Al llegar a la universidad decidimos hacer nuestro recorrido por separado, pues en la entrada se escuchaba el rumor de que me había peleado con Ferdinand tras pasar la noche anterior en su casa ¿Acaso me estaban espiando?, hoy en día ya no se puede tener privacidad; no hay problema de que digan que pelamos, sino que insinúen que pasamos la noche juntos, técnicamente esa era mi intención, debo admitirlo, ¡Pero sólo pasar la noche EN SU CASA, no con él! Y peor aún, la pasé en mi auto; si van a contar un chisme, tan siquiera que sea algo factible. Pero al parecer nadie dudaba del hecho, era como si todos aceptaran la mentira y firmaran con sangre que me habían visto durmiendo con él.
Generalmente me
molestaría e iría al inicio del escándalo, donde supongo que Eve, Chris y otro par
de zorras más terminarían embarradas.
Esta vez no lo
haré, no caeré en su juego para decir otra estupidez más como la de mi última
discusión con ellas; sí, con la que se inició la mentira sobre su relación.
—Oye, ¿tú eres la
tonta que dejó ir a Ferdinand Cordier? —dijo una chica que estaba observándome
mientras caminaba.
—No soy ninguna
tonta y no diré nada más sobre esto, ni siquiera te conozco—espeté.
—Lo siento, soy
Kate Youth, de la clase de matemáticas, me siento a dos lugares detrás de ti—musitó
sin parar de hablar.
—Mucho gusto, yo
soy…
—Serene Boucher—es
definitivo, esta chica si asusta.
— ¿Y tu cómo
sabes mi nombre? —interrogué con cierta cautela, tal vez se convierta en una
especie de ninja y me secuestre.
—Ya te dije que
estoy en tu clase de matemáticas, pero no es por eso realmente, ¡tienes a media
universidad hablando de ti! —chilló mientras daba saltitos y yo me quedaba
estupefacta.
—Y… ¿Qué es lo
que dicen?
—Que conquistaste
al famoso Ferdinand Cordier y que…
—Alto alto alto,
¿famoso? —cuestioné.
—Sí, no te hagas
la chistosita, te pescaste un buen partido—me guiñó un ojo y se fue.
¿De qué rayos
estaba hablando?, ¿Con quién me vine a juntar? Inmediatamente debo ir a
preguntarle qué sucede con todo esto. De famoso no tiene nada y si lo fuera yo
estaría enterada de la procedencia de su fama.
Entré a mis
clases y esta vez decidí sentarme hasta el rincón del salón de clases, estaba
justo en la orilla de las ventanas, donde se veían a los chicos y chicas
corriendo para entrar a sus respectivos salones o a aquellas parejas que tan
amorosamente se besaban cerca de los barandales del cuarto piso del edificio.
Todo era tan bello, jamás me había dado cuenta de la hermosa vista que tenía
desde ahí.
La clase dio
inicio y de inmediato me aburrí, el mismo tema de siempre en literatura, “el
uso de los signos de puntuación”. Siempre lo mismo.
Decidí echar un
vistazo por la ventana. Admirar los árboles meciéndose con el viento, cómo las
nubes poco a poco se reunían formándose bloques grises que anunciaban que
pronto llovería de una manera impresionante, los pajarillos volando como locos
tratando de ocultarse bajo cualquier rama.
Y en cuestión de
segundos, unas gotas comenzaron a pegarse al cristal que estaba frente a mí, y
con esto mi señal para divagar mentalmente plasmando inconscientemente
tonterías en mi libreta.
— ¡Señorita
Boucher! —gritaba al frente la profesora a cargo del grupo en la hora.
— ¿Uh?…am… ¿le
sucede algo? —<< ¿De verdad Serene?, “¿le sucede algo?”, es obvio que
está molesta contigo>>me regañé al tiempo que sopesaba lo que estaba
sucediendo.
—Sí, le estoy
hablando, traiga su libreta y muéstreme sus ejercicios.
Me levanté
mientras mi rostro enrojecía provocando risitas en mi salón y miradas estilo
“de dónde salió ese bicho raro” sin tomar en cuenta todas las señas obscenas
que algunas chicas me dedicaban. Llegué hasta el escritorio lista para mi
regaño de la semana, no tenía nada escrito en mi libreta, salvo un pedacito de
mi hoja que tenía unas iniciales en un cor… demonios.
Traté de arrancar
aquel pedazo de hoja y la maestra me dio un manotazo en mi mano, le puse la
mano encima del escrito para impedir su visión y comenzamos así una guerra
infantil de “cubre la nota para que no te delaten”, hasta que logró arrancar el
pedazo de hoja y llevarlo hacia sus ojos, parándose lista para leer el
contenido. Hasta que hice lo más inesperado; le arrebaté el pedacito de hoja y
me lo metí a la boca. Fue asqueroso, sabía a la crema humectante de la
profesora y a monedas que habían estado entre las hojas de esa libreta.
Masqué y masqué
el trozo de hoja hasta que pude pasarlo a través de mi garganta.
—Eso es
repugnante en muchos sentidos—externó la profesora.
—Lo sé, pero fue
necesario—chillé aun con ese peculiar sabor en mi boca.
— ¿Qué decía
aquella nota? —sondeó.
—Nada
importante—sonreí tiernamente para que dejara de prestar interés en la nota.
—No creo que haya
sido algo tan insignificante como para que se lo tragara señorita Boucher, creo
que me veré obligada a mandarla a suspensión
por una semana—recriminó—a menos que nos comparta lo que aquella hoja
decía.
Puse mis palmas
en puños a mis costados, apretando fuertemente mis ojos, como si al abrirlos
todos desaparecieran y aquel momento jamás se hubiese suscitado. Tomé una gran
respiración y solté lo que decía la estúpida nota.
—Efe ce y Ese
be—susurré.
—Qué quiere decir
con eso—continuó la profesora.
—Nada, solo unas
iniciales.
— ¿Alguien en
especial? —musitó con una pícara sonrisa en ese arrugado rostro.
—Mi…mi
perro—mentí.
—Ama a sus
mascotas—aseveró con aire de incredulidad.
—Si…ehm…mi
perro…es como el hermano que nunca tuve—me llevé las manos hacia el corazón.
—Ya veo,
siéntese, espero pronto nos deje ver al pequeño cachorrito—se sentó y continuó
la clase.
Regresé a mi
rincón a volver a admirar el paisaje.
—Cht, cht—hizo
alguien a mi costado.
— ¿Uhm? —murmuré mientras me pasaba un papelito. Lo desdoblé
cuidadosamente y en el interior de un corazón estaban unas iniciales.
F C & S B
Giré mi cuello
hacia el lugar de quien me lo dio para averiguar quién lo había mandado.
—No lo sé, me lo
pasó ella—señaló una silla a un lado de él y así fue sucesivamente hasta que
los dedos apuntaron a Ferdinand.
—Tú estás
muerto—gesticulé para que comprendiera y sólo puso cara de inocente.
—No sé de qué
hablas—respondió.
Saqué una
libretita de notas y escribí ahí un mensaje para él.
Serene: Ya deja de fastidiar ¬¬’
—Hey—llamé al
chico que me pasó el papelito—a Ferdinand—y de inmediato el papelito voló por
varias manos hasta llegar al destinatario.
Ferdinand: ¿Qué no son las iniciales de tu
perro? :P
Serene: Sí y a él si lo AMO ;)
Ferdinand: Muy bien, iré a tu casa a verlo :D
Serene: No es necesario, podría morir al
verte :3
Ferdinand: Lo sé, causo ese efecto cuando
admiran mi belleza, aunque él sería el primer animal ¬u¬
Serene: De verdad ya basta con esto D:
Ferdinand: Dijiste que se trataba de tu
mascota J
Serene: Sabes que eso fue una mentira >:O
Ferdinand: Así que una mentira ¿no? Y
entonces qué decían las iniciales
Serene: Creo que sabes qué decían :/
Ferdinand: ¿Estas admitiendo que esas
iniciales son MIS iniciales?
Serene: De verdad no quiero discutir en un
papel -_-
Ferdinand: En la cafetería de la escuela
después de la salida ¿si?
Serene: De todas formas te debo un trato,
quiera o no debo estar ahí.
Comencé a doblar
el papel para regresarlo y la profesora se acercó a mi lugar.
—Serene.
—Espera un
momento, estoy intentando doblar esto…—gruñí molesta por la interrupción y el
salón explotó en sonoras carcajadas, alcé la vista y la maestra me quitó el
papel y esta vez se aseguró de estar lo suficientemente lejos como para que yo
se lo arrebatara.
—Bien, veamos lo
que la chica tiene que decir—se aclaró la garganta y comenzó a leer cada línea
de los mensajes dejándome en mal plan ante todo el salón.
Me hacía cada vez
más abajo en mi asiento hasta que casi llegaba al suelo, giré a ver a Ferdinand
y el estaba como si nada ¿Por qué demonios sólo me afectaba a mí?, él parecía
como si solo le estuvieran recitando las oraciones para un dictado mientras mantenía
esa perfecta sonrisa en su rostro.
La clase terminó
y no paraban las indirectas sobre el tema con cosas como “a mí también me
gustaría tener un cachorrito así” y ese tipo de estupideces.
Las clases
continuaron como siempre, aunque para mí era una hora más de tortura psicológica.
Todo seguía tan normal como siempre para el resto del aula, aunque para mí, el
mundo estaba colapsando lentamente a mi alrededor y yo era la única
sobreviviente junto con Ferdinand y entonces nosotros…—¡Ya basta Serene! —Me
reproché—deja de pensar en tonterías—decía una y otra vez alejando aquellos
pensamientos tan cursis poco a poco.
Terminó otra
clase y así de lento continuó todo. No podía salir a comer porque afuera estaba
lloviendo a cántaros y nos podíamos resbalar, me vale un comino si me resbalo o
no, yo sólo necesito un respiro y alejarme de todo esto.
Salí aunque las
personas me advertían que el piso estaba totalmente mojado. Sin importarme,
continué mi camino, bajé los primeros escalones sin ningún inconveniente, hasta
que llegué a los escalones finales las cosas se complicaron, mis pies se
deslizaban por sí solos en el escalón y cuando levanté un poco el pié para
bajar por fin al suelo me resbalé y caí con mi trasero impactando en los
mosaicos del escalón.
— ¿Te encuentras
bien? —preguntó un chico frente a mí.
—Sí, sólo fue una
caída—respondí.
Me tendió la mano
para ayudarme a levantar y yo la tomé.
— ¿Qué haces
Serene? —preguntó alguien a mis espaldas.
—Levantan…—paré
para dar un respiro hondo—Ferdinand, por favor ahora no.
—Veo que
conociste a un chico nuevo, los dejo solos para que continúen—murmuró irritado.
— ¿Celoso?
—preguntó el chico que aún sostenía mi mano entre las suyas.
—No, para
nada—dijo con ironía, lo cual me hizo sonreír—preciosa, te espero en la cafetería.
—Si—respondí con
la mano aún cautiva por el chico.
— ¿Cómo te
llamas? —preguntó por fin el chico.
—Serene Boucher
¿y tú?
—Christopher
Onetto—musitó tendiéndome la mano.
—Mucho
gusto—sacudí la mano que seguía bajo su agarre y él me soltó de inmediato
poniendo se rojo.
Su cabello era de
un tono rojizo y sus ojos azules, de un azul muy suave y claro, su cuerpo muy
bien definido, tan perfecto como un actor de Hollywood y qué decir de su
sonrisa, era de aquellas que te enamoran con el simple hecho de marcarse en su
pálido rostro, cuando enrojeció porque no paraba de admirarlo sus mejillas se
tiñeron de un leve rosa. Parecía un actor de verdad.
— ¿Tengo algo en
la cara? —preguntó al notar que no apartaba la vista de él.
—No, para nada,
es sólo que tus ojos son divinos—chillé dando saltitos y él se ruborizó un poco
más.
—Bueno, a mi me
encanta tu cabello—acaricié mi cabello y el posó un mechón rebelde tras mi
oreja—eres muy bella Serene, lástima que Ferdinand sea tu acompañante, espero
volver a verte pronto—besó mis nudillos de una manera gentil y se alejó sosteniendo
su portafolio con el brazo.
—Tierra hablando
a Serene Boucher ¿me copias? —gritó Pauline en mi oído.
—Deja de hacer
eso—espeté—es muy irritante.
—Deja de babear a
sí por ese chico lindo, es muy irritante.
— ¿Babear?, yo no
estaba babeando por él.
—Sí, claro—rodó
los ojos.
—De verdad, no
estoy mintiendo—recriminé.
—Entonces por qué
estas sonriendo de esa manera, exijo una respuesta creíble.
—Mi día ha sido
de maravilla, sólo estoy feliz.
— ¿Acaso es por
tu salida a la cafetería con Ferdinand? —alzó las cejas con insinuación.
—No, pero en
parte sí.
—Con eso de que
los corazones ahora son para las mascotas…
—Perdona ¿sí?,
fue un momento de estupidez.
—De estupidez de
enamorada—sentenció.
—No estoy enamorada—espeté.
—Claro, se nota
en tus ojos que no lo estás.
—Deja tu ironía a
un lado, de verdad te digo que no estoy enamorada.
—Bueno, entonces
no te importará que vaya tras del pelirrojo sexy que te estaba hablando hace un
rato.
—Ni se te ocurra
acercarte a él—Pau soltó una sonora carcajada cogiéndose el estómago.
—Wow, Serene
Boucher enamorada del sexy pelirrojo, ya era hora—chocó su palma contra la mía
en señal de victoria.
—Pero
cállate—susurré.
— ¿Por qué?, ¿porque
Ferdinand nos podría escuchar?
— ¿Qué podría
escuchar qué? —preguntó Ferdinand acercándose a nosotras.
—Que tienes
competencia—Pauline nos dio dos besos a ambos en las mejillas y se retiró
bamboleándose de un lado a otro.
— ¿Cómo que
competencia? —preguntó Ferdinand.
—Ferdinand, por
favor ahora no.
—Deja de llamarme
Ferdinand, recuerda que estamos saliendo, puedes llamarme simplemente Fer.
—No te diré nada,
detesto esta mentira, quiero ser libre de esta tortura lo más pronto posible.
— ¿Me estás
terminando? —rió y no pude evitar sonreír ante la idea.
—No seas torpe—lo
golpeé en el brazo—jamás te terminaría—continué con el juego.
—Entonces demos
algo más de que hablar. Me tendió el brazo y lo tomé.
Caminé asida a su
brazo hasta llegar a la cafetería, nos sentamos en un lugar apartado de todos
los estudiantes, y antes de sentarnos me tomó por la cintura agarrándome
desprevenida y plantó un exquisito beso en mis labios.
Nos movíamos
rítmicamente con el beso hasta que nos fue difícil respirar y nos separamos.
Dejándome así con todos los sentimientos a flor de piel y las miradas de todos
los chicos de la cafetería sobre mí.
Mañana
seguramente daremos de qué hablar a media universidad, nuevamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario