Este lunes sería un día muy importante para mí. Por fin lograría pasar de las locales, lo había intentado ya dos años seguidos pero la carismática de Chelsea me arrebataba la oportunidad, sólo que esta vez contaba con un arma secreta…intentaría pasar para la competencia en parejas, eso no sería ningún problema, salvo por el hecho de que ¿quién participaría conmigo?, ¿Marc, mi mejor amigo? No, él ya había sido asignado con Chels ¿Y qué me dicen del chico alto, de cabellera negra y tez blanca, aquel chico perfecto de ojos aceitunados y músculos de bailarín? ¡No!, el no figuraba para nada como una buena pareja, él era torpe en sus movimientos, y aunque era atractivo y carismático, prefería hacerlo sola.
Resignada a tener que concursar nuevamente sola y perder humillantemente
ante Chelsea me subí a la camioneta de mi madre al salir del instituto.
—Vero, ¿sucede algo? —interrogó mi madre.
—Nada, todo perfecto—ironicé.
—Bueno, entonces no se diga más, es hora de tu última práctica ¿No estás
feliz? —musitó entusiasmada, incluso más que yo, quien era la que iba a
realizar la práctica no ella, pero en fin.
—Claro—fue lo único que pude decir antes de que el rugido del motor
llenara todo el silencio que yacía entre nosotras.
Ya íbamos cinco minutos retrasadas —mejor— pensaba mientras nos íbamos
acercando cada vez más al recinto donde estaba la pista.
La enorme cúpula que tenía por techo se hacía cada vez más visible, sus
paneles en forma de rombos cristalizados ya se distinguían, las enormes puertas
del estacionamiento se hacían más cercanas a ella, y qué decir de la temperatura,
ya comenzaba a calarme los huesos, la dulce sensación del hielo sobre la piel,
el sólo pensar en que pronto me deslizaría ahí dentro expresando todo en una
rítmica interpretación hacía que el frío apenas y fuera perceptible, pero al
parecer a mi madre no le causaba el mismo efecto.
Me abracé para darme calor y no comenzar a tiritar, no por la temperatura
realmente, si estaba temblando era por el nerviosismo, sólo esperaba a que la
entrenadora no me dijera que debía hacer la prueba para parejas, no quería
darle el gusto a Chelsea—maldita rubia siliconada—pensé mientras mi mamá hacía
una maniobra increíble para poder aparcar en un reducido espacio.
—Bueno pequeña, te recojo a las siete—se despidió de mí dándome un beso
en la frente.
—Adiós ma—saqué la maleta con toda mi indumentaria para la práctica y
caminé por el estrecho pasillo que conducía a los vestidores.
Llegué a la pequeña sala color gris — ¿acaso no tendrán unos
colores…menos deprimentes?—me decía mientras abría mi casillero, el numero 523,
introduje la clave y abrí el casillero para sacar el uniforme de la clase,
bueno, aunque no era realmente un uniforme, sino más bien se trataba de el
vestuario que requería para poder patinar ahí.
Me metí a las duchas para poder cambiarme la ropa y salir con un hermoso
vestido entallado y bordado con lentejuelas en tonos rosados logrando un
perfecto degradado que mi madre había conseguido para mí.
Es cierto cuando dicen que las telas son las de mejor calidad y que no en
cualquier país las fabrican, de hecho, las medidas de grosor y esas cosas son
oficiales de Rusia, así que mi mamá lo encargó de ahí por medio de algunos
contactos de la empresa donde labora.
—Hola Vero—saludó una chica, al parecer una nueva.
Ya había pasado un año desde que no teníamos estudiantes nuevos y hacían
falta hombres, sólo estaban Robert, Max y Marc, pero bueno, este último estaba
prohibido como pareja para mí, pues era mi mejor amigo y eso sería extraño,
extraño en todo sentido, el simple hecho de imaginarme dándole la mano para poder
girar hacía que se me erizara la piel.
Salí de los vestidores y me dirigí de regreso a mi casillero para
depositar la maleta con mi ropa y retirar los patines blancos que ya tenían un
año de uso. Lucían un poco desgastados de las puntas y las cuchillas habían
perdido la tensión que tenían cuando los adquirí, pero aun así me habían sido muy
útiles para las competencias y no sólo porque estuvieran usados me desharía de
ellos, eran como mi amuleto, aunque pensándolo bien este amuleto era malo,
nunca le había podido ganar a Chelsea, ni siquiera con ellos puestos. Me até
las agujetas y decidí salir a patinar un
rato y a acostumbrarme a la temperatura de aquel lugar
Entré a la pista y la instructora se presentó muy molesta.
—Señorita Praxon, por favor esta es la tercera vez en la semana que llega
tarde, pero no la premiaré diciéndole que se quede sola practicando, he visto
que eso la hace muy feliz, esta vez hará pareja con Marc—aquel chico rubio de
ojos azules y un poco escuálido como para poder cargar a su pareja en el
patinaje dio un paso al frente separándose de la perfecta línea recta.
—Pero yo no…—no pude terminar de repelar por la decisión y sólo pude
asentir, ahora no podía rechazar a mi amigo, eso sería muy cruel.
—Muy bien clase, saluden a la alumna nueva ella es May Johnson, es la
prima de Chelsea, espero que sean buenos con ella y sin darle más vueltas al
asunto comenzaremos con el calentamiento.
Todos se reincorporaron en la fila, una de hombres y otra de mujeres.
—Mujeres por fuera, junto a la barrera de la pista y hombres por dentro,
las mujeres que no tengan pareja por favor retírense a la pista pequeña para
trabajar con la velocidad.
Las únicas mujeres con pareja éramos Chelsea, la nueva y yo con nuestras
respectivas parejas.
—Verónica, bien puedo fingir que tengo algo malo, no sé…dolor de cabeza o
algo así, así no tendrías que hacerlo—musitó Marc hacia mí para demostrarme su
apoyo, sin duda un excelente amigo.
—No tiene importancia, estoy segura de que entre los dos podremos vencer
a Chels—esbocé una sonrisa que hizo que Marc hiciera un gesto raro, ¿tan
difícil era verme sonreír?, estoy segura de que no lo hacía muy seguido, pero
no era para tanto.
—Como quieras—se limitó a decir Marc y continuamos patinando alrededor de
la pista.
—Como sabrán, mañana son las eliminatorias para ver quién gana las
locales y después quién será escogida para las estatales, no podemos darnos el
lujo de fallar—decía la maestra avanzando a los lados mientras vigilaba al
resto de los alumnos que estaban en la pista de velocidad—. Así que por favor
no fallen, hagan su mayor esfuerzo posible no sólo para clasificar, sino porque
seremos la sede este año y por Dios que los expulsaré si no clasifica alguno de
aquí.
Bueno, como si debiera pedírmelo, obviamente yo debía calificar,
necesitaba estar dentro de los tres primeros lugares para poder clasificar.
Me detuve abruptamente haciendo que las dos chicas que venían detrás
tropezaran conmigo y cayeran al suelo, por fin lo había entendido, demasiado
tarde para mi suerte.
— ¿Quiere decir que participaré en pareja? —cuestioné con los ojos muy
abiertos.
—Así es, y tú no tienes derecho a reclamarme sobre eso, el año pasado te
fue terrible sola, así que probablemente Marc te ayude a ganar—concluyó y no
repliqué, no tenía caso hacerlo.
Era consciente de que si algo tenía Chelsea era carisma, esa chica
llamaba la atención como si fuese un imán mientras que yo sólo los ahuyentaba y
había que aceptarlo, Marc era apuesto y muy carismático, justo lo que me hacía
falta para ganar, pero sería como “usarlo” ¿no?, sería como la mismísima
Chelsea usando a sus parejas sólo para tener los reflectores encima…pero
necesitaba ganar.
—Muy bien—asentí con una sonrisa siniestra en el rostro que delataba que
ya había hecho planes, los cuales involucraban al pobre de Marc, pobre de mi
amigo, pero ya qué, debía apoyarme a como dé lugar.
Ambos seguimos con el calentamiento mientras nos tomábamos de las manos.
—Marc ¿te encuentras bien? —pregunté mientras nos deteníamos a un lado de
la salida de la pista.
—No, nada—musitó sacudiendo la cabeza.
Nos dirigíamos al suelo alfombrado que llevaba junto a los asientos y
gradas donde se supone que mañana estarían los espectadores.
No podía dejar de imaginar aquel momento glorioso en el que interpretaría
mi rutina con Marc y, justo cuando me lanzara para hacer mi tan bien practicado
y perfeccionado salto con cuatro vueltas, todo el recinto se inundaría de
alabanzas y gritos de apoyo hacia mí y hacia Marc, para que juntos ganáramos y
así por fin clasificara a las estatales. Pues según lo que había escuchado, se
suponía que en las competencias estatales era donde estaban los entrenadores
que se encargaban de cazar talentos del patinaje y aunque fuese en parejas,
haría lo necesario para sobresalir.
—Tierra hablando a la fracasada—murmuró Chelsea mientras pasaba justo a
un lado—. No comiences a hacer castillos en las nubes, todos saben que yo
ganaré y qué bien que tangas a Marc, probablemente tan siquiera con él podrías
llegar a un tercer lugar—me guiñó el ojo y se retiró con una sonrisa de
suficiencia.
No pude hacer nada más que apretar las manos en puños, después de todo tenía
la suficiente madurez como para guardar mis comentarios y no comenzar una pelea
que sabía bien que ganaría justamente mañana.
—Marc, mañana a primer hora debemos dar una pequeña práctica para mejorar
todo, nunca hemos trabajado juntos y bueno…tú te sabes la rutina y yo también,
así que estoy segura de que nos saldrá perfecta—le di un beso en la mejilla
para despedirme.
Furiosa me dirigía a los casilleros para sacar la maleta y llevármela a
las duchas cuando al girarme para retomar mi camino me di de frente contra algo
duro y caí de bruces al suelo, levanté el rostro mientras tensaba la mandíbula,
en definitiva debía darle su merecido a quien fuera quien me había derribado.
Mis ojos viajaron por los pantalones de vestir de aquel chico, subiendo
por su delgada cintura, sus fuertes brazos y su perfecto y perfilado rostro con
una media sonrisa que le marcaba un hoyuelo “sexy” y unos ojos brillantes y de un
azul tan bajo y hermoso que me recordaba a las playas que había visitado en mis
vacaciones del año pasado.
—Perdona niña—musitó aquel chico “¿niña?” pensé frunciendo el ceño, ya
tenía dieciocho años como para que me consideraran una niña y bueno, él no era
tan viejo como para hablarme así.
—Claro—respondí mientras tomaba la mano del chico—gracias.
— ¿Sabes dónde está la entrenadora?
—Sí
— ¿Vas a responderme dónde está?
—Sí—respondí logrando que el hombre misterioso sonriera mostrando
falsedad en ese gesto y furia en su mirada.
—Bueno ¿Dónde está?
—Ahí—señalé el pasillo que daba con una pequeña oficina donde se
controlaba todo lo que respectaba al audio, iluminación y esas cuestiones
técnicas.
—Gracias fue un gusto…—dejó la frase incompleta para que yo pudiera contestar.
—Verónica—estreché su mano y me dispuse a continuar, pero aquel hombre de
cabellera negro azabache me detuvo tomándome del hombro.
— ¿No te interesa saber quién soy? —interrogó sorprendido, logrando
sacarme una sonrisa divertida.
—No—respondí nuevamente con un monosílabo para hacerlo molestar un
momento, no le perdonaría el hecho de que me haya llamado “niña”.
—Bueno, pero por si te surge la duda, mi nombre es Matthew Conors—terminó
su encantadora y ensayada presentación mientras soltaba lentamente mi mano, que
por un momento creí que se la llevaría a los labios para besarla.
—Bien por ti.
—Vaya, veo que has dejado las respuestas con una palabra.
—No—sonreí y me fui caminando más rápido de lo habitual.
Los pasillos iban encogiendo su tamaño conforme avanzaba haciendo que
diera traspiés con los botes de basura que se encontraban orillados.
Cansada de la práctica y de la caminata digna de un maratón que pegué
llegué a cambiarme a las duchas, debía estar lista, fresca y concentrada para
la prueba que me esperaba mañana. Nada me haría más feliz que derrotar a
Chelsea y de paso a su odiosa prima, quien apenas se había inscrito y ya iba a
participar en las pruebas locales—ingenua—pensé mientras sonreía malévolamente.
Terminé de cambiar mi atuendo y salí para encontrarme con Marc apoyando
la cabeza entre las piernas con una grande y muy obvia fatiga, ni siquiera se
había percatado de mi presencia.
— Oye, ¿Te encuentras bien?, deberías estar alegre porque mañana vamos a
derrotar a Chelsea, por fin la pondremos en su lugar para que deje de ser la
reina estúpida que siempre se ha creído—comenté tratando de alegrarlo, jamás lo
había visto así, se notaba muy vulnerable.
—Nunca me ha importado el ganarle o no, de hecho siempre he ganado con
ella así que eso me tiene sin cuidado.
— ¿Entonces que te preocupa?
—Nada, sólo estoy pensando algunas cosas.
—Bueno, pero no vayas…—una sombra cubrió el poco sol que nos daba en ese
lado de la acera. Giré mi cuerpo un poco para tener de frente aquellas piernas
enfundadas en los pantalones de vestir que había visto dentro del recinto,
cuando me caí.
—Hola, que bueno que te veo…Verónica—esbozó media sonrisa. Sabía
perfectamente que él recordaba mi nombre tal y como yo recordaba el suyo.
Matthew Conors no era un nombre fácil de olvidar, menos cuando lleva un
estilo de vida similar al tuyo, excepto por el hecho de que él ya haya
participado en dos olimpiadas de invierno diferentes y tuviera una trayectoria
de conocimiento público y al menos obligatorio para quienes fueran amantes del
patinaje, justo como yo.
—Matthew—me limité a contestar ignorando la cara de sorpresa de mi amigo,
sí, a mí también me sorprendería si Chelsea tuviera el honor de hablarle así a
alguien tan espectacular como él, pero bueno, una cosa es verlo en las noticias
y demás medios de comunicación y otra muy diferente el tenerlo de frente y
conocer su verdadera y nefasta personalidad.
—Oh, yo también me alegro de verte, ¿Interrumpo algo?
—Para nada, puedes tomar asiento si quieres—musité a sabiendas de que él
jamás se sentaría con alguien en una banqueta, pero bueno, no perdía nada con
retarlo por unos cuantos minutos.
Increíblemente Matthew se sentó justo en medio, entre Marc y yo. Mi amigo
hizo un gesto de aprobación ante la interrupción.
—Hola señor Matthew Conors—tartamudeó Marc con una boba sonrisa en el
rostro. Matt era un ídolo dentro del patinaje, pero después de una horrible
caída que le lesionara el tobillo y lo alejara de las competencias, se volvió
un tema que ya a nadie le interesara, nadie excepto nuestra instructora quien
nos obligó a leer artículos sobre él y su gloriosa vida.
—Hola—saludó ignorándolo “maldito insensible” pensé
—Señor Matthew, ¿Qué hace por aquí?
—No me digas señor, tengo veintitrés años, me haces sentir viejo y estoy
aquí para ver las instalaciones, me dijeron que fuera juez para esta
competencia—sonrió recuperando la amabilidad que había perdido con Marc.
—Bueno, los dejo con su charla de hombres—comenté al ver que yo sobraba
en este encuentro.
—Te llevo a casa si quieres—se apresuró a decir sorprendiéndose y
sorprendiéndome.
—No te preocupes, se llegar a mi casa sola, y además…mi madre vendrá por
mí.
— ¿Sola?, pero si eres muy pequeña para ir caminando sola hasta tu
casa—irritada decidí levantarme y ponerme justo frente a él.
—Para tu información ya tengo dieciocho así que no soy una niña y además
puedo hacer de mi vida lo que me plazca—observé de reojo a mi amigo sorprendido
por mi reacción tan molesta y a Matthew que aún tenía esa sonrisa sancarrona en
su rostro.
—Oh, entonces veo que entras en el rango de lo permitido—comentó Matthew
esbozando una media sonrisa.
Al terminar de decir aquello me vi obligada a bajar la mirada para
ocultar mi sonrojo ¿Acaso no le daba vergüenza andar diciendo eso a jóvenes
como yo?, pobres de las inocentes chicas que tuvieron que enfrentarse a esto ¿y
debía decírmelo el juez de la competencia?, es un crédulo arrogante.
Puse mis manos en puños a los costados, y, tomando toda la fuerza de
voluntad del mundo salí corriendo con rumbo a la carretera que habitualmente
tomaba mi madre para ir a recogerme. Con suerte la encontraría en el camino.
Las carreteras se iban entremezclando, haciendo diversas desviaciones que
reconocería si estuviera de frente y montada en un automóvil, pero en este
momento y esta situación, era incapaz de reconocer. Los semáforos se tornaban
de diferentes colores y se turnaban para detener la afluencia de vehículos en
aquella zona. A estas alturas aún no podía cruzar hacia el otro lado ya que
debía pasar por tres carreteras que se cruzaban y en ninguna de ellas servían
los semáforos.
Los autos pitaban y pitaban volviendo todo un caos, en ese caso creo que
mi mamá jamás llegaría a tiempo—tras de que ahora si la necesito—pensé, y al
ver un hueco entre los automóviles atascados corrí hacia el otro extremo de la
carretera.
Al llegar al otro extremo, el claxon de una camioneta sonaba
estridentemente, se bajó el vidrio de la ventana y una mano apuntó hacia mí,
haciendo una seña para que me acercara. No perdía nada con ir a ver, es decir,
ya me había quedado ahí esperando ver a mi madre cerca de media hora, no me
haría daño curiosear un momento.
Me acerqué precavida a aquella camioneta y la mano jugueteó con mi
cabello en cuanto me acerqué.
—Déjame—exigí alejándome cuidadosamente del vehículo.
—Ya basta, por favor, déjame llevarte a tu casa—dijo la voz dentro del
auto y de inmediato supe quién era. Maldito bastardo. Salí corriendo de aquel
lugar lo más rápido que me permitieron mis piernas.
Reconocía el lugar donde estaba, el fraccionamiento donde vivía, a
diferencia del resto de los fraccionamientos en el mío las casas no eran
iguales, las demás casas eran de un piso o de hasta cuatro, sí, eran exagerados
¿Quién querría vivir sola con su hija en una casa de cuatro pisos?, pero era lo
que mi padre nos había dejado antes de que sucediera el accidente de la empresa
en la que trabajaba.
Sucedió cuando era pequeña y por eso no lo recuerdo y bueno, vagamente
recuerdo a mi padre, así que eso no me afectó en absoluto. Mi madre me contó
que en un terremoto no tuvo tiempo de evacuar y él fue uno de los que se quedó
entre los cimientos de aquella empresa y murió de camino al hospital. Hace años
hablar al respecto me hacía pedazos, pero ahora parece algo “normal”, aprendí a
vivir con todo esto.
Llegué hasta mi casa, la número 912, saqué las llaves para abrir la
puerta, pero antes revisé la cochera, vacía. Mi mamá debe estar luchando contra
el tráfico para recogerme. Maldición, debería hablarle a su móvil para avisarle
que ya estoy en casa, tarde pero en casa, se preocuparía por mí.
Llamé a su teléfono y nadie contestó, llamé por una segunda vez y al fin
contestó.
—Hija, perdona, es que las calles…
—No te preocupes, todo está bien mamá, ya estoy en casa, date prisa que
empieza a oscurecer—advertí y ella colgó sin despedirse.
Decidí subir a mi habitación a descansar, probablemente mañana temprano
haría la tarea del colegio, no era nada fácil mantener mis notas altas en el
colegio—y menos mantenerme en el cuadro de honor—y además asistir a mis
entrenamientos. De todas formas mañana sería el gran día en el que derrotaría a
Chelsea y a May, y por fin entraría a las competencias Estatales, he soñado con
este momento mucho tiempo y por fin lo haría realidad. Y con estos pensamientos
positivos me puse la pijama para irme de inmediato a dormir. Después de todo,
el haberme encontrado con Matt también fue un golpe de suerte, pude por lo
menos conocer a un campeón olímpico como él.
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