! Pero aun con el corazón en la
garganta descendí del auto mientras el estúpido hijo de mi jefe esperaba a que
le abriera la puerta.
—Gracias
hermosa, ahora…—me tomó por la cintura y me acercó demasiado a él—. Creo que
has estado esperando esto—trató de besarme y enseguida subí mi rodilla con una
velocidad impresionante hasta golpearlo en la ingle.
—Creo que es
hora de ver la casa—dije sin inmutarme, trataba de mostrarme tranquila aunque
tuviera a mi acosador en las narices—. Es por aquí.
Caminamos hasta
dar con la casa y no tuve que hacer demasiado, sólo el paisaje era hermoso. Una
colina justo al frente de la ventana de la cocina, la casa estaba rodeada de
árboles y el jardín tenía una higuera, una manzano y una vid. Algo que en esta
zona es un lujo, casi nadie posee arboles de ningún tipo, pero al tratarse del
hijo de mi jefe supongo que puede darse el lujo.
— ¿Y, qué
opinas? —pregunté con una sonrisa falsa.
—La vista es
magnífica, y no estoy hablando de la casa precisamente— arqueó una ceja y
esbozó una media sonrisa que supongo que a cualquier chica le hubiera
encantado, pero no a alguien como yo ¿pensaba que bastaba con una sonrisa?,
desde que hablamos quería patearle su enorme trasero y deshacerme de él.
—Pues yo si
hablo de eso, aquí están los papeles—extendí el contrato que debíamos entregar
para que se dirigiera a las oficinas centrales y ahí hicieran todo el trámite
para la compra de la casa.
—Bueno, creo que
también quiero que me des otra cosa.
—Lo siento, pero
a estas horas se acaba mi turno, así que adiós—corrí a través de la casa y
salté de inmediato al interior de mi auto mientras él me seguía y se quedaba
recargado en el marco de la puerta observando cómo me retiraba.
Hasta ahora
reparé en su aspecto. Un elegantísimo traje Ermenegildo Zegna hecho a su
medida, sus músculos resaltaban aun con la gruesa tela del saco, los zapatos
pulcros tal y como los de su padre, el cabello rubio le caía por la frente y
sus ojos azules resplandecientes hipnotizaban… ¡pero joder! Tenía la peor
actitud de todas ¿creía que todos debían servirle?, puede irse muy lejos porque
conmigo no va a llegar ni a la oficina de su padre.
Aparqué fuera de
mi casa y al entrar vi el atrapasueños colgado de uno de mis candelabros y
cuentas de madera regadas por el suelo. Casi caigo sobre mi trasero pero pude
sostenerme de la mesa.
— ¿Qué hace esto
aquí? —le grite a mi inquilina.
Mi amiga Joanne
Shively había decidido comprar la casa y que yo pagara la otra mitad. Pues yo
terminé pagando toda la casa y ella se encargó de llevar las maletas, pero es
mi amiga y la acepté.
—Veo que tu aura
es muy obscura el día de hoy—murmuró saliendo de una esquina de manera
dramática y espeluznante.
—En primer lugar
no entiendo nada de lo que dices y en segundo ¿puedes parar con esto de lo de
ser gitana? No porque tu madre sea española significa que eres gitana.
—Bueno, pero eso
no quita el hecho de que tu aura esté obscura ¿qué te pasó?, supongo que algo
muy negativo y por favor, asegúrate de bañarte bien para que toda esa mala
vibra se valla.
—Que conste que
es sólo coincidencia ya que yo dudo…no importa, pero conocí a un chico, más
bien el hijo de mi jefe y…—me quedé observando cómo mi amiga se asomaba por la
ventana ignorándome por completo.
—Síguele, te
estoy escuchando.
—Como te decía
él es un tipo atractivo, de ojos azules, cabellera rubia, una sonrisa de
comercial, cuerpo de un atleta, alto, delgado…pero con una actitud horrible, le
tuve que abrir la puerta de mi auto para que pudiéramos ir a una casa que le
iba a mostrar, me quiso besar a la fuerza, me puso un apodo sin consultarlo…lo
odio profundamente.
—Un
Aries—susurró.
— ¿Un qué? —en verdad
no entendía a mi amiga.
—Es un chico
cuyo signo zodiacal es Aries, conozco a los de su tipo. Son hombres líderes,
les gusta mandar sin que ellos reciban órdenes, piensan que todo lo que hacen
está bien, son agresivos, inquietos…—y siguió dándome características de “los
Aries” aunque no le creí nada, pero bueno—. Y bien ¿es así el chico que
conociste?
—Bah, esas son
solo coincidencias…y no salgas con tus visiones de que “las coincidencias no
existen” —dije imitando su voz.
—Está bien, si
no me crees ve y pregúntale el día de su cumpleaños y busca en esas revistas de
chismes, en la horrible sección de horóscopos que sólo los infames leen el
signo que le corresponde—hizo una anotación en una hoja que sostenía en la
mano, la dobló por la mitad y me la entregó—. La vas a abrir cuando te hayas
dado cuenta de que él es un Aries y entonces vendrás rogándome que te lo quite
de encima.
—Como digas—hice
un mohín—. Y si vuelvo es porque yo también vivo aquí…pero por el momento
tomaré una ducha, el sobre de mi ganancia está en la bolsa, mañana ve a
cobrarlo y guardas la mitad en la cuenta—fui gritando mientras subía hacia el
baño.
Me introduje
bajo las suaves gotas de la regadera, el agua iba destensando cada músculo por
el que se deslizaba «malas vibras» pensaba mientras el agua me relajaba.
Proseguí a lavarme el cabello con mi shampoo de frutos rojos con maracuyá, mi
padre me lo había mandado de su viaje a Alemania y me dijo que era para
mantener suave mi cabello «que se vayan las malas vibras» oh maldita Joanne, ya
me metió sus tonterías en la cabeza, pero ¿y si eso de los signos era real?,
no, en qué estoy pensando, nada de eso es cierto, es pura superstición. Pero de
todas formas ¿qué perdía con preguntarle su cumpleaños? ¡Nada! Así que
seguramente mañana le daría mi atención por un momento, después de todo eso era
lo que él estaba buscando.
Me vestí en mi
habitación con un vestido sencillo pues en unas horas ya estaría durmiendo y no
valía la pena arreglarme para algo, sólo era una cena con la loca de mi amiga.
Bajé de las
escaleras y todo estaba levantado, las cuentas de madera ya no estaban regadas,
el atrapasueños había desaparecido y la ropa vieja de Joanne había sido
remplazada por cosas decentes.
—Ya preparé la
cena, más vale que te sientes y que me cuentes todo sobre ese chico, parece
interesante y sería un buen conejillo de indias para mis experimentos.
—No, ni lo
pienses, yo no mantendré contacto con ese imbécil, si tan interesante te parece
¿por qué no te lo presento?
—No sería mala
idea, pero si me lo presentaras estaría todo el día metido aquí y creo que eso
te incomodaría.
—Está bien,
seguiré en contacto con él pero solo por ti, no quiero que te imagines otras
cosas—advertí mientras jugaba con el spagetti que mi amiga me había preparado.
—Como digas, yo
no pensaría mal de ti nunca, pero es obvio que tú no eres compatible con los
Aries, debemos buscar a alguien más a doc contigo—y con eso dio por finalizada
la discusión.
De todas formas sería yo la que lo vería mañana,
de nuevo al “Aries” que tanto detesto.
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