Esta vez se presentó
en mi casa, ¿en qué estaba pensando al presentarse de esa manera aquí?, ni
siquiera mis padres sabían que yo ya lo conocía y no estaba esperando que se
enteraran de esta manera.
Giré sobre mis talones para permitirle la entrada
a mi casa, pero al observar a todos mirándome no pude evitar poner mala cara y
hacer un mohín.
—Buenas tardes señor y señora Boucher—saludó
respetuosamente a mis padres dejándome boquiabierta.
—Joven Cordier, gracias por aceptar la invitación
de venir a hablar de negocios—correspondió el saludo mi padre.
Ahora sí no sabía a qué venía todo este drama,
¿ahora ya se había metido en la bolsa a mi padre?, qué sigue ¿Qué se gane la
confianza hasta del perro?
— ¿El…se queda? —tartamudeé torpemente.
— ¿Qué te sorprende? —preguntó evasiva mi madre.
—No, no es nada, es solo que papá nunca…
—Debemos habar—interrumpió mi madre mientras me
llevaba escaleras arriba hacia la terraza.
Una vez arriba, se limitó a posarse cerca del
barandal admirando la vista. Desde este sitio se podía ver la mitad de la
ciudad completamente iluminada por los faroles de las calles y de los coches
que transitaban de un lado a otro.
—Ehm…ehm—me aclaré la garganta.
—Hija, no hagas eso de nuevo delante de tu
padre—ordenó mi madre clavándome una mirada asesina—te estás comportando
extraña, ¿sucede algo?
Dudé en decirle la verdad a mi madre y dejarme
llevar por mis emociones, pero preferí aguantar y no hacer sufrir con mis
problemas a mis padres.
—No pasa nada ma—dije con una sonrisa fingida.
—Te creeré, pero ahora que tengo tu atención, me
vas a decir por qué estabas así el otro día—y emití un enorme suspiro.
—Me olvidé de una excursión a la empresa de papá,
comenzó a llover y una motocicleta me empapó de pies a cabeza, en cuanto a las
hojas no puedo darte una explicación por que ni yo tengo idea de cómo me hice
de ellas—me sentí aliviada al decirle todo…o bueno, la mayor parte de la
historia.
—Bueno, me has dejado sin palabras Serene, no sé
qué decirte.
—Un “no te castigaremos” sería suficiente—dije con
una risa de amargura.
—No te preocupes hija, tu padre no se enterará, se
lo importante que es para ti salir de compras—no agregó nada más y se retiró de
la terraza.
La imité unos
minutos más tarde con la esperanza de que aquel chico se hubiera marchado.
Traté de pasar
directamente a mi habitación sin hacer ningún ruido que me delatara en las
escaleras, giré para ir al pasillo de mi cuarto y la puerta del baño del frente
comenzó a crujir por el movimiento del picaporte.
Tratando de no
perder la calma me introduje rápidamente a mi habitación mientras espiaba por
una rendija.
Ferdinand salió
del baño con la cara empapada y recién lavada <<al menos tiene
educación>> pensé, cuando torpemente me recargué en la puerta para ver
más de cerca y ésta se abrió por completo dejándome caer de boca frente a él.
— ¡Pero qué
demonios! —Gritó alarmado por mi caída— ¿Qué estabas haciendo? — preguntó
confundido sin ayudarme a levantar.
— ¿Me ayudas a
ponerme de pie? —reproché con mala cara.
Me tendió una
mano y la tomé mientras me ponía de pie, levanté la vista y lo encontré
observándome con algo de preocupación.
—Bien, mañana
hablaremos al respecto—dijo confundido mientras se pasaba una mano por el
cabello.
—Ni lo
recuerdes—espeté.
— ¿Tan malo es?
—Más de lo que te
imaginas.
— ¿Más que tu
caída? — “arrogancia detectada”
— Largo de mi
casa—susurré señalando hacia la salida.
—Esto depende de
tu padre, no de ti—culminó dirigiéndose escaleras abajo.
Me fui directo a
mi dormitorio esta vez sin repararme a darme un baño antes de dormir.
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Por fin sábado
libre de la universidad y de trabajos escolares << ¡Ring!>> suena
mi celular desde el otro extremo de mi cama.
— ¿Hola? — contesté.
—Hola Ser, perdón
que te despierte tan temprano, pero me ha hablado aquel chico del centro
comercial... —dejó de hablar por unos segundos— ¿cómo se llama?
—Ferdinand—musité
mientras rodaba los ojos.
—Ah cierto,
Ferdinand, llamó para invitarme a salir hoy—chilló
de emoción, tal era el furor que dejó caer el celular al suelo—perdona por eso
Ser, estoy tan emocionada.
—Pues felicidades.
—No te escuchas
muy feliz que digamos.
—No, no, de
verdad que estoy contenta por ti—fingí una risita para corroborar mi felicidad
“juro desde este momento que no dejaré que ese cretino se aproveche de mi mejor
amiga” me repetí.
—Te creeré, pero
no tengo que ponerme así que qué dices si salimos de compras…—dudó por unos
instantes— ¿o estás castigada?
—Aún no, pero
aprovecharé al máximo ¿paso por ti?
—No, es mi turno
de llevarte, espero estés lista a las 4—y colgó sin despedirse
— ¿Bueno? —dije mirando
perpleja a mi celular.
Bajé de inmediato
a desayunar con mis padres, pero a juzgar por la expresión de mi padre esta no
sería para nada una mañana tranquila.
—Buenos
días—saludé en general a todos en la mesa.
—Si piensas que
son buenos…—masculló mi padre.
Con un inmenso
miedo apoderándose de mí decidí posarme en mi habitual asiento a desayunar con
ellos.
—Si crees que
dejaré que las cosas se queden así está muy equivocada señorita—inició mi
padre. Miré a mi mamá en busca de apoyo pero ella hizo como si no existiese
ahí.
— ¿A qué te
refieres?
—Ni creas que lo
he olvidado Serene—soltó al fin mi padre.
—No sé de qué
estás hablando—mentí.
—Una cosa es que
sea paciente y tolerante y otra que me tomes como estúpido—estalló en ira
mientras mi mamá se retiraba del comedor dejándonos a solas.
Y yo necesitaba
testigos para el homicidio que me iba a preceder.
— ¿Quieres la
historia larga o el resumen? —contesté cruelmente.
—Solo quiero
saber la verdad—tomó por fin asiento.
—Olvidé la
excursión a la empresa pa y luego un chico en motocicleta me salpicó un charco
encima y las hojas en mi cabello son lo único que no puedo explicar, ¡pero eso
no es un maldito crimen! —por fin estallé harta de responderle la misma
pregunta a todas las personas que me vieron así.
—Perdona hija, sé
que he sido muy duro, pero esto se merece un castigo, no por lo que te haya
pasado, si no porque no lo dijiste antes—esta vez no podía salvarme, él tenía
la razón.
— ¿Cuántos días?
—Una semana será
suficiente—concluyó y se levantó de la mesa—y no quiero discutir nuevamente
sobre esto.
—Ni yo.
Me levanté de mi
asiento y fui directo a mi habitación sin la intención de cruzar palabra con
nadie, pero mi celular volvió a sonar.
—Bueno, no estoy
de ánimo para hablar Pau, márcame en otro momento—dije y colgué, pero el
teléfono volvió a sonar.
— ¡No me vuelvas
a colgar!, estoy preparándome para ir de compras y quería saber qué color de
zapatos llevar…
—Ahora no Pau, no
ando de humor—interrumpí.
— ¿No irás
cierto? —resopló, solamente ella podía adivinar lo que me pasaba con sólo
hablar por teléfono.
—No, no lo tengo
permitido, pero espero y te la pases increíble con tu cita.
—Gracias, eres
una amiga fenomenal Ser, por eso te amo—dijo chillando de emoción.
—Cuidado con lo
que dices o tu cita me golpearía por recibir de tu amor—y ambas soltamos una
carcajada.
—De verdad
gracias, y lo siento mucho—dijo antes de colgar. Nuevamente no se despidió de
mí.
La comida pasó
muy rápido y demasiado silenciosa, se reprimió a la típica charla de “¿Qué tal
tu día?” “¿Me pasas la sal?” y ese tipo de cosas.
Subí de nuevo a
mi habitación y puse una película para distraerme un rato, estaba tan
entretenida que cuando sonó mi celular y lo cogí vi cinco llamadas perdidas de
un solo número.
— ¿Bueno?
— ¡Te he estado
marcando y no contestabas!
—Perdón por no
estar a tu disposición las 24 horas del día—mascullé irritada.
—Solo te llamo
para recordarte que paso por ti a las seis en punto—dijo del otro lado, me lo
imaginé riendo ante su dejo de confianza.
—No me permitirán
salir—dije por primera vez aliviada de que mi padre me haya castigado.
—Veré como lo arreglarlo,
te veo a las seis
—Quisiera que
no—murmuré molesta.
—Cuídate, bye—y
colgó.
Me tumbé en mi
cama hecha un nudo de confusión ¿Y cómo exactamente piensa sacarme de mi casa?,
no importa, que haga lo que quiera, estoy segura de que no me dejará salir.
Al terminar la
película bajé con el cabello alborotado y me lo cepillé, vi mi reloj y ya eran 5:45am
y comencé a arreglarme para salir, sé que no debería importarme ir con
Ferdinand, pero mis padres me habían acostumbrado a ser educada.
Me puse un
vestido y un abrigo, unos tacones de cinco centímetros y bajé cuando escuché
que tocaban el timbre.
Ante mí estaba un
chico alto, muy guapo vestido de traje, al parecer de Oscar de la Renta, los
zapatos perfectamente limpios y qué decir de su cuerpo, tenía todo en su lugar,
era delgado pero sin llegar a ser flaco y tenía los músculos marcados pero no
como los hombres que se ven en la TV, si no como un modelo de revistas de moda,
tal y como los de las revistas de mi madre
— ¿Me vas a dejar
pasar? —dijo el chico frente a mí. Me sonrojé por mi propia expresión de
admiración ante él.
—Cla…claro,
adelante—abrí la puerta para que pasara.
Mis padres
aparecieron y se quedaron impresionados al verlo ahí.
—Buenas tardes
señor y señora Boucher—saludó amablemente.
—Buenas tardes
joven Cordier—musitó mi padre— ¿a qué se debe su visita tan formal? —cuestionó.
—Vengo a ver a la
joven Serene, no terminamos de firmar todos los documentos, así que solo vengo
por trabajo—mintió, se le daba tan bien eso de las mentiras, era de admirar
para un hombre que finge ser totalmente honesto.
—Entonces no los
entretengo más, vaya a terminar y espero acepte dejar su dinero con nosotros—mi
padre nos abrió la puerta mientras salíamos.
Una vez fuera me
abrió la puerta de su auto y se introdujo detrás conmigo, pensé que el conduciría,
pero traía un chofer, ¡maldición!, debí traer un vestido más largo y elegante.
— ¿A dónde vamos?
—preguntó interrumpiendo mis pensamientos.
—No lo sé, creí
que tu decidirías el lugar—respondí tajante sin voltear a verlo, pues estoy
consciente de que luce fantástico de traje y que no podría dejar de admirarlo.
—Es tu salida,
así que escoge el lugar.
—No, yo no quería
salir y además hicimos un trato, así que no me importa el lugar, solo llévame y
listo—dije mientras fruncía el ceño.
—Muy bien,
entonces vallamos a comer a mi casa—se burló.
—Como
quieras—reté encogiéndome de hombros.
Dirigió el rumbo
del automóvil hacia otra dirección contraria a la que íbamos, pero no me
asusté, pues sabía que no sería tan cretino como para llevarme a su casa
realmente.
— ¿A dónde nos
dirigimos? —pregunté.
—A mi casa—sonrió
y yo no pude evitar una risita.
—Hablo enserio
Ferdinand.
—Yo también—esta
vez su semblante era más serio.
—No pensé que…
—Me diste la
opción de elegir, así que es lo que hago—interrumpió dejándome sin habla.
Pasamos unas
cuantas calles y nos detuvimos en una casa de dos pisos pequeña pero la fachada
era lujosa.
—Bienvenida a mi
departamento—abrió mi puerta y me tomó de la mano para ayudarme a salir.
Caminamos por
todo el patio hasta llegar a su puerta, pero sorpresivamente aun no me soltaba
la mano y tuve que tirar de ella para soltarme de su agarre. Ferdinand se
sonrojó al darse cuenta de la tontería que había cometido.
Abrió de par en
par las puertas del departamento y me sorprendió lo limpio y ordenado que
estaba y lo adornado y lujoso que lo mantenía.
— ¿Sorprendida?
—había leído mis pensamientos nuevamente.
—Un poco—admití
esta vez, toda la arrogancia había desaparecido de mí.
—Vaya, veo que
comienzas a ser honesta.
—Si sigues con
esto vas a morir en tu propio departamento.
—Entendido.
Se apresuró a
colgar mi abrigo en un closet cercano a las escaleras y me invitó al comedor.
—Pasa preciosa—de
nuevo ese mote, ya me estaba cansando.
Hice lo que me dijo, y al asomar la cabeza en el comedor la
sorpresa de nuevo se marcó en mi rostro, ¡había arreglado todo para la comida!
—No debiste…
—Ya está hecho, solo
disfruta—interrumpió.
Pero no todo
podía ser tan perfecto como lo esperaba, mi teléfono volvió a sonar con Pauline
del otro lado.
—Bueno, Pauline
no es un buen momento—susurré.
—Ser, Ferdinand
no ha llegado.
—Maldición—solté
y colgué
— ¿A qué se debe
esa expresión?
—Vete con
Pauline—respondí con ira hacia Ferdinand.
—Maldición—musitó—lo
olvidé por completo—sacó su celular y marcó un número.
Observé cómo caminaba
de un lado a otro pasando su mano por el cabello en repetidas ocasiones.
—Te lo compensaré
preciosa—me jaló del brazo y me sacó de su departamento.
— ¿Qué sucede?
—pregunté contrariada.
—Voy con
Pau—respondió mientras tiraba de mí hacia fuera.
—Puedo largarme
sola Ferdinand Cordier—giré y me fui rápidamente.
— ¡Perdóname, te
lo compensaré! —Gritaba detrás de mí, lo ignoré y paré un taxi para subirme a
él—No es necesario, puedo llevarte.
—Se te hará
tarde—respondí y cerré de un portazo el taxi—Al Boulevard
Haussmann—le ordené al
taxista.
—Enseguida—respondió.
Comencé a llorar
en cuanto arrancó el taxi. Es estúpido, <<no siento nada por él, no
siento nada por él>> me repetía incesablemente, pero mi mente me evocaba
a Ferdinand vestido con aquel traje y no podía evitar el llanto. Lo peor de
todo es la explicación que les daré a mis padres al llegar así.
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