Me levanté lista
para el colegio, hoy tenía examen de probabilidad y otro de geografía, las
materias más fáciles del universo y por las cuales no tuve la necesidad de
estudiar, probablemente en la escuela me daría tiempo de darle una leída a los
apuntes para repasar lo que nos había dicho el profesor, después de todo falta
muy poco para que entre a la universidad y quisiera estudiar algo que me
permita viajar y que no tenga demasiadas matemáticas de por medio, así ya mis
estudios no se interpondrían con mi carrera en el patinaje.
Cogí las libretas que descansaban apiladas en mi escritorio de madera, mi
mamá había insistido en comprarlo, yo repliqué diciendo que no me importaba,
que bien podía trabajar en el suelo y con la libreta sobre la cama, eso no
representaba ninguna dificultad, pero con un — “lastimarás tu columna y ya no
podrás seguir patinando”— fue suficiente para convencerme.
—Date prisa o se nos hará tarde—gritó enérgicamente mi madre mientras yo
bajaba por la escalera en forma de espiral, eso explicaba el hecho de que mi
descenso fuera lento y tardío, una cosa que no había contemplado hasta ahora.
Llegué al pié de la escalera y me colgué la mochila al hombro, mi mochila
era de un pony deforme que me había tardado demasiado tiempo en despintar y en
cubrir las distintas partes que lograban distinguirse. Nunca fueron de mi
agrado esas cosas de niños, pero mi madre no me consultó para la compra de
ésta.
Sin decir nada me dirigí al garage para ver la camioneta aparcada en
aquel diminuto espacio—mi padre debió hacerla más grande—pensé, pero bueno, no
creo que muerto venga y pueda hacer las reparaciones. Otra causa por la que
calificar a las Estatales era vital para mí. Pues desde la muerte de mi padre
nos la hemos visto difíciles para seguir manteniendo la casa y el premio de la
competencia es de medio millón de dólares y sé que eso haría feliz a mi madre y
nos ayudaría con los gastos.
—Espero que te vaya bien con tus dos evaluaciones, no quiero que bajes en
tus calificaciones por ir a esa cosa del hielo—se vuelve a quejar, lleva toda
la semana recordándome que si repruebo o por lo menos bajo mi promedio me
sacará del patinaje.
—Patinaje mamá, se llama patinaje sobre hielo—corrijo.
—No importa cómo se llame, el problema es que esa cosa se está comiendo
tu tiempo para los estudios.
—Bueno, pero no he bajado nada ¿sí?, así que por favor abstente de tus
comentarios en contra de mis gustos, por favor—reclamo con educación, por lo
menos no le estoy gritando como harían cientos de adolescentes que yo
conozco…sí Chelsea seguramente se pondría a hacer un berrinche en una situación
como esta.
Subimos a la camioneta y el rugido del motor pone todos mis sentidos
alerta, abro mi mochila y saco las libretas para repasar esperando a que mi
madre no me regañe por estudiar ahí, pero es inútil, puedo ver su ceño fruncido
en el espejo retrovisor.
—Mamá, si estudié, sólo estoy repasando—me adelanto para que no me regañe
desde aquí hasta entrar en la preparatoria.
Ella no dice nada, se ha reservado sus comentarios mientras deja la vista
puesta en la carretera y sus facciones se relajan. Algo malo debe estar
sucediendo o está recordando algo importante que olvidó, me es complicado leer
su rostro, por ahora sólo debo mantenerme alerta, no quiero que se preocupe por
mí, suficiente tiene con preocuparse de sus labores como para cargarle un peso
más encima.
—Verónica, quiero que me digas si ese auto nos sigue—me dice mientras su
boca se tensa en una línea recta.
—Sí—asiento y volteo para asomarme por el vidrio y oh sorpresa, la
camioneta de aquel chico nos está siguiendo—mamá, no creo que nos dejen de
seguir, puedes bajarme aquí y me iré a la escuela, no te preocupes sé quién
es—digo mientras hago un mohín, ¡Dios! ¿Hasta cuándo va a terminar esta
tortura? ¡Y eso que apenas ayer comenzó!
Mi madre se debate entre dejarme ahí a mi suerte o dejarme de manera
segura en la escuela, pero bueno, si elige la segunda probablemente deba
meterse por algunas calles, tomar ciertas desviaciones hasta perder de vista a
aquel “vehículo sospechoso” y eso implicaría el hecho de que yo llegaría tarde
al colegio y esa idea a ella no le cae en gracia.
—Muy bien, cuídate—se inclina hacia atrás y besa mi frente para
despedirse. Desciendo del auto y camino con tranquilidad hacia el colegio, miro
de reojo hacia atrás para ver que mi madre haya regresado o por lo menos ya no
se encuentre ahí y así es, ella se ha ido, sin embargo no todo puede ser miel
sobre hojuelas—¿Qué haces aquí?—inquiero sin girarme o detenerme a esperarlo.
—Sólo vengo a desearte buena suerte—dice tratando de mantener mi ritmo al
caminar.
—Matt—suspiro ¿Por qué suspiro? —pudiste esperar hasta la competencia,
por favor déjame en paz.
—Como quieras, en verdad espero que ganes, por el bien de tu amiguito
espero a que ganes—sonó más a una advertencia que a un “realmente espero”, pero
paré mi curiosidad, no tenía por qué estar ahí en primer lugar y en segundo, si
alguien me veía entablar alguna conversación con él, probablemente dirían que
trato de ganarme al juez y podrían descalificarme. Eso es, Chelsea lo ha
mandado para que pueda acusarme de algo y arrebatarme el primer lugar ¿cómo no
me di cuenta antes?
—No necesito de tu “suerte” —comienzo a decir mientras me paro en seco
para encararlo—y bueno, dile a Chelsea que buen intento, pero que jugar sucio
sólo la hará perder de una forma más humillante—culmino mientras Matthew me
observa con los ojos muy abiertos y con una sonrisa sancarrona en ese exquisito
rostro, ¡No Verónica, él no tiene un exquisito rostro!
—Yo no vengo…—se detiene—muy bien, le pasaré el recado—introduce una de
sus manos a la bolsa del pantalón y se da la media vuelta para retirarse
mientras alza la otra mano en señal de despedida.
«Maldito arrogante, ¿Qué demonios tiene en la cabeza?, pero maldita
Chelsea esta me la paga» pensaba mientras caminaba lentamente hacia la escuela.
Una sombra pasó a un costado y tuve que parpadear varias veces para
asegurarme de que era una persona y no una sombra solamente, mi corazón se
aceleró al pensar en que podría ser un fantasma, pero no, era solo un chico de
primero que corría hacia la escuela…un momento, estaba corriendo. Reviso mi
reloj de pulsera y veo la hora “7:58” indican los números y salgo disparada.
Oh no, oh no, mis clases empiezan a las ocho y la primer clase es
geografía «debo llegar, debo llegar» me repito como una especie de mantra,
«quizá así lo que pienso se haga realidad», que tontería estoy pensando, me
reprendo sin dejar de correr. No quiero llegar tarde y menos reprobar el examen
de esta manera tan baja.
Llego tropezando a mi clase de geografía y el profesor ya está
repartiendo las evaluaciones.
— ¿Me permite pasar? —pregunto jadeando.
—Deje de interrumpir y pase, hará su examen en el pasillo— ¿Qué?, no, no,
no, no puedo caer tan bajo.
—Bien—acepto sorprendida y dejo mi mochila en un rincón, el maestro me
entrega la hoja de preguntas y la hoja de respuestas, me empuja un poco hacia
un lado y me cierra la puerta en la cara.
Me quedo contemplando las puertas y ventanas de los salones un momento
para despejar mi mente y relajarme para contestar el examen. Le echo un vistazo
rápido a las preguntas para ver si me sé de memoria algunas sin la necesidad de
ver las opciones, esos exámenes siempre me revuelven las ideas haciendo que me
confunda, bueno, esos exámenes hacen que cada opción parezca la correcta.
Marco con el lápiz cada opción y me preparo para llenar los óvalos vacíos
que esperan a ser rayados por mi lápiz del número dos, mi maestro no permite
que sea de otro mugre número.
El timbre suena y es hora de cambiar de clase, sólo he rellenado la mitad
de los óvalos, ¡No!, debo rellenar todos. Con acopio de todas mis fuerzas
atasco la puerta con un bloque de madera del suelo, estoy haciendo las cosas mal,
pero bueno, esto me dará tiempo para terminar de rellenar. Del otro lado mis
compañeros forcejean y por fin logran destrabar la puerta así que recargo todo
mi peso—el cual no es suficiente para detenerlos—en ella y empujo para impedir
que abran, sólo me faltan cinco bolitas para terminar y… ¡listo!
Me retiro de la puerta y muchas personas caen de bruces frente a mí, que
alivio, el profesor sigue dentro sentado en la silla frente al escritorio.
—Tenga, he terminado—pongo mi evaluación en el escritorio y cojo mis
cosas del suelo para ocupar un asiento vacío justo en la esquina del fondo del
salón, junto a la ventana.
***
Las clases terminan y tengo la sensación de que en mis dos evaluaciones
obtendré por lo menos un nueve, pero eso ya quedó atrás, ahora debo
concentrarme en la competencia que hoy me espera, debo ganarla a como dé lugar,
no puedo permitir que Chelsea me gane y bueno, esa tal May no representa
dificultad alguna en mi camino, ella es una novata sin experiencia y por lo
menos experiencia es lo que yo poseo.
Camino por los pasillos rosados del interior de la escuela, esta vez no
me he quedado con mis amigas, ellas saben que debo patinar hoy para ganar y
competir en las Estatales. Soy la única del colegio que aceptó meter como
deporte “patinaje sobre hielo” y no lo clásico, pero eso solo me convierte en
la rara de la clase. Eso ya no me molesta.
Acelero mi paso cuando siento que alguien camina justo detrás de mí.
Acelero el paso y por poco tropiezo con una chica que acababa de doblar la
esquina en rumbo a los laboratorios. Estoy por alcanzar el portón de salida y
unas manos se colocan sobre mis ojos evitando que vea cualquier cosa.
—Suéltame, tengo gas pimienta en mi mochila, más vale que retrocedas y me
sueltes antes de que llame a la policía—advierto mientras me retuerzo bajo el
firme agarre de mi agresor.
— ¿De verdad?, ya estoy ansiosos de ver ese gas—murmura en mi oído y hace
que se me erice el vello de la nuca. Muerde el lóbulo de mi oreja y lo libera
soltando su aliento ahí mismo y dejando mi cuerpo flojo en sus brazos— buena
suerte—vuelve a susurrar en aquel lugar que hace que me derrita y baja las
manos para dejarme ver, pero instantáneamente bajo los párpados para sentir las
manos de aquel chico en mi cintura, aferrándose contra mi cuerpo «¿Qué haces?»
me digo mientras recobro la cordura.
—Déjame en paz—espeto con furia—señor Conors, por favor aléjese de mí. Es
un pervertido acosador de menores—grito furiosa mientras salgo del colegio. Veo
la camioneta de mi madre estacionada en la entrada y sin dudarlo ni un segundo,
corro como loca hacia ella, deseo salir de este lugar e ir de inmediato a mi
presentación, anhelo escuchar la ovación de todos cuando de por finalizada mi
rutina y así ganar mi pase a las Estatales y humillar a Chelsea tal y como debería
ser.
Mi mamá se percata de lo que ha pasado, aunque no exactamente de “qué” si
no solo sabe que algo me ha pasado. Me mira en variadas ocasiones en el
trayecto al Centro de Patinaje, seguramente sabe que algo malo me tiene así,
pero lo único que deseo en este momento es que ella tenga un poco de
consideración hacia mi salud mental y no haga preguntas, necesito concentrarme
en mi rutina, necesito concentrarme en seguir el ritmo de Marc.
Desciendo de la camioneta y me despido de mi madre. Ella no puede
quedarse a apoyarme, necesita trabajar para poder mantenernos, esa es la
verdadera razón por la que patino.
Entro al recinto sin dudarlo y me sorprenden las diversas figurillas que
cuelgan de hilos en los corredores, son muñecos que representan a la mascota de
Austin, una especie de marmotas o perritos de la pradera un tanto deformes.
Pero se ven tan lindos colgados en las paredes que enternecen aquel oscuro
lugar.
Llego a cambiarme rápidamente para poder dar un ensayo con Marc, se
suponía que nos veríamos aquí puntuales, sin embargo no logro verlo por ningún
lado y por lo visto nadie ha podido localizarlo pues me pregunta la instructora
que si lo he visto, a lo que yo respondo con un “no”.
Eso no me va a impedir que haga la mejor interpretación de la noche,
necesito hacerla y debo hacerla. Me pongo a hacer mi rutina sola en la pista,
mientras Chels, May y sus respectivas parejas me observan analizando mis
movimientos. Sigo sin que eso me importe, aunque copien parte de mi rutina o
saquen alguno de mis movimientos, no me importa, sé que Marc sabrá cautivar al
público con su carisma mientras yo demuestro mi talento.
Comienzan a entrar personas al recinto y mis piernas flaquean, no puedo
mantenerme en equilibrio y las manos comienzan a temblarme, soy todo un caos de
nervios sobre la pista. Patino rápidamente hacia los casilleros para preparar
el vestido con el que me presentaré. Se supone que ambos escogimos un conjunto
azul-grisáceo, con detalles morados en diversas partes; la falda de mi vestido
imita el tutú de una bailarina de ballet y las mangas del vestido terminan
abiertas, tal y como la membrana de una ardilla voladora (sin estar adherida al
otro lado). Espero pacientemente hasta que Marc decide aparecer con la cara
roja por haber corrido, supongo.
Pone su maleta justo en el mismo casillero que la mía y se va a las
duchas. Sale casi en tiempo record, me dedica un pequeño guiño y se retira a
ponerse los patines. Mientras espero veo a las distintas participantes de
diversos lugares de Austin que vienen a la competencia, sin duda alguna este
año será una competencia reñida, pero sé que la ganaré.
—Perdón por no practicar contigo, espero que salga bien todo, ¿ya le
diste la música a la instructora? —pregunta un Marc más nervioso que yo.
—No hay problema. Todo saldrá bien y no, no le he entregado nada, ¿Cuál
de las dos haremos?
—La segunda, me gusta mucho más que la otra, sabemos que esa música nos
ayudará demasiado—y sin poner objeción alguna saco el disco con la pista y se
la entrego a la asistente que está pasando con una bolsa para todos los discos.
— ¡Escuchen todos los participantes! —grita la instructora para que le
presten atención las parejas que están hablando y unos que otros que siguen
arreglándose— ¡Espero que den todo de ustedes y les recuerdo que nos honra con
su presencia el juez Matthew Conors, es un honor para el Centro de Patinaje
Profesional de Austin ser cede de esta gran competencia local, espero que todos
salgan con buenas notas—concluye y se acerca a la zona donde estamos Chelsea,
May, sus parejas, Marc y yo sentados en hilera sobre la banca— en cuanto a
ustedes—inicia apuntando acusatoriamente a los seis—hagan la mejor
interpretación de sus vidas, no quiero que salgan con sus porquerías—valla, hoy
está más furiosa que nunca. La instructora se retira y enseguida entra el
maravilloso Matthew Conors a presentarse ante todos, aunque parece que sólo
está coqueteando con algunas de las participantes.
—Concursantes, espero ver lo máximo de ustedes, recién vine ayer y tuve
la oportunidad de ver a algunas parejas ensayando, me gustaría decir nombres,
pero no los recuerdo—todos ríen a su ya practicada broma, todos excepto yo,
aunque Chelsea emite una extraña risa para llamar la atención de Matt y sin
duda lo obtiene—permítanme un segundo—se disculpa y se dirige hacia nosotros,
¡vaya! Hoy hemos recibido demasiadas visitas, por lo que decido retirarme de
aquel hermoso encuentro entre mi enemiga mortal y el chico más arrogante en la
faz del universo «la pareja perfecta» pienso mientras emprendo mi salida.
—Espera un momento—ordena Matt mientras cruzo el pasillo—vengo a hablar
con ustedes— ¿Con nosotros o con Chelsea?, pero como sea, me obliga a regresar
a la banca—les vengo a desear suerte a todos y a todas, en especial a
ti—señala, como era de esperar, a Chelsea a quien de inmediato se le iluminan
los ojos.
—Muchas gracias Matt, en verdad daré lo mejor de mí—dice la maldita rubia
siliconada con una sonrisa de seductora.
Bueno, aquí se quedó mi paciencia, y aunque Marc replica, lo arrastro
conmigo hasta las gradas con el resto de participantes que salieron antes que
nosotros.
—Ellos fueron Anne y Kevin del Conjunto Deportivo de Austin—grita un
narrador al micrófono—enseguida es el turno de Verónica y Marc con la música
“someone like you” —anuncian. Es nuestro turno y ya es muy tarde como para
estar nerviosos. Es hora de demostrarle al público y al jurado de qué estamos
hechos.
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