Nos sentamos en la mesita del rincón una vez que me soltó.
Todos nos estaban
observando y traté de no prestarles atención, pero era inútil, nadie parecía
tener la menor intención de retirarse de ahí sin haber disfrutado de la función
completa.
Una señorita
llegó a darnos la carta del menú y ambos fijamos la vista en aquel papel frente
a nosotros como si nuestra vida dependiera de elegir el postre indicado.
Después de una
larga meditación sobre el postre, Ferdinand hizo una seña a la camarera para
que nos atendiera.
—Quiero un pastel
delicia de chocolate—ordenó.
— Uhm…yo…quiero—hice
una pausa para pensar mejor mis opciones—una tarta helada de fresas—sonreí
hacia la señorita y ella salió disparada con una hojita garabateada con nuestra
orden.
Un silencio
incómodo se estableció entre Ferdinand y yo, era como si nos hubiésemos dicho
todo ya, no había insultos, peleas, acuerdos, nada entre nosotros.
La señorita
regresó con el café y el postre que pedimos, agradecí completamente su
interrupción y fue ella quien rompió aquella incomodidad.
—Que
disfruten—ofreció y se retiró lentamente.
—Muy bien, ya
tenía hambre—musitó Ferdinand.
—Yo también—me
limité a contestar.
Comimos
lentamente cada cosa, y haciendo acopio a toda mi valentía decidí ser yo quien
acabara con esa tortura.
— Perdón por
escribir tonterías en la clase—musité sorprendiéndome a mí misma disculpándome
por escribir su nombre, ¿no se me pudo ocurrir un mejor pretexto?
—No hay nada que
perdonar, no te culpo por tu distracción conmigo, por cierto ¿quién era el
chico de hace un rato?
— ¿Uh? —me tomó
desprevenida su pregunta.
—Hablo del
pelirrojo que estaba hablando contigo hace un rato.
—Ah, solo
él—resoplé aliviada y pude ver ¿celos? En él—es un amigo, me ayudó a levantarme
simplemente.
— ¿Y cómo se
llama? —interrogó.
—No lo recuerdo,
creo que no me dijo su nombre—tomé una gran porción de mi tarta y la metí en mi
boca para evitar que me preguntara algo más. Pero resultó de lo más incómodo
pues ahora me estaba contemplando mientras masticaba— ¿algún problema? —dije
una vez que tragué el bocado.
—Además de él
no—respondió tajantemente.
—Él no es ni un
problema—reproché tomando las cosas con la mayor calma posible—me agrada.
— ¿Qué dijiste?
—Que me agrada.
—Ahora veo,
entonces no sé qué hago aquí, deberías estar con tu amigo.
—Ferdinand…—musité
llegando al punto de irritación.
—Te dije que me
puedes llamar Fer—contestó mientras pedía la cuenta.
—Me gusta
Ferdinand—grité sin meditar el impacto de mis palabras.
Todas las miradas
regresaron hacia nosotros y por fin me di cuenta del error cometido.
—Y a mí también
me gusta Serene—gritó mientras todos nos observaban.
—Eso…eso no es lo
que quería decir—resollé con un susurro.
—Nadie te
escucha—susurró.
—No importa ya,
todo es una mentira y espero que se termine pronto, y si quieres verlo así, sí,
he terminado contigo—agaché la cabeza y dejé aquel lugar con las miradas de
todos en mi espalda y sintiéndome culpable por dejar ahí a Ferdinand.
Oí unos pasos
acercándose rápidamente hacia mí, giré y un chico me tomó del brazo para atraerme
hacia su pecho.
— ¡Aléjate!
—grité apartándolo de un empujón.
Lo vi por un
instante frente a mí y sin dudarlo me tiré en sus brazos, me apretó con fuerza contra su cuerpo haciéndome estremecer
al contacto. Frotó mi espalda de arriba abajo mientras me alejaba poco a poco
de su abrazo.
— ¿Te encuentras
bien? —preguntó Christopher.
—Sí, necesito
estar a solas por favor—musité.
—Entonces no estás
bien—sonrió—no pienso dejarte sola si estas así, ven—tiró de mi brazo—vayamos a
algún lugar, yo invito.
—Christopher no
necesitas hacer esto por mí, de verdad que estoy bien.
—No lo hago por
ti, es porque si te dejo en este estado me sentiré culpable…ammm…míralo de esta
manera, si te dejo así mi conciencia me dirá todos los días “dejaste a esa
indefensa criatura sola, podría morir” —dijo imitando a un fantasma.
—Jajajaja—reí—está
bien, vayamos…no…perdona—bajé la mirada—mi padre me castigó y me temo que no
puedo irme así como así—puso cara de estar pensando y sonrió.
—Dame tu
celular—estiró la mano.
— ¿Para qué lo quieres?
—Tú solo
dámelo—insistió.
—Está bien—saqué
el celular de mi bolso y se lo di.
Observé como
marcaba un número tras otro y hacía cortas llamadas. Esperé un poco más a que
terminara, temía que se gastara todo mi crédito
—Listo—devolvió
mi celular a mi bolso—podemos irnos—me tomó de la mano y salimos de la escuela
caminando.
—Traigo mi auto,
podemos…olvídalo, se quedó en la casa del cretino.
— ¿Cretino?
—ladeó la cabeza.
—Ferdinand—bufé—se
quedó en su casa.
— ¿Viven juntos?
—preguntó y me avergoncé por su
pensamiento.
—No—agité varias
veces la cabeza negando todo—fui a verlo para un…asunto…y me trajo a la
escuela, pero mi auto se quedó ahí.
—Puedo ir si
gustas—ofreció.
— ¿Siempre eres
tan amable? —La pregunta salió por si sola de mi boca—no…no te ofendas y no
contestes si no quieres, fue una…tontería—tartamudeé.
—No hay
problema—sonrió—tú fuiste amable conmigo, así que no tengo razón alguna para
tratarte mal o ¿es acaso que mi actitud te incomoda?
— ¿Hablas en
serio? Cómo podría incomodarme, eres muy…—pensé en mis palabras— muy buena
persona Christopher.
—Llámame Chris—interrumpió.
—Ok, Chris, como
te decía eres muy dulce, me encanta tu forma de ser—se abalanzó hacia mí y me
abrazo— ¿sucede algo?
—No—respondió
suavemente contra mi oído—me gusta que pienses eso de mí.
—Pues yo…ya
ves…creo que eres muy buena persona—titubeé apartándome un poco de él.
—Perdón por mi
atrevimiento, pero ¿Por qué llorabas hace un rato? —se mordió el labio
preocupado por mi y no pude evitar esbozar una sonrisa.
—Gracias por preocuparte,
solo…—suspiré—terminé con Ferdinand—confesé tratando de reprimir nuevas
lágrimas que amenazaban nublando mi vista.
—Perdón yo no
sabía…—su rostro se ensombreció.
—No, no, no, no
es tu culpa, de hecho jamás habíamos estado “juntos” —musité con una risa
nerviosa—todo esto fue sólo una mentira para unas chicas, pero jamás creímos
que media universidad se enteraría.
— ¿Y hasta cuándo
lo iban a mantener en pie?
—No lo sé, yo ya
pensaba ponerle fin de inmediato, pero…—busqué alguna excusa ya que sorpresivamente
no tenía razón alguna para seguir con todo esto—pero…no, no te puedo decir un
pero por ahora, pero debe existir algún motivo por el cual no lo hice—sonreí
con satisfacción al ver que podía confiar en él.
Caminamos
continuamente parando de vez en cuando en algún local a comprar dulces o algo
para el camino sin cruzar palabra alguna.
—Me da dos
helados por favor.
— ¿De qué sabor?
— ¿De qué sabor?
—dijo Chris dirigiéndose a mí.
—De fresa está
bien.
Nos entregaron
nuestros helados y continuamos con el camino.
— ¿Ya me dirás a
dónde nos dirigimos? —pregunté con el helado derritiéndose en mi paladar.
—Sí, estamos
cerca…
— ¿El centro
comercial? —rió ante mi comentario.
— ¡No!, el
zoológico—soltó una risita.
—Muy bien—me
limité a decir.
No me agradaban mucho
los animales y a decir verdad no me encontraba preparada para ver a un león o a
un tigre tan cerca de mí.
— ¿Sucede algo?
Te noto muy tensa.
—No es nada, es
solo que…—pensé en un pretexto y sonó mi móvil salvándome de la
situación—permíteme—susurré.
Saqué el móvil de
mi bolso y vi una llamada entrante.
— ¿Bueno?
— ¿Quién habla?
—preguntó alguien al otro lado.
— ¿Con quién
quiere hablar? —respondí riendo.
— ¿Eres Serene?
—Eso depende,
¿quién habla? —Reímos ambos—ya de verdad quién habla.
—Ferdinand Cordier—me
quedé pasmada en ese momento.
¿Por qué me
llamaba? Pensé que me odiaría después de esto
— ¿Qué quieres?
—titubeé al preguntar.
—Nada, sólo hablo
para saber cómo estás y con quién, tu padre me mandó a llamar a su empresa para
saber si estabas conmigo, estás en serios problemas—susurró como si estuviera
escondido.
— ¿Dónde estás?
—En mi armario,
mandaron a checar mi casa para ver si no estás aquí ¿dónde te has metido?
—Estoy con
Christopher en el zoológico—susurré para evitar que Chris me escuchara.
— ¿Y por qué
demonios no le dijiste nada a tu padre?
—Le dije…no,
Christopher le dijo…espera un momento, enseguida te marco—colgué molesta y giré
a ver a Christopher, quien ya estaba pagando las entradas.
Caminé hacia él y
le planté una sonora bofetada en su rostro.
— ¡¿Qué te
ocurre?! —masculló sobándose la mejilla donde mi mano había quedado marcada con
un intenso rojo.
—No, ¿qué te
ocurre a ti?, ¿qué le dijiste a mi padre? —grité montando un espectáculo mejor
que el de los animales.
—Tranquila—musitó
tomándome del brazo y alejándome de todas las personas.
— ¡Suéltame!
—espeté tirando mi brazo de vuelta.
—Le dije a tu
padre que saldrías con tu novio a una cita y que regresabas a las once de la
noche.
— ¿Qué novio?
—abrí los ojos con sorpresa.
Mi padre no estaba
enterado de lo de Ferdinand y no se lo dije porque era una farsa, ¡nada de eso
fue real!
—Ferdinand
Cordier—y peor aún, él era un inversionista de la empresa ahora.
— ¿Por qué?
—Porque a él lo
conoce y creí que lo sabía.
—Eres un imbécil,
el no sabe nada—pasé mis manos por mi cabello cubriéndome la cara—él no sabía
nada de esto—susurré.
—Disculpa—musitó
pasándome un brazo por los hombros para acercarme a él.
Lo hice a un lado
de un empujón.
— ¡Déjame!
—Exigí—me largo.
Caminé
rápidamente hacia una parada donde estaban varios taxis.
—Espera Serene,
te llevo a casa.
—Conozco el
camino—me introduje furtivamente al primero que encontré desocupado y cerré de
un portazo.
—Espera, aun no
hemos terminado el recorrido—subí la ventana y el chofer arrancó mientras
Christopher corría detrás del taxi.
Le di al taxista
la dirección de Ferdinand para ir a verlo lo más pronto posible. Saqué mi
celular y busque su número en mis contactos.
—Ferdinand voy a
tu casa—dije de inmediato.
—Date prisa, tu
padre está aquí.
— ¿Sigues en tu
departamento?
—En el baño para
ser precisos, tu padre me está dando una charla, y no una de negocios
exactamente—trató de bromear lo cual me provocó una leve sonrisa.
—Cuídate, ya casi
llegamos—colgué y miré la nuca del conductor—dese prisa por favor—ordené.
—Claro
señorita—asintió y apresuró la marcha.
Ojalá que mi padre no asesine a Ferdinand, debo remediar las cosas lo
más pronto posible y haré pagar más tarde a Christopher por todo esto.
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