Y que te confiese que realmente te quiere como prometida en una caverna no es nada romántico, me lo tendrá que compensar en algún momento.
Ya
se estaba acercando la puesta de sol
nosotros no dormimos en toda la noche, nos dedicamos a tocar temas
variados para distraernos, lo cual me sirvió demasiado, pues estuve a punto de
llorar en variadas ocasiones y Aivan trataba de hacerme conversar para
evitarlo.
—Oye
Jinohra, vallamos a caminar a ver si encontramos algo nuevo.
—Está
bien—me levanté con dificultad y Aivan me cargó nuevamente para evitar que me
pasara algo.
—
¿Por qué ahora me cuidas? —interrogué con una gran curiosidad creciente.
—Porque
no te puedo dejar así, tus padres confiaron en mí como para comprometernos y no
quiero arruinar eso—musitó y sólo suspiré.
Sólo
era por eso, por mis padres, aunque cierta parte de mí quería que se tratara de
algo más, no de simples tratados con mi reino.
—Entonces
no te preocupes por mí, no tienes por qué cuidarme—como pude me retorcí en sus
brazos hasta que pude estar de pie por mi propia cuenta.
—Eres
una testaruda—se limitó a decir y avanzó a un paso rápido.
No
podía seguirlo, así que me quité los estorbosos zapatos y caminé descalza por
el bosque, de vez en cuando se me enterraban piedrecillas o pequeñas astillas
de las ramas, troncos y raíces de los arboles.
—Ya
basta Jinohra, no tienes que demostrar que puedes salir sin ayuda—reclamó con
vehemencia.
—No
estoy demostrando nada, sólo que me haces sentir una completa inútil tratándome
como a tu hermanita.
—No
te trato así, pero no me perdonaría si te pasa algo cuando sé que podía
evitarlo, me sentiría mal—dio una estudiada media sonrisa y me tomó por las
piernas para cargarme de nuevo. Esta vez me dejé hacer.
Caminó
conmigo en sus brazos en busca de la salida, cuando escuchamos cómo caía un
árbol a nuestras espaldas, giramos y unos guardias estaban ahí, talando árboles
para rescatarnos.
No
eran de Newry, pues no tenían los clásicos uniformes vino con blanco.
—Gracias
señores—musitó Aivan mientras me aferraba más a su brazo.
—Majestades,
¿se encuentran bien? —preguntó uno de los guardias.
—Sí—me
limité a responder, por alguna razón no me daban tanta confianza como los de mi
reino.
Nos
guiaron hasta donde estaba una camioneta estacionada lista para llevarnos a
casa—un auto, seguramente la guardia de Lisburn—me dije.
Estaba
agradecida de que no fuera de nuevo un carruaje ¿qué habrá pasado con el
caballo?, espero que esté bien, mi familia amaba a ese caballo.
Nos
introdujimos al vehículo, pero Aivan aún me cargaba sobre sus piernas,
empezaban a reconfortarme, sin embargo me bajé de éstas para evitar que
escuchara los ruidos provenientes de mi estómago vacío.
—Sé
que tienes hambre, ya llegaremos a mi palacio, es momento de que tú me
visites—apretó mi mano un poco para relajarme, y me sorprendió el efecto que
este gesto tenía en mí.
Al
llegar a su castillo, me lo imaginaba más…grande, y en especial lujoso, sin
embargo me encontré con lo que se podría llamar una torre, así, simple y sin
más ornato que unas flores y árboles, el campo se extendía gloriosamente a su
alrededor pero relativamente pequeño a comparación de mi casa.
—Gracias
por la ayuda, pueden retirarse—ordenó Aivan mientras descendíamos del
auto—enseguida te traerán nuevos zapatos.
—
¿De qué número calzas? —interrogó Aivan.
—No
te lo diré, eso es personal.
—Apuesto
a que es tan grande el número que por eso no quieres decírmelo.
—No,
no es eso…sólo es algo personal, ya déjame, no tienes que cuidar de mí—farfullé
alejando de un manotazo su brazo.
—Pero
es que este no es el castillo Jinohra, no estamos en el palacio de mi familia,
estas en mi casa, ya te lo dije.
¿En
su casa?, esperaba que bromeara, que hiciera algo que me indicara que esto era
sólo una mala broma.
—No
es cierto—musité con esperanza.
—De
verdad, aquí no están ni mi madre ni mi hermanita, estamos aislados de todo
esto, por eso necesito tu número de calzado para mandar a una zapatería
cercana, ¿o mejor lo ordenamos por teléfono? —sugirió.
—Me
parece excelente—me estiré para quitarle el celular que mantenía aferrado a su
mano y él se hizo para atrás impidiendo que llegara hasta él.
—Si
no me dices el número te obligaré a que lo hagas, no me importa el medio, de
una u otra forma me lo dirás.
—Del
cinco—susurré poniendo mala cara.
—No
tienes el pie tan grande—soltó una carcajada.
Era
obvio que tenía un pie enorme para ser una princesa, las demás chicas tenían
pies de geisha, eran perfectas y yo tenía un pie enorme, ese había sido un
defecto que me atormentaría por el resto de mi existencia.
Enseguida
tomó el móvil y marcó el número de la zapatería, un sistema de entrega a
domicilio sería eficiente en Newry y facilitaría la llegada de artículos nuevos
a las zonas marginadas. Pero mi padre jamás aceptaría la idea.
—Listo,
en unos minutos llegarán un par de hermosos zapatos para mi princesa—se sonrojó
al notar lo mismo que a mí me había dejado boquiabierta—quiero decir para mi
prometida, la princesa—compuso, pero mi mirada estaba perdida y tratando de
olvidar su ridículo accidente— ¿Por qué estás triste?
—No
es nada—sacudí mi mano frente a él para restarle importancia al asunto.
Pero
le estaba ocultando algo, probablemente él ya se había dado cuenta de todo esto
y no podía fingir más tiempo.
—Aivan
ya no puedo con esto
—
¿Con qué?
—No
me enamoraré de ti jamás y sé que tu tampoco de mí—callé por unos segundos para
después continuar— y yo no quiero casarme, quiero vivir mi libertad, quiero
saber que viviré a mi gusto por el resto de mi vida.
—Vivirás
feliz, yo tampoco quiero casarme, pero las cosas ya están hechas, no podemos
llegar y anular el matrimonio de un momento a otro.
—Pero
podríamos hacer algo, no lo sé, una pelea entre los reinos, Huge me dijo…
—Yo
no quiero nada de Huge, prefiero casarme contigo antes que tratar con ese
idiota—espetó iracundo.
¿Tan
malo era casarse conmigo?, que insensible, está bien que queramos evitar la
boda, pero era imposible que me comparara con hablarle a Huge algo que a él le
costaría un triunfo, eso pasaba sus propios límites de estupidez.
Sin
dar respuesta ni mostrar reacción alguna me puse de pié y salí descalza de
aquel lugar. Subí las escaleras esperando que me dejara en paz, pero no fue
así, me siguió por todo el estrecho pasillo.
—Jinohra,
detente por favor ¿Ahora qué dije?
No
respondí, me limité a abrir mi habitación, o al menos la que suponía sería mi
habitación, pero no era un cuarto de huéspedes, era una habitación normal, como
la que tenía en mi palacio.
—Jinohra,
esa es mi habitación—indicó el chico molesto que me seguía.
—
¿Y dónde crees que dormiré?
—
¿Quieres dormir en mi habitación?, es mi casa y no tengo otra habitación, nunca
recibo visitas.
Traté
de pensar en algo, pero la única opción era el sillón y me resultaría incómodo
dormirme ahí.
—No
lo creo, regresaré a Newry.
—Pero
mi chofer se ha ido y no sabes conducir
—Aprendo
rápido
—
¿De verdad quieres aprender? —musitó sin tratar de reprimir la sorpresa que
mostraba su rostro.
—No
suena algo malo o por lo menos no parece difícil, así que sí, quiero aprender a
conducir.
Sin
decir algo me condujo a la cocina para mostrarme algo. Sacó de la alacena que
estaba sobre su cabeza una serie de frasquitos con especias y comenzó a
formarlas en una hilera en la mesa de trabajo abrió el refrigerador y sacó una
bolsita con carne, desabrochó los botones de los puños de la camisa y se la
arremangó; se asomó en las gavetas de a un lado y sacó un delantal, se lo ató
por el cuello y la espalda y comenzó a preparar la carne.
Comimos
tranquilamente una especie de carne a la plancha que él mismo preparó.
—No
sabía que cocinabas, ¿dónde lo aprendiste?—murmuré con un poco de comida en la
boca.
—Ni
yo que tuvieras tan malos modales en la mesa—bromeó aún sin responderme de
dónde había aprendido a cocinar, probablemente más tarde podría reintentar.
Continuamos
el resto de la comida en silencio, esta vez sin las conversaciones de “pásame
la sal” ni nada tonto como eso, todo estaba en silencio y sólo se escuchaban
los pasos de la poca servidumbre que trabajaba ahí.
Al
finalizar la comida esperamos un rato jugando videojuegos cuando por fin
entregaron mis zapatos.
Unos
hermosos tenis, él conocía mis gustos. De inmediato me los puse e hice un mal
intento de modelaje que resultó demasiado vergonzoso para mí, pero no lo
pareció para Aivan.
De
inmediato puso su mano en mi espalda y me dirigió hasta la puerta, salimos y
nos dirigimos a su patio, donde estaba el auto estacionado.
—Al
menos no tiene un caballo que nos abandone—susurró en mi oído logrando que la
piel se me erizara— ¿lista?
Caminamos
poco a poco hacia aquel automóvil, un auto negro y descapotable, tal y como el
auto con el que casi chocamos…
—Oye,
tú y yo ya nos habíamos visto.
—
¿A sí? —preguntó notablemente sorprendido por mi aseveración.
—Sí,
casi chocamos, recuerdo que le dijiste algunos improperios a Cassidy.
—
¿Improperios? —Soltó una sonora carcajada—perdona, pero la Jinohra que yo
conocí diría tonterías, estupideces, jamás usaría una palabra como
“improperios”.
No
pude contenerme y su risa era tan contagiosa que comencé a reí un poco, sin
hacer tanto ruido como Aivan.
—Bueno,
está bien, probablemente yo no diría eso, pero estoy tratando de ser educada,
recuerda la imagen.
—Pero
ahora no estamos aquí como príncipe y futura princesa…
—Sobre
eso—interrumpí—creo que necesitaremos de Cassy para que anulemos el compromiso.
—Ahora
no hablemos de esto, es tu turno de aprender.
Abrió
la puerta del auto y con una amabilidad impresionante me ayudó a acomodarme
tras el volante, enseguida puso sus manos fuertemente sobre las mías, cubriéndolas
por completo y calentándolas con cada segundo que pasaba.
—
¿Ves ese pedal grande de tu lado izquierdo?, es el freno—indicó Aivan—y el de
la derecha—señaló—el chiquito es el acelerador.
—
¿Y esta palanca? —le di un golpe a la palanca de al lado.
—Es
para las direcciones y para cambio de caja de transmisión—sonrió.
Creo
que era muy paciente, le estuve haciendo preguntas sobre el auto y contestó a
todas con amabilidad, supongo que era hora de que ya comenzáramos con la
práctica.
Sacó
la llave de su pantalón y la metió en un orificio.
—Pisa
el freno—ordenó y lo realicé automáticamente—ahora gira la llave, ¿ves las
letras que están en la palanca de cambios? —Giré a verla y asentí—ponla en la
D.
—
¿Por qué en…
—Tú
solo hazlo—espetó.
—Está
bien—mascullé entre dientes y me dispuse a seguir su orden.
—Ahora
liberemos el freno de mano—jaló una palanca que estaba a un lado del asiento—y
suelta lentamente—recalcó—el freno.
Lo
hice y el auto comenzó a moverse. Solté un grito de terror y estuve a punto de
soltar el volante, pero las fuertes manos de Aivan tenían a las mías ajustadas
al volante.
—Pisa
un poco el acelerador para darnos velocidad—pisé demasiado el acelerador y
dimos un tirón hacia adelante, haciendo que mi cabeza se sacudiera hacia varias
direcciones—despacio te dije—riño y mi vista comenzó a nublarse por las
lágrimas.
Me
limpié sacando una mano del agarre de Aivan y él se percató de lo que sucedía,
tomándome así de la barbilla para que lo volteara a ver.
—No
esperaba que lo hicieras a la primera Jinohra, eso es muy complicado para
cualquiera, no estoy molesto—suavizó sus facciones y se acercó peligrosamente a
mí.
Me sorprendió lo que hizo, ¡me besó!, pero esta
vez yo estaba dispuesta a hacerlo, estaba segura de que en ese momento,
teniéndolo tan cerca, si él no lo hacía yo lo haría.
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