Ya había pasado una semana desde mi incidente con Matt y a decir verdad las cosas habían mejorado, tanto profesional como personalmente para mí.
El único problema que tenía era escoger un
atuendo perfecto para la interpretación que se me viera bien y que le quedara
también a Marc. Habíamos visto ya un catálogo virtual de diferentes vestidos y
trajes pero no habíamos dado con el indicado, yo quería uno que tuviera una
especie de falda ampona especial para el patinaje y a él le quedaría bien una
tela que simulara un smoking pero ¿acaso alguien pensaba en eso cuando
comenzaron a confeccionar vestuarios para el patinaje? Supongo que no.
—Ya llevamos mucho tiempo viendo esto, yo digo
que encarguemos los morados y ya, no creo que sea tanto problema con el
vestuario, lo importante es la rutina—dijo Marc interrumpiendo mi bostezo.
— ¡¿Qué no es importante?¡—abrí de golpe los
ojos— la juez rusa, esa mujer del apellido imposible de pronunciar, estará
juzgándonos, ¿sabes por qué no califiqué a las Estatales el año pasado?
—pregunté levantándome como resorte.
—No Verónica pero…
—Nada—interrumpí—, no califiqué porque mi vestido
no iba de acuerdo a mi rutina del lago de los cisnes y Chelsea ganó porque su
faldilla era perfecta para un cha-cha-chá eso fue nefasto y frustrante Marc,
por eso quiero el vestuario perfecto—volví a mi silla y volví a mover el
catálogo hasta la primer hoja.
Seguimos por un par de minutos revisando cada
vestuario, él revisaba los de mujer— que eran más sencillos —mientras que yo
seleccionaba el de hombre que era más complicado pues a decir verdad no existía
gran variedad.
Paramos justo cuando entró mi madre a casa con un
pequeño pastel para celebrar que ya habíamos terminado el semestre de la
preparatoria y nuestro posible triunfo en las Estatales.
—Ya vine Vero, traje tu pastel favorito…—se
detuvo al ver a Marc—hola Marc, que gusto volver a verte, espero que las cosas
sigan bien en tu casa.
Años atrás sus padres se estaban separando pero
no concluyeron eso, se reconciliaron y fin del asunto.
—Gracias señora Praxon, ellos se encuentran bien
y gracias por el pastel…
—Hey torpe, me lo ha traído a mí—reclamé
pegándole en las costillas con el codo.
Apagué mi tableta electrónica y fui corriendo a
bajar platos y vasos para poder comer ese delicioso pastel.
—Bueno muchachos los dejo porque debo regresar al
trabajo, coman el pastel y sigan practicando, espero que ganen—besó mi cabeza y
salió disparada hacia la camioneta para ir a su trabajo.
—Y así es todos los días—suspiré apesadumbrada.
No quería que mi amigo se compadeciera de mí,
sólo buscaba cierta empatía de su parte para que dejara de presionarme con los
ensayos. Quizá ya había salido de vacaciones pero eso no significaba que
deberíamos ensayar doce horas al día, con ocho eran más que suficiente.
—Verónica por favor vayamos a la pista quiero
perfeccionar el salto en el que te tengo que levantar, no me siento seguro al
respecto—hice una mueca de reproche pero terminé asintiendo con la cabeza; ya
nada perdía con regresar a patinar y además me serviría de distracción.
—Por cierto Marc, ¿dónde está Shannon? —pregunté
al darme cuenta que por primera vez estaba a solas con mi amigo sin su novia.
—Ahora que lo dices ella me comentó que
comenzaría a retomar sus clases de pintura—dijo con una enorme sonrisa. Tuve
que reprimir las ganas de brincar a sus brazos como hubiese hecho antes.
—Wow, que bueno…creo que debería ir más tarde a
felicitarla…—Marc hizo una mueca que no me agradó.
—Bueno, de hecho íbamos a celebrarla saliendo
pero supongo que podría cambiar los planes…
—Muy bien, entonces vallan, creo que podré
ponerme a ver el catálogo hasta elegir los vestuarios—comenté tratando de no
parecer molesta.
—Verónica por favor…
—Lo digo en serio—interrumpí—, quiero ganar la
competencia y creo que el vestuario es algo indispensable así como la rutina
así que vámonos a practicar.
Cogí la maleta con mis viejos patines y con el
vestido que usaba para las prácticas.
—Verónica, usa los que te regaló Matthew, esos
patines se romperán en la competencia y entonces no podrás ganar—desplegó una
sonrisa al darse cuenta que me había derrotado en esta recién iniciada
discusión,
Regresé a mi habitación y puse los patines dentro
de la maleta para poder partir hacia la pista. Caminé por las calles para ir a
la parada del autobús con Marc. No quería ir caminando con mi maleta, deseaba
sentarme y esperar hasta que paráramos en el Centro.
Llegamos y comencé a caminar furiosa hacia los
casilleros para poder arreglar mis cosas para el entrenamiento. Aunque Matthew
y yo hubiésemos separado nuestra etapa de odio mutuo debía reconocer que seguía
sintiendo algo por él y que lo estaba reprimiendo, el problema era que no sabía
hasta cuándo duraría todo esto para por fin librarme de él.
Me puse el vestido azul con detalles blancos para
mi entrenamiento, después me calcé los patines rosas que sobresaltaban de todo
el vestuario y fui directo a la pista para patinar en círculos y calentar las
piernas para no quedarme paralizada de dolor en medio ensayo. Revisé el disco
que llevaba en la mano con la melodía que Marc y yo íbamos a interpretar. Esa
melodía tan ligera y a la vez llena de ritmo que ambos danzaríamos en el hielo.
Suspiré y seguí patinando.
— ¡Hey Verónica! —me llamaron y alcé la vista
para enfocar a la persona que se dirigía a mí. Era Matthew Conors.
Suspiré agobiada y fingí una sonrisa natural
mientras él entraba a la pista cargando una grabadora.
— ¿Dónde está tu escultural bailarina? —pregunté
mientras me alejaba de él patinando.
—Practicando tenis en su colegio, por cierto ¿y
tu pareja? —revisé a mi alrededor y caí en la cuenta de que ya llevaba cierto
tiempo dando vueltas como una loca en la pista.
—Bueno, la verdad el debería estar cargando esa
grabadora, dijo que iría por ella pero es evidente que no ha regresado—me
acerqué a revisar por las gradas dónde demonios se había metido mi “amigo” —.
Pero no hay problema, ya ensayaré yo sola.
—Si quieres podría practicar la rutina contigo y
así tú practicarías la mía conmigo.
«No». Fue lo primero que pensé en cuanto escuché
su propuesta, pero faltaba una semana exactamente para las Estatales y debía
ser precisa y casi perfecta al momento de interpretar esa melodía.
—Está bien, primero ensayemos la mía y después
vamos con la tuya por favor, tú ya eres un profesional en esto y yo necesito
practicar—comenté y él sonrió para después asentir con la cabeza.
Le entregué el CD con la música y él procedió a
ponerla dentro de la grabadora. La melodía comenzó a sonar cuando ya tenía a
Matt frente mí sosteniendo una de mis manos como si fuésemos a bailar un vals,
me tomó por la cintura y en efecto, comenzó a danzar en un compás de tres
tiempos con algunos giros básicos ¿qué demonios estaba pasando con él?
—Oye Matt, por favor suéltame—apretó su agarre a
mi cintura—, por favor ya basta, esta no es mi rutina…
—Lo sé—susurró a mi oído—, pero a mí me parece
mejor esta rutina.
Siguió sin soltarme guiándome por toda la pista
hasta que la melodía se detuvo y quedamos frente a frente; por un momento creí
que él me iba a hacer a un lado cuando fijó su mirada sobre su hombro.
—Oye Matthew creo que es hora de que
ensayemos…—no pude terminar la frase por que movió de una manera tan brusca que
quedé recargada por completo en su antebrazo mientras él soportaba el peso de
mi cuerpo y se estabilizaba.
—Te amo Verónica, ya no puedo seguir con la
farsa—me besó. Al principio fue un beso tímido, pero después nos dejamos llevar
hasta quedarnos sin aliento.
— ¡¿Por qué Matthew?! —espeté molesta, tenía
ganas de dejarlo ahí plantado mientras yo corría pero ya no lo haría, esta vez
lo enfrentaría hasta que lo solucionáramos—, ¿por qué diablos me besaste?
—No tenía otra opción Verónica, te dije muy claro
que no podría estar mucho tiempo sin ti.
—Pero yo sí que puedo Matt—me separé un par de
pasos pero no para correr, sólo para guardar cierta distancia entre ambos—,
¿dónde está Marc? —él se pasó la mano por el cabello mientras giraba un par de
veces sobre su lugar.
—Le dije que nos dejara solos—puso sus manos
sobre su cintura y soltó el aire que había estado conteniendo—, le dije que me
dejara para arreglar las cosas pero veo que sólo las he empeorado. Pero por
favor Verónica dame otra oportunidad.
«No». Volvió decir mi mente pero emocionalmente
quería decir un rotundo si.
—No lo sé Matthew, déjame participar en las
Estatales y te daré una respuesta—una breve sonrisa iluminó mi rostro y, por
más que me desagradara admitirlo, una carga se aligeró después de lo que
respondí.
Practiqué el resto de la rutina sola, sabía que
Marc tenía una buena explicación para haber permitido que Matthew se quedara
conmigo. Terminé mi parte de la rutina y proseguí a guardar las cosas en la
maleta para regresar a casa. Salí y Matthew me estaba esperando afuera con su
automóvil color plata.
—Matthew…—murmuré con tono de desaprobación.
—Oh vamos Verónica, es sólo un favor por parte de
tu amigo—asentí y me monté en el cómodo auto—. No te duermas—murmuró mientras
yo luchaba por mantener los ojos abiertos—, ya casi llegamos hasta tu casa.
No me enteré de cómo llegué a mi casa y peor aun
de cómo había subido hasta mi habitación. Me moví aturdida y el piso comenzó a
dar vueltas frente a mi ¿qué había pasado?, revisé cada rincón de la casa para
asegurarme de que todo estuviera en orden, y en efecto, todo se encontraba tal
y como se había quedado. Revisé mis bolsas en busca de las llaves y no estaban,
revisé mi cómoda y ahí estaban junto a un papel.
“Verónica, perdóname pero no tuve otra opción que
subirte hasta aquí, tú me diste las llaves y es más, abriste la puerta…creo que
eres sonámbula porque te hablaba y no respondías. Espero que hayas recuperado
esas energías que perdimos en el ensayo”
Con cariño
Matthew Conors
Lancé la nota y bajé a comprobar que la puerta
estuviera cerrada.
Por qué rayos dejé que Matthew entrara a mi casa
y peor aún, que entrara directo a mi habitación ¿y si se había llevado algo? Subí
corriendo de regreso a mi cuarto para comprobar que todo estaba en su lugar
pero no, no todo estaba bien, ¿dónde estaba el portarretratos de la cajonera?
Seguí caminando dentro de mi recámara y escuché un crujido bajo mi zapato;
levanté el objeto y era el portarretratos sin la foto.
“Te veías tan hermosa que no pude resistirme”
Decía una nota puesta en el lugar donde estaba mi
foto.
Lancé el portarretratos y me lancé a la cama. No
sabía cuánto tiempo me había quedado dormida, pero aun tenía sueño. Caí rendida
en cuanto me quedé cómoda sobre la almohada.
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