No sé por qué debo de encontrarlo en todas partes, pero si lo hace a propósito yo también puedo llevarle el ritmo.
—Joven Cordier,
seleccione un lugar vacío y después se le asignará un casillero—musitó la
directora.
—Si—contestó y
fue en busca de un asiento vacío que afortunadamente no estaba cerca de mí.
—No puede ser,
ese tonto no nos va a dejar en paz—masculló Pauline a mi costado y me hizo reír.
—Pero tú lo
pediste ¿no?, deberías estar feliz de poder compartir ocho horas al día con
el—bromeé.
—No después de lo
que me hizo, pero tal vez tú podrías averiguar el por qué de su huida.
—No, no creo que
quiera hablar al respecto Pau, será mejor que dejes de pensar en él—sacudí la
cabeza para sacar las palabras de Ferdinand de mi mente <<tú eres ese
asunto tan importante>>—y además, sea cual sea la respuesta no debes
darle importancia.
—Tienes toda la
razón Ser, ahora él es todo tuyo.
—Ya te dije que
no—repliqué molesta porque ella piense que siento algo por él.
—Como quieras,
los dos hacen una linda pareja—continuó con su sonrisa.
— ¡Que no!
—espeté interrumpiéndola clase.
— ¡Señorita
Boucher, salga de mi clase ahora! —ordenó furiosa la profesora de matemáticas.
—Pero yo
solo…estaba hablando un poco y perdí los estribos—dije fulminando a Pauline con
una mirada asesina.
—No me interesa,
desde hace un momento estuve viéndote charlar con tu compañera…la de al
lado—señaló a Pauline—y te sales de mi clase o te daré de baja por una semana.
—Me largo—cogí mi
mochila y salí del salón hacia la cafetería.
Al llegar ahí
estaba completamente vacía, solo estábamos la cocinera y yo, pero no estaba tan
deprimida para ponerme a platicar con ella como si fuese un bar tender.
La clase
continuó, ya que mis horas con ella eran tres seguidas y decidí caminar un rato
por el campus, con la esperanza de encontrar a alguien familiar.
— ¿Ya viste al
nuevo chico de la facultad de administración? Es tan encantador—susurró un
grupo de chicas que estaban sentadas cerca de las bancas para comer.
— Dicen que es
millonario—respondió otra.
—Por favor Corin,
todos aquí somos millonarios, no por nada es la escuela más cara y prestigiosa
de París—y todas rieron ante el tonto comentario.
—Pero volviendo
al tema, es maravilloso ese chico, ya quiero saber cómo besa—murmuró la que
hace un momento llamaron Corin.
—Sí, es tan
sexy—y todas volvieron a reír.
Molesta por sus
comentarios decidí ir a poner un hasta aquí a toda su conversación.
—Ustedes ni
siquiera lo conocen y apuesto que si lo hicieran, él no estaría besando a
cualquier zorra que se le cruce enfrente—alcé las manos y las dejé caer a los
costados llena de ira, salí de ahí tomando camino hacia mi edificio de la
facultad para dirigirme a la siguiente clase, pero las chicas a las que hace un
momento interrumpí iban pisándome los talones— ¿Cuál es su problema? —giré
sobre mis talones para enfrentarlas.
—No, cual es TÚ
problema—respondió la rubia del grupo apuntándome acusatoriamente.
—Ustedes, ustedes
son un problema—respondí agarrando cada vez más duro las asas de mi mochila.
—Que linda, al
menos eres honesta—y me abofeteó.
—No me importa,
de todas formas eso no te quita lo zorra—di un paso hacia atrás para alejarme de
ellas antes de que empeorara la situación.
—Pues a mí sí, no
soy una zorra, no más de lo que eres tú y no te permitiré que hables de mí
así—y volvió a abofetearme. Esta vez ya estaba llena de ira y llevé mi mano al
aire para asentarle un golpe para que dejara de molestarme, pero una mano tomó
mi muñeca impidiendo el golpe.
—Suéltame—tiré de
regreso mi mano.
—Preciosa,
déjalas, no te rebajes a ese nivel—comentó Ferdinand tomándome de la mano para
alejarme de aquel sitio y yo esta vez no hice el esfuerzo de liberarme de su
agarre, al contrario, lo abracé por la cintura para cerrarles la boca a las
descaradas que nos observaban.
—Gracias—susurré.
—No es nada, no
me gustó la forma en que te estaban observando, daban miedo, parecían gatos
cazando a su presa—rió y yo lo imité— ¿por qué te golpeó una de ellas?
—Yo…yo…no tiene
importancia ya—enrojecí al recordar lo que me había enfadado de su conversación.
—Parece que estoy
en boca de todos el día de hoy, unas chicas hace un rato hablaban de mí.
— ¿De verdad? —el
no respondió—pues es que eres “la sensación del momento—jugué.
—Gracias, por que
supongo que eso es ¿un halago?
—No te emociones.
Nos dirigimos al
salón de clases y me dejó en mi asiento, me soltó de la mano, un momento ¿no lo
había soltado ya en el camino?, demonios, todos debieron habernos visto así.
Agaché la cabeza dejando caer mi naranja cabellera sobre mi rostro.
—Me voy a mi
asiento—susurró antes de irse.
—Adiós—sacudí mi
mano de un lado a otro en señal de despedida. Patéticamente dio cerca de cinco pasos
y llegó a su asiento y yo me dejé caer de lleno en mi mesa, ¿en qué estaba
pensando al actuar así?, esto solo me traerá problemas.
Tocaron el timbre
para la siguiente clase, mi némesis, “psicología empresarial” es una materia
muy sencilla pero demasiado complicada para mí.
—Les recuerdo que
el día de mañana se llevará a cabo mi examen de regularización, los siguientes
alumnos serán los que deben asistir:
·
Boucher
Serene.
·
Cordier
Ferdinand.
·
Dassé
Grant.
·
Simons
Bernard.
—Los veo mañana a
las siete en punto, ni un minuto después o se les quitará el derecho a
examen—advirtió el profesor—ahora, saquen el libro en la página ciento
veinticinco y hagan las actividades indicadas por equipos de tres y al terminar
me dan una hoja con las aportaciones que les dio el ejercicio y de tarea quiero
que lleven a cabo esta actividad en la empresa asignada a sus prácticas y que
su jefe selle un formato que mandaremos.
—Serene—me llamó
Pau—hagamos equipo.
—Uhm…si—dije
distraída—nos falta uno.
—Completos—dijo
Ferdinand uniéndosenos.
—Prefiero hacer
equipo con Eve y Chris antes de estar contigo en uno—repeló Pauline.
—Pues a ellas les
falta una, aún puedes unírteles—contestó Ferdinand con ese deje de descaro y Pauline
solo gruñó en su defensa.
—Ahora si los dos
se comportan y dejan de pelearse—musité.
—Está
bien—dijeron los dos al mismo tiempo, lo que enfureció aun más a Pauline y yo
solo rodé los ojos en señal de agobio.
—Dice aquí—señalé un párrafo del libro—que
hagamos una ¿representación de contrato?, ¿cómo se hace eso? —pregunté.
—A mi no me
mires, también la reprobé en mi anterior universidad—respondió Ferdinand.
—Es una de esas
sesiones de entrevista para trabajo—respondió Pauline.
—Ya entiendo, yo
entrevisto—dije inmediatamente.
—Yo… ¿respondo?
—ofreció Ferdinand.
—Yo superviso—murmuró
Pauline suspirando.
—Muy bien señor
Cordier, ¿tiene alguna experiencia en el rubro?
—Si…uhm… ¿de qué
rubro hablamos? —los tres reímos.
—Cierto…uhm… de
moda supongo—me encogí de hombros—Muy bien señor Cordier, tiene alguna
experiencia en el rubro…de ¿la moda? —re formulé mi pregunta.
—Sí.
— ¿En qué ha
trabajado?
—Fui modelo de
Oscar de la Renta y Miu Miu; y solía trabajar para revistas después de eso,
estuve en tres portadas de revistas de moda en el dos mil cinco y dos mil
siete, he invertido mucho dinero en diferentes casas diseñadoras y actualmente
soy inversionista de la empresa Meilleur Mode—terminó de explicar y me quedé
atónita.
— ¿Eso es cierto?
—cuestioné.
—Claro, no puedo
mentir en una entrevista de trabajo—me guiñó un ojo nuevamente y desplegó una
media sonrisa perfectamente estudiada, lo que comprobaba eso de que posó para
tres revistas.
— ¡Contratado!
—grité entusiasmada. Todas las miradas se volvieron hacia nosotros.
—Era sólo una
simulación señorita Boucher—advirtió el profesor.
—Lo siento—tomé
mi lugar.
Pauline y
Ferdinand estaban anonadados ante mi reacción y no dejaban de observarme.
—Sólo me
sorprendí ¿sí?, no es para tanto—excusé mi conducta en ese argumento que a mi
parecer era el mejor.
—Muy bien, te
entiendo, muchas suelen sorprenderse sobre mi pasado—admitió Ferdinand alzando las
manos en señal de inocencia.
—Ya deja de
presumir Ferdinand Cordier—estalló Pauline—no nos interesa en lo más mínimo
quién eres ni de dónde vengas así que mejor mantén esa boca cerrada.
—Pauline cálmate,
no lo vale—alejé a mi amiga fuera del salón.
Caminamos por el
campus mientras ella se desahogaba llorando sobre mí, estábamos escondidas
detrás del edificio entre los arbustos sentadas.
— ¿Por qué
hiciste eso?
—Lo lamento Ser,
me ganó la ira esta vez y eso fue todo, no volverá a suceder.
—Ya déjalo, fue
un idiota contigo, pero no por eso le des más importancia de la que merece.
—Ser, hace unos
días lo odiabas y ahora lo defiendes, ¿sabes cuán patético es eso?
—Lo sé—me llevé
las manos a la cabeza sin saber qué más hacer—no sé qué sucede.
—Cuéntamelo todo,
es lo único que puedes hacer—sonrió animándome a hablar.
—No puedo—dije
tomando mi rostro entre mis manos—simplemente ni yo sé qué debo contarte.
—Te comprendo y
si no quieres hablar está bien, no forzaré las cosas, pero hay algo que si
debes contarme ¿quién te golpeó?
—Ah, eso, fue un
grupo de chicas no fue nada grave.
—Y por
qué—entrecerró los ojos mirándome.
—Porque estaban
hablando de alguien y me irritó su forma de expresarse—confesé restándole
importancia.
—Deja de decir
las cosas a medias Ser, esto es serio—farfulló.
—Estaban hablando
de Ferdinand ¿sí? Y lo defendí, no es nada del otro mundo—la empujé molesta y
me levanté para salir de nuestro escondite exasperada.
—Basta Serene,
detente—ordenó Pauline mientras tiraba de mi brazo.
— No, detente tú,
defendí a un chico ¿y qué? Eso no es algo del otro mundo, así que deja de
actuar como si hubieses visto un extraterrestre frente a ti—estallé, estaba
molesta porque mi propia amiga pensaba que había sido torpe mi decisión.
Me retiré de
aquel lugar y evité hablar con Pauline en todo el trayecto al edificio de la
siguiente clase. La profesora no llegó por lo que me dio tiempo de bajar a la
biblioteca para estudiar un rato para el examen de mañana, hasta ahora mi padre
no sabe que lo reprobé, por lo que si no me recupero en esta regularización lo
pagaré y muy caro.
—Pase señorita—me
habló la bibliotecaria.
Hurgué en mi
bolso en busca de mi credencial y no la encontraba, comencé a sacar todas mis
cosas frente al escritorio; mi maquillaje, libros, lapicera, cartas, hojas, mi
cartera y basurita, todos los objetos estaban tendidos sobre el escritorio y no
aparecía la credencial.
—Señorita, no
puede ingresar sin la credencial—reclamó la bibliotecaria.
—Lo sé, espere se
que la traje—metí nuevamente la mano en la bolsa—se que la dejé por aquí—busqué
entre cada libro y libreta y no la hallé, en mi cartera y la lapicera tampoco
estaba y ya había gastado quince minutos buscando todo.
—Se puede retirar
si no trae nada.
—Se que la traje,
espere unos minutos y…
—Venimos
juntos—un brazo tendió una credencial, giré sobre mis talones para ver a la
persona responsable de esto.
—Ferdinand—suspiré—gracias.
—No es nada,
ahora solo tenemos media hora para estudiar, ¿no vienes? —me tendió su mano y
yo la tomé.
—De verdad
gracias, no sé cuánto tiempo habría tardado en encontrar mi credencial.
—No importa, ahora estudiemos que hay un
examen que pasar.
Nos sentamos en
unos sillones uno frente al otro, tomamos nuestros libros y comenzamos con
nuestra ronda de estudio. De vez en cuando nos preguntábamos conceptos y cosas
que no entendíamos, pero tratamos de conversar lo mínimo posible.
Cansada de tanto
leer levanté la vista del libro para observar a mi acompañante. Ferdinand
estaba sumergido en su lectura y no me prestó atención, sus ojos miraban
fijamente siguiendo la dirección de su lectura y a veces fruncía el ceño para
concentrarse, pero seguía sin percatarse de mi presencia.
Por fin levantó
la vista del libro debido a un bostezo y me miró observándolo
— ¿Por qué
sonríes? —preguntó.
—Yo no estaba
sonriendo.
—Si lo hacías.
—Claro que no, me
conozco lo suficiente como para saber que no estaba sonriendo—mis mejillas
ardían y bajé la cabeza para que no lo notara.
—Entonces por qué
me observabas.
—Simple
curiosidad.
— ¿Con que sí me
estabas observando? —rió sorprendido por mi confesión.
—Bueno, eso me
pareció más interesante que ver los estantes de los libros.
— ¿Así que soy
más interesante que un estante? —alzó una ceja pícaramente.
—Algo así, pero
si no te callas me iré con los estantes—me crucé de brazos y puse mala cara.
—Bueno, al menos
he pasado de “idiota” a interesante—me miró para registrar alguna reacción y yo
sólo le sonreí.
—Así parece, pero
no cantes victoria porque si vuelves a cometer un error conmigo…
—No
sucederá—interrumpió—pero por el momento se nos hace tarde así que vámonos.
—Como
ordenes—rodé los ojos.
—No hagas eso.
— ¿Hacer qué?
—Eso—rodó sus
ojos y yo reí.
—Una mala
costumbre.
Salimos de la
biblioteca y corrimos hacia el salón pues en seis minutos empezaría la clase y
nosotros no habíamos tomado en cuenta qué tan lejos nos encontrábamos del
edificio de la siguiente materia “mercadotecnia” la única clase que se me da
bien aparte de las matemáticas.
—Apresúrate que
se nos hará tarde y no quiero reprobar otra materia—tiró de mí muy fuerte para
hacerme apresurar el paso lo cual funcionó muy bien.
En el camino al
aula, nos encontramos con las chicas que antes me habían golpeado, bueno aunque
solo fue una de ellas, y cogí de la mano a Ferdinand, estaba decidida a
cerrarles la boca de cualquier modo y por lo visto de paso impresioné a
Ferdinand, quien solo me apretó la mano con más fuerza mientras subíamos
corriendo las escaleras.
—Puedes
soltarme—jadeé una vez fuera del salón.
—Pero no quiero—e
hizo un puchero.
—De verdad,
suéltame—tiré de mi mano y logré zafarme.
—Te recuerdo que
tenemos un trato.
—Lo sé, pero solo
dijimos que serían “salidas”.
—Bien, paso a tu
casa a las seis.
—Pero estoy
castigada—me excusé, por primera vez comienzo a amar mis castigos.
—Bien, entonces
será otra cita de negocios—ofreció media sonrisa y entró a clases seguido por
mí.
El timbre sonó y
todos salimos en busca de nuestros vehículos. Pauline no se despidió de mí y
sólo la vi alejarse en su motocicleta; por el contrario de Ferdinand, quien
esperó a que me subiera a mi auto y me retirara.
Manejaba por
segunda vez en mi vida, siempre mis padres insistían que manejara a la
universidad pero prefería la limusina, después del accidente de mis padres en
el auto no pensé en manejar de nuevo. Mi teléfono volvió a sonar y decidí
contestar esta vez.
—Hola, ¿qué
quieres? Dijiste que pasarías a las seis.
—No podré, mi
llanta se ponchó y no he salido de la facultad.
— ¿Y qué quieres
que haga al respecto? —bufé.
—Podrías, no sé,
¿llevarme a casa?
—Acabo de llegar
a la mía.
—Si no mal
recuerdo te llevé a donde querías en dos ocasiones diferentes— ¿me estaba
chantajeando?
—Está bien, voy
para allá—colgué y giré en dirección a la escuela.
Al llegar
Ferdinand estaba en la banqueta sentado y mojado por la ligera brisa que se
soltó después de la escuela.
— ¿Quieres que te lleve? —bajé mi ventana para
observarlo.
—No es gracioso—masculló
irritado.
—Ahora sabes cómo
me sentí aquel día.
— ¿Me vas a dejar
subir o no? —gritó.
—Sube—abrí la
puerta de atrás pero él abrió la de junto.
—Hazte a un lado,
yo conduzco.
—Mi auto, creo
que puedo con él.
—Por favor, odio
que manejen para mí—juntó sus manos en forma de súplica pero no cedí.
—Lo siento pero
no, debo manejar.
Manejé de camino
a casa para poder protegernos de la lluvia y mi incómodo pasajero no dejaba de
quejarse de mi forma tan prudente de conducir, entre “acelera”, “no frenes”,
“no pares cuando esté el amarillo” mi ira iba aumentando.
—Cierra la boca
por un momento Ferdinand, ya casi llegamos—giré a verlo porque no respondía, y
estaba dormido recargado totalmente en el asiento—ahora no por favor, no me
hagas esto—lo moví para despertarlo pero no reaccionaba—Ferdinand—aún sin
respuesta— ¡Ferdinand! —soltó un suspiro pero no despertó—ahora no Dios ¿por
qué a mí?
Descendí del auto
y me metí a mi casa para refugiarme de la lluvia, miré hacia el garage y el
auto estaba ahí con Ferdinand dentro, lo que me hizo sentir culpable.
Resignada salí y
abrí la puerta de mi acompañante para sacarlo y llevarlo dentro.
— ¿Cómo te saco?
—Le pregunté a Ferdinand que aún reposaba en el asiento—te tendré que cargar.
Y así lo hice, lo
tomé en mis brazos y lo llevé dentro de mi casa, subí las escaleras y lo dejé
caer en mi cama.
—Normalmente es
el chico quien carga a la chica, no al revés—le dije a sabiendas de que estaba
profundamente dormido—que bueno que voy al gym o te hubieras quedado
dentro—seguí hablándole—me debes una y grande.
—Está
bien—respondió adormecido Ferdinand.
Me quedé
congelada delante de él sin poder girar a verlo, mi cara ardía de vergüenza.
—Descansa—susurré.
—No preciosa…
—Serene.
—Como sea, me voy
a mi casa.
— ¿Ya viste la
hora?, son las tres de la mañana no puedes irte a sí a esta hora.
—No quiero estar
aquí además esta es tu cama.
—Puedo dormir en
el sillón.
—Duerme en tu
cama, yo voy al sillón—se puso de pié y avanzó hacia mí, tropezando y derribándome
con él sobre el sillón. Nuestra respiración era cada vez más difícil después de
la caída.
El yacía sobre mí
a escasos centímetros de mi rostro, se inclinó y me besó; pude haberme apartado
pero no quise, lo prefería así, juntos después de tantas peleas.
—Yo…lo siento no
debí…
—Descuida, no…no
ha pasado nada—tartamudeé confundida por nuestra reacción y me metí a dormir a
mi cama.
Pasó muy poco
tiempo y sonó mi despertador, me levanté como si nada, cogí mi ropa y salí a
tomar una ducha, abrí la puerta del baño y…
— ¡Para eso
existen las puertas! —gritó Ferdinand.
—Perdona…no
recordaba…uh…lo siento—corrí fuera del baño asustada por todo e inmediatamente
el recuerdo de su beso se coló en mi mente.
—Listo, el baño
es todo tuyo.
—Sal antes de que
mis padres te vean y piensen que nosotros…ya sabes…
—Te entiendo,
cojo mi ropa y voy a mi apartamento.
—Hoy es el examen
de psicología, no te dará tiempo de cambiarte.
—No puedo ir con
la misma ropa ser, ni tú has hecho eso—musitó contrariado por mi propuesta.
—Déjame ver que
tengo—busqué en mi armario algo para él—tengo esta camisa—la sostuve frente a
él—y éste pantalón.
—La camisa es
rosa, me sienta horrible— y solté una sonora carcajada— ¿qué es tan gracioso?
—Jamás pensé en
discutir sobre ropa con un hombre—y volví a reír.
—Dame eso y me
largo—se giró para cambiarse y me quedé observándolo—si sigues viendo no podré
cambiarme.
—Uh…cierto,
yo…debo ducharme—salí de mi habitación hacia el baño y me di una ducha rápida,
me cambié dentro del cuarto de baño y salí hacia el garage por mi auto.
—Vámonos—dijo
Ferdinand cerrando la puerta tras de él.
Aceleré el auto y
conduje hasta la facultad. Una vez dentro corrimos hacia el edificio 132-B a
hacer el examen de regularización.
— ¿Nerviosa?
—preguntó Ferdinand.
—Algo, ¿y tú?
—No, estoy seguro
de aprobar ¿quieres relajarte?
—Sí, supongo—se
acercó más a mí y yo di un paso atrás, acercó su rostro al mío y volví a sentir
sus labios sobre los míos en un casto beso.
—Espero que eso
sirva—entró en el aula listo para hacer el examen.
Estaba muy inquieta en mi asiento, no podía
concentrarme, al distraerme un poco del examen recordaba el beso de Ferdinand y
me ponía a fantasear como una boba y por cómo me miraba un chico frente a mí
supuse que tenía una tonta sonrisa en la cara. Me detesto por eso.
El timbre sonó y
entregamos el examen todos juntos esperando en la fila.
—Fue
sencillo—dijo uno de los chicos del frente.
—Sí, muy
simple—contestó el otro.
Nerviosa avancé y
entregué el examen aún dudando que mis respuestas fueran acertadas.
—Espero y pueda
aprobarlo señorita Boucher—musitó el profesor cuando me tuvo de frente.
—Yo
también—mascullé por lo bajo.
Caminé hacia la
salida del salón y me apresuré a bajar las escaleras, no estaba segura de
querer hablar con alguien en este momento y menos con Ferdinand. Debo sopesar
todo lo que me ha pasado con él y repensar las cosas.
“No debo mezclar
la escuela con el trabajo” me repetí las palabras de mi padre, “no debo mezclar
la escuela con el trabajo” me decía con cada escalón que descendía para jamás
olvidar mi error cometido, se suponía que Ferdinand no me agradaba y
estúpidamente lo defendí, se supone que no debía convivir con él y lo llevé a
mi casa y se supone que no debí sentir algo por él y me besó. Mi vida se está
saliendo de control.
Pasé mi mano por
mi cabello para tranquilizarme al pisar el último escalón, me senté ahí para
relajarme. Esperé a que tocaran el timbre para levantarme, pero Chris y Eve
venían de frente hacia el edificio
—Oí que alguien
ya está pretendiendo a Ferdinand—cuchicheó Eve.
—Lo sé, pero no
le hará caso, ayer estuvo conmigo—mintió Chris.
—Eso es
mentira—espeté—él ayer estuvo…—me detuve antes de cometer un terrible error.
—Estuvo conmigo
toda la tarde y…uf, qué decir de la noche—comentó con una sonrisita la tonta de
Chris.
—No, él no estuvo
contigo en ningún momento—mis manos estaban apretadas en puños detrás de mí y
no podía contener más mis palabras a tal grado de estar completamente roja de
ira—él no pudo estar contigo porque pasó toda la noche en mi casa—las palabras
salieron por sí solas sin poder detenerme.
—Exacto, me la
pasé con ella ¿sí?, así que de una vez por todas dejen de decir tantas
incoherencias y déjenla en paz, ella está conmigo—dijo Ferdinand detrás de mí.
— ¿Con que están
juntos?
—Juntos juntos
ehm…—dudé mi respuesta.
—Sí, juntos en
cualquier sentido que puedan pensar—posó una de sus manos en mi cintura y yo
imité su movimiento.
Nos alejamos de
aquel lugar y me separé de Ferdinand.
—No debiste
hacerlo—reproché.
—Ya está hecho Serene.
—Pero ahora todos
pensarán…—cubrí mi rostro con mis manos.
—Es solo una
mentira…y tu eres la mejor parte de ella—tomó mi mano y nos dirigimos hacia el
aula de clases.
¿Qué me está pasando?, espero que esto no sea tan malo como parece y
peor aún que me traiga problemas ¿hasta qué punto podré fingir?
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