Salimos tomados de las manos al centro de la pista, las personas aplaudieron y sonaron los primeros acordes de la melodía. Las luces se apagaron y dos grandes reflectores iluminaban nuestros cuerpos, uno de tonos blanquecinos para mí y azulados para él.
Comenzamos
con la rutina, parecíamos dos bailarines de ballet con perfecta sincronía y
comunicación. Yo no esperaba menos, estaba con mi amigo y confiaba plenamente
en él y suponía que él en mí. Con un
leve movimiento de cabeza, nuestra señal, supe que era el momento de dirigirme
a sus brazos para ejecutar el salto de la victoria. Un complicado triple lutz.
Me
dirigí hasta él, llegué por fin a sus brazos y después de una serie de piruetas
ancora y cambiada me tomó con sus fuertes brazos y me lanzó por el aire. Di
exactamente las tres vueltas y caí sobre la cuchilla de forma perfecta
deslizándome hacia atrás y a tiempo con el último acorde de la musca.
Simplemente perfecto.
Los
jueces comenzaron a deliberar antes de imponernos una nota, de inmediato
lucieron en la pantalla un 7, un 5 un
4.3. ¿4.3? ¿En serio?, Bah y ese fue el estúpido engreído.
Caminé
furiosa hacia los casilleros y azoté de golpe la maleta con mi cambio de ropa,
no tenía el ánimo suficiente para presumirle a Chelsea peor aún, no tenía el valor de decirle a Marc
que lo sentía, el debe estar peor que yo con esta pérdida, el siempre gana, con
Chels, pero gana.
Me
retiré a las duchas y escuché que le hablaban a Chelsea para presentar su
rutina, probablemente la calificarían mejor que a mí y sobre todo Matthew.
Chelsea sabía bien qué hacer con él.
Salí
de las duchas me puse la sudadera del
recinto y me dirigí a las gradas para observar al resto de los participantes.
—No
te preocupes, ya verás que sí calificamos— me habló Marc de forma tan serena
que quise en verdad creerle eso.
—Gracias
Marc, pero creo que ni un milagro me ayudaría, pero gracias por hacerlo
conmigo.
—Bueno,
para eso son los amigos—musitó y me abrazó—de verdad que sentiría mucho el
hecho de que no calificaras, todos saben que eres mejor que Chelsea.
—Con
que tú lo pienses me basta, pero bueno, habrá que esperar hasta que todos
pasen.
Los
minutos eran eternos y sólo faltaban tres parejas para poder concluir, los
jueces estaban notablemente agotados por estar sentados analizando interpretación
tras interpretación. Yo también estaría harta de sólo estar viendo.
La
competencia se paró justo cuando sólo faltaban dos concursantes para nuestro
descanso que se suponía debió de tener lugar hace cuatro parejas, pero a estas
alturas debería estar agradecida de poder moverme fuera de aquel recinto para
tomar aire fresco.
Fui
encaminándome a la salida para comprar una barrita de granola, después de ver
mi calificación ya podría despedirme de las Estatales y por ende podría comer
hamburguesas si quería o cualquier otra chuchería que por la dieta tengo
prohibida.
Caminé
hacia la tienda que estaba cruzando la avenida, no tenía ganas de subir por el
puente, así que esperé que los autos fueran menos para pegar la carrera hacia
el otro lado antes de ser arrollada por un compacto. La tienda estaba bien
abastecida de pan, de dulces, de todas las cosas que tenía prohibidas, y ya que
llevaba dinero probablemente me podría permitir esos gustos.
Me
paseé por la tienda de un lado a otro, meditando si comprar las papas fritas y
el jugo o las donas y la bolsa de gominolas. Me decidí después de unos minutos
de reflexión por papas, gominolas y jugo para el camino de regreso a la pista.
Lo llevé todo a donde estaba una señora ya con canas cobrando en la caja.
— ¿Es
todo lo que vas a llevar? —me dijo la anciana, al igual que le dijo a otro
hombre que estaba antes que yo en la fila.
—Sí—musité
y saqué mi dinero.
—Son
veintisiete con cuarenta centavos—dijo y le di un billete de cincuenta.
—Conserve
el cambio, no quiero tener toda una bolsa de moneditas haciéndola pesada—sonreí
y me dispuse a salir del establecimiento, cuando de repente una pared sólida
chocó contra mí—. Perdone—mascullé mientras me hacía a un lado para dejar pasar
a quien fuera quien había chocado conmigo.
— ¿Qué
llevas ahí? —preguntó.
—A ti
que te…—me detuve, no podía ser posible que me haya seguido hasta la tienda,
apuesto a que la anciana no estaría dispuesta a ayudarme con esto, ni aunque
fingiera que iba a ser secuestrada.
—Bueno,
por lo poco que me deja ver la bolsa, veo que llevas suministros para una larga
hibernación, eso o quieres suicidarte de una manera placentera—respondió con
total diversión.
—Para
tu información no moriría por eso y tampoco voy a hibernar, sólo quiero darme
un gusto—saqué la lengua como una niña berrinchuda y lo empujé con el hombro.
—Te
pondrás obesa y no podrás dar tus saltos en unos meses, yo sé lo que te digo.
—Me
da igual si me pongo gorda o no, es mi cuerpo ¿no?
—
¿Acaso te deprimiste porque te puse un cuatro punto tres? ¿Pensaste que me
impresionarías? —murmuró mientras yo daba un paso a su lado.
—No,
de impresionarte veo que se encarga Chelsea y bueno creo que lo hice mejor que
ella, pero al parecer los jueces no tienen el carácter necesario para calificar
a alguien por su talento y no por su físico o su crisma, en fin, espero que
disfrutes lo que sea que hagas—y con una sonrisa de arrogancia salí de aquel
lugar.
Ahora
sí que tenía unas infinitas ganas de subir por el puente para hacer ejercicio y
así lograr olvidar mi anterior discusión con ese maldito acosador de menores.
Las
escaleras me agotaron por completo, no porque no tuviera condición física, sino
porque estuve subiendo y bajando hasta que me harté de ello y me dispuse a
entrar al recinto, De todas formas no me dejarían pasar con esos alimentos y
bueno, ya no tenía ganas de comerlos. Me acerqué al bote de basura para arrojar
ahí la bolsa con toda la chatarra que compré y una mano me tomó por el brazo.
Dando un respingo pensé rápidamente en los movimientos de autodefensa que
aprendí en el curso al que mi madre me había inscrito. Así que con la mayor
facilidad me deshice de su agarre y planeé patearlo en donde más le doliera,
pero fue inútil, él me derribó me tomó
por las muñecas en el suelo, paralizándome por completo.
—Abre
los ojos—ordenó mi agresor, y sin dudarlo los abrí y la mandíbula se me cayó al
ver a Matthew posado sobre mí—. ¿Sorprendida? —Adivinó—. Dame las golosinas,
quizá no puedas comerlas tú, pero yo sí—y de un movimiento me quitó la bolsa y
comenzó a abrir el paquete que contenía las papas.
—Hey,
esa es mi comida—me lancé contra él para quitarle la comida que yo había
comprado y que por lo tanto yo comería.
—Pareces
una vagabunda peleando por comida—rió y yo me puse de pié de inmediato y me
sacudí el polvo que se quedó impregnado en la sudadera—. Espera, ya te sacudo
yo—dijo cuando terminé de sacudirme en el frente y girando a ver mi trasero,
noté a lo que se refería.
—Pervertido—grité
y el soltó una carcajada.
—Dijiste
que tenías dieciocho, creo que entras en las permitidas, así que deja de
comportarte como una niña y compórtate como la mujer que eres—que patético ¿ahora
él me da consejos y encima una conferencia de superación personal?
—Yo
me porto como quiero ¿sí? Tú no eres nadie para decirme qué hacer.
—
¿Segura?, porque tal parece que decidí que no pasarás a las Estatales—y con una
sonrisa de suficiencia se alejó por completo.
Maldito
bastardo, debí romperle la cabeza cuando tuve la oportunidad, pero ¡no!, no
debo golpear al maldito juez, pero que se espere a que termine todo esto y ya
verá, no sabe de lo que soy capaz.
Resignada
regresé a la pista, estaban a punto de anunciar a los ganadores y de nombrar a
los otros dos que ocuparían un lugar en el pódium. Corrí al interior y llegué
jadeando a la pista, me cambié rápidamente para alcanzar al resto de
participantes que ya estaban saludando al público en la pista. A tropezones
pude cogerles el ritmo e integrarme disimuladamente al lado de Marc.
De
inmediato las chicas dimos un paso al frente e hicimos una reverencia para
agradecer al público y luego una hacia el jurado para agradecer su presencia,
Matthew tomó un micrófono que alguna de las tantas asistentes le ofreció.
Se
aclaró la garganta de una manera escandalosa—y eso que no tenía el micrófono
encendido—y puso su boca sobre el micrófono para probar el audio.
—Buenas
noches a todos, les doy las gracias en nombre del jurado a todos los
participantes, ha sido muy complicado dar las calificaciones debido al gran
esfuerzo que han hecho para estar aquí y presentar la rutina de una manera tan
sorprendente y no me esperaba menos de ustedes. Debo agradecer a los
organizadores del evento y en especial a los cocineros, la comida fue todo un
deleite—se escucharon risitas tontas en el recinto, tanto del público como de
los patinadores—. Debo agradecer también a los jueces que hoy nos acompañan por
calificar de forma imparcial y honesta a cada pareja que hoy participó. Gracias
a toso el público por hacer de este evento algo ameno y maravilloso—bajó el
micrófono y la ola de aplausos y vítores se alzó de la nada.
Pasaron
unos minutos para que el recinto se quedara nuevamente en un silencio total y
pudieran anunciar a los ganadores.
—Pasando
a asuntos más serios—anunció mi instructora con micrófono en mano—. Debemos
presentar a nuestros ganadores, la competencia estuvo muy reñida y la
diferencia de los tres lugares es de solo décimas—guardó un silencio dramático
que solo hacía que yo estuviera más nerviosa—. Ahora, el merecedor del tercer
lugar es la pareja representante del Instituto juvenil de Deportes de Invierno,
un fuerte aplauso para estos chicos que se inician en el mundo del patinaje
artístico—las personas aplaudieron y siguieron gritando hasta que les
entregaron las medallas y un reconocimiento por participar.
—Ahora,
el segundo lugar lo obtuvo la pareja de Christine Evans y Anthony Darin del
Centro de Artes escénicas de Austin— ¿de artes escénicas? ¿y ellos qué hacían
patinando?, pero en fin, ya tenían su segundo lugar—. Ahora viene nuestro
anhelado primer lugar, démosle un fuerte aplauso a los ganadores, una pareja de
nuestra casa sede, Verónica Praxon y Marco Peters— ¡nosotros!
Con
las lágrimas en pleno auge me subí a la pequeña plataforma para saludar a los
jueces, estaba tan entusiasmada que abracé a Marc y le di un beso en los
labios. Un error por completo que deberé enmendar, pero por el momento no podía
contenerme. Había calificado a las Estatales, Cheslea también, pero yo gané las
locales y tengo posibilidades de colarme como el segundo lugar, solo faltaba
ver qué tan emocionado estaba Marc por mí y si me perdonaría por aquel beso.
Los
jueces entraron al área de casilleros para felicitarnos a todos por nuestro
esfuerzo, pero aquí quien más se había esforzado era yo. Vi que justo en la
esquina estaba Matthew observando hacia nosotros seis con el ceño fruncido y
con una cara roja de ira ¿acaso Chelsea le dijo algo por no calificarla bien?
Pero estábamos a punto de saberlo, pues se aproximó rápidamente hacia nosotros.
—Ven
aquí—farfulló secamente y tiró de mi muñeca arrastrándome hacia la salida.
— ¿A
dónde me llevas? —Grité con la muñeca a punto de zafarse del resto de mi
brazo—. Me estás lastimando—gemí mientras él me empujaba a la oficina de la
instructora.
—
¿Qué rayos fue eso? —espetó cerrando la puerta de la oficina encerrándome con
él.
—
¿Qué fue qué?, si te das cuenta aún no puedo leer la mente—ironicé.
—Déjate
de tonterías, y explícame bien quién demonios es ese chico—apuntó con el dedo
hacia donde se suponía eran los casilleros.
—Bueno,
no sé tú que opines, pero ahí hay tantos hombres como tantas mujeres y bueno,
no sé a quién en específico tengas en mente.
—Tú
dijiste qué era tu amigo, pero ese beso dijo todo lo contrario—por dios, me
estaba reclamando por un beso impulsivo que le di a mi amigo—. Por poco creí
que estaba viendo pornografía frente a mí.
—Por
favor, sólo fue un beso y ya, ¿pornografía?, apuesto que la ves todos los días,
no sé qué te extraña y por último, no te debo explicación alguna, ni siquiera
somos amigos—bajé mis manos en puños y lo golpeé en el pecho para apartarlo,
pero el maldito fortachón no se movió ni un milímetro.
—Dijiste
AMIGOS y bueno, que sepa yo los malditos amigos no se besan—me tomó por las
muñecas y me empujó hacia el escritorio reteniéndome entre la mesa y su cuerpo.
—Déjame,
me estás asustando—dije con la voz partida—. Ya déjame—fue lo último que pude
decir antes de que sus labios atraparan los míos en un beso arrebatador.
De
inmediato su lengua se introdujo en mi boca, una sensación inquietante pero
magnífica, jamás había besado a alguien y bueno lo de Marc fue puro entusiasmo
y nada especial, pero esto no tenía
comparación. Sus labios expertos guiaron los míos y me dejé llevar.
Lo
empujé para separarme de él y poder inhalar entrecortadamente, mis pulmones
reventarían de tan rápido que inhalaba y exhalaba. ¿Qué estaba haciendo con él?
—Ahora
intenta guardar la calma por favor, eso también fue entre amigos—y con una
sacada de lengua tan infantil como un chiquillo de kínder me dejó hecha un
desastre de emociones en la oficina. Qué demonios le sucede a ese tipo, es un
completo estúpido, patán y me odio por no poder dejar de pensar en sus labios,
estúpido Matthew Conors. Estúpido concurso.
Salí llena de impotencia de la oficina, el
bastardo patinador había hecho de mí un muñeco, me besó, me agredió…No sé qué
pensar ahora. Por un lado fue extraña la situación y dulce, pero por otro el
maldito lo había hecho ya todo planeado, como lo odio.
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