Pasaron meses para que la ciudad se
reconstruyera después de esa leve invasión. Huge tuvo que pagar por los daños y
ahora cumple su condena.
Jinohra
y yo decidimos modernizar Newry brindando la tecnología de Lisburn, lo más
complicado fue el uso de los automóviles, nadie sabía conducir y nuestro
personal no era suficiente.
Y
pues por el momento me faltan unos días para el día de la boda, mientras
Jinohra elige el pastel, el lugar y todo el resto de cosas yo, me encargo del
papeleo y de vigilar nuestros reinos.
Cassidy
está con ella para “asesorarla”, aunque conociéndola diría que le está metiendo
ideas en la cabeza para según ella, mejorar la recepción de la boda.
********************************************************************************************************
Ya
habían pasado los días y era justo el día de mi boda, de mi boda con Jinohra.
No
sabía si esto era normal, pero tenía ganas de salir huyendo, de abandonar el
recinto donde íbamos a casarnos, todo esto me tenía con los nervios de punta.
—Aivan,
más te vale que salgas—advirtió Cassidy esperando fuera del cuarto donde me
estaba arreglando—llegarás más tarde que la novia—advirtió y me puse de pié de
un brinco, sí, quería escapar pero también quería estar con ella, quería
escuchar que le dijera a todos que aceptaba ser mi esposa.
—Enseguida
salgo—grité para que me escuchara y ella abrió la puerta—puedes peinarte en el
auto, pero lleva tu maldito trasera allá abajo o Jiny se pondrá peor que
yo—amenazó y corrí escaleras abajo.
—
¿Y Jinohra?
—Es
de mala suerte ver a la novia antes de la boda—ahora ponte el saco y vámonos.
—Espera,
debo ver a Emily y a mi madre…
—No
hay tiempo—masculló entre dientes—ellas están con Jin y llegarán a tiempo, ahora
si su alteza real nos honrara con su presencia—hizo una reverencia forzada y se
introdujo en la limusina que nos transportaría.
—No
era necesario tanto lujo.
—Pero
se verán lindos—chilló y me tomó del brazo.
—Hey—espeté—ese
brazo es para Jin—bromeé.
—Cállate—me
golpeó ligeramente en el hombro y continuamos en silencio.
Bajé
de inmediato cuando llegamos al recinto, quería ver a Jinohra enfundada en un
enorme y esponjado vestido blanco, tal y como ella lo había descrito tiempo
atrás, pero aún no llegaba y ya habíamos hecho esperar a los invitados. Pasé
sobre la alfombra rosada que marcaba el camino directo al altar, ésta se sentía
tan suave bajo mis pies que desee que el camino alfombrado jamás acabara, pero
llegué hasta el altar y pude admirar por completo el recinto.
Globos
de diferentes tamaños caían como racimos de las orillas, los destellos de la
luz contra las cintas platinadas llegaban a cegar cuando os observabas por
demasiado tiempo. Los pilares con topiarios de rosas y tulipanes adornaban cada
inicio y fin de las hileras de asientos. En el recinto, las familias se
dividieron, del lado izquierdo estaba la familia de Jinohra, junto con sus
amigos y demás personas de Newry; del lado derecho estaba mi familia. Mi madre
y mi hermana no estaban sentadas, pues la pequeña sería la que entregaría los
anillos y mi madre sería la dama de honor de Jiny.
Las
puertas se abrieron de par en par y la cabeza del rey con su corona se hizo
presente, ya sabía perfectamente quien estaba con él, era Jinohra con un vestido
en un blanco perlado que le daba un encantador color de su piel y hacía
resaltar sus profundos ojos azules.
Sonreí
al verla, había valido la espera.
Ambos
se acercaron mientras las leves notas de la música flotaban en el aire, no era
una marcha nupcial, pero tenía el mismo efecto.
Cada
paso que daba me tensaba, estaba en la espera de que ella se arrepintiera, pero
no lo hizo, sus pasos eran firmes y seguros, por alguna razón quería ser tan
firme como ella. Ella debería ser quien estuviera nerviosa, no yo.
Llegó
por fin hasta mí y su padre la dejó justo enfrente girándome a verla me quedé
embelesado admirándola. No tenía ni una pizca de maquillaje en su rostro, era
hermosa así, tan pura como ahora.
—Hermanos
y hermanas—inició el padre que estaba justo detrás de nosotros—estamos aquí
para unir en sagrado matrimonio a estos dos príncipes—hizo una pausa para tomar
aire y yo hice lo mismo—Jinohra, la princesa de Newry y Aivan, el príncipe de
Lisburn.
Todos
se quedaron en silencio observándonos, giré en un movimiento para ver a mi
madre con los ojos llenos de lágrimas y a los padres de Jiny en la misma
situación.
—Buena
suerte—gesticuló Cassy para que no la escucharan y yo sonreí hacia ella.
Devolví
mi atención a Jinohra y ella ya estaba nerviosa, no se a que grado, pero estaba
pálida.
—Ahora,
por favor sus votos—musitó el padre.
—Jinohra—me
arrodillé dramáticamente recordando aquella vez que lo hice frente a las
cámaras—prometo cuidarte amarte y protegerte en la salud y la enfermedad—repetí
tal y como lo había memorizado—jamás creí que el amor de mi vida sería una
mujer testaruda y caprichosa—se escucharon risitas y ella también rió
nerviosamente—pero por algo tuvo que ser así y bueno creo que lo más importante
es que nosotros lo hayamos elegido así—dije susurrando para que solo ella
pudiera escuchar esa última parte—me harías el hombre más dichoso si aceptas el
día de hoy mi más sincera petición—callé y ella sólo asentía a cada palabra que
decía.
—Aivan—continuó
ella—también te prometo lo mismo—sonreí—perdona pero no recuerdo el resto de
promesas—limpió sus lágrimas con el dorso de su mano—tampoco creí que fueras el
indicado, pero agradezco el día en que te caíste de la escalera—solté una
carcajada y todos rieron—bueno, eso no sonó muy bien—se lamentó—pero honestamente
no creí que llegaría hasta aquí contigo pero lo agradezco, no quisiera estar
con otra persona que no fueras tu—y su voz se partió, enviando así un picor
detrás de mis ojos, no podía quebrarme con ella, debía ser su soporte.
—Príncipe
Aivan, ¿acepta a la princesa Jinohra como su legítima esposa?—musitó el padre.
—Acepto
—Princesa
Jinohra, ¿acepta al príncipe Aivan como su futuro y legítimo esposo?
—Acepto.
Emily
se acercó con el cojincito color crema que contenía las sortijas y todos se
quedaron observándola. Ella había elegido un vestido rosa pastel y le habían
hecho unos chinitos en toda su cabellera, lucía tan hermosa como Jin.
—Por
el poder que me concede Dios, los nombro, marido y mujer—dijo mientras yo
introducía mi dedo en la sortija y ella hacía lo mismo con la suya—puede besar
a la novia.
El
beso fue corto frente a todos, pero en cuanto nos introdujimos a la limusina
ambos entregamos nuestro amor en un nuevo y apasionado beso que incomodó a
nuestro conductor.
—Te
amo Aivan.
Fue
lo primero y último que dijo en todo el recorrido de regreso al castillo.
—Yo
te amo más—me limité a contestar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario