Sentí cómo aquel metal caliente atravesaba por mi hombro y salía del otro lado pero ese dolor no se comparaba con el dolor que sentía en el pecho al ver a Jinohra asustada y aferrada al tronco del árbol mientras el miedo la consumía poco a poco.
Corrí
para sostenerla y el dolor punzante en mi hombro me impedía recogerla del
desmayo. Aun así pude soportar su peso, el dolor me impedía caminar erguido y
la sangre me provocaba nauseas. Pero no podía dejarla caer, debía llegar al
castillo cuanto antes, al menos a un lugar con un maldito teléfono para alertar
a mi madre.
—
¡¿Joven, está sangrando?! —bramó sorprendida una señora que nos vio al salir
del bosque.
Tuve
que contener las ganas de responderle con sarcasmo un gran “¿No, en serio?”
pero la señora probablemente nos serviría de ayuda.
—Sí,
por favor…—solté un quejido desgarrador, la sangre no paraba de brotar y yo
veía todo tan borroso—llévese a la princesa al castillo, deben cuidarla, dígale
a la reina que estoy en el…—antes de terminar perdí la conciencia.
Desperté
en la cama de un hospital con una especie de manguerillas conectadas a mi
antebrazo, unos tubos más para poder respirar y miles de aparatitos en toda la
estancia.
—Cálmese
príncipe, está en buenas manos—musitó una señorita que se veía borrosa ante mí.
—Gracias—susurré
con la garganta seca—quiero agua por favor.
—En
un momento—la señorita borrosa salió de mi cuarto para regresar con el vaso y
una jarra llena de agua con hielos que subían y bajaban seductoramente—trate de
servirse para ver si puede efectuar movimientos simples.
Saqué
mi brazo herido de la sábana y lo elevé en dirección a la jarra, pero el
movimiento envió una punzada a mi hombro y de inmediato grité de dolor.
—Por
Dios enfermera no lo soporto—bramé—haga algo, quiero la maldita jarra, sírvame
agua se lo ordeno—usé mi tono de mandato, odiaba darle ordenes a los demás.
—Usted
no puede ordenar nada aquí, está en Newry, sólo lo atiendo porque está
débil—esbozó una cálida sonrisa y yo me dejé caer en la cama mientras bebía el
agua.
—
¿La princesa se encuentra bien?, ¿ella está aquí? —pregunté en cuanto dejé que
el líquido empapara mi garganta y humectara el camino para hacer mi voz audible.
—Ella
está en el palacio y la familia real también, ahora tenga, creo que debe ver
las noticias y enterarse de lo que sucede ahí afuera—me tendió el control
remoto y enseguida presioné el botón de encendido.
—Un
momento no se supone que las televisiones…
—Sí,
pero somos un hospital, aquí necesitamos entretener a nuestros pacientes—me
guiñó un ojo y se retiró.
Enseguida
comenzaron a transmitir el noticiero y entre otras cosas de celebridades,
anunciaron nuestro compromiso.
“El
príncipe Aivan acudió al programa en vivo con su entonces amiga, la princesa
Jinohra, para pedirle enfrente de todo el público que esa noche nos acompañaba
que fuese su prometida…tras unos minutos de desconcierto por parte de la
princesa por fin supimos la respuesta, sí, la princesa ha dicho que sí y con
esto nos queda más que claro que ambos sabían lo que estaban haciendo”
Decía
el hombre de las noticias mientras pasaban la grabación del momento. Me veía
tan mal con el cabello alborotado y más nervioso de lo que he estado alguna vez
en mi vida, incluso más que ahora que me encuentro en el hospital con una
herida de bala en el hombro.
Pasé
de canal y la señal llegaba borrosa, tomando en cuenta que era algo “ilegal”
estaba agradecido de que tan siquiera captara algo.
“Después
del tiroteo de ayer…la policía capturó…secuestradores que
iban…princesa…presunto culpable…príncipe, su amigo”
Dijo
el tipo del televisor.
—Huge—me
dije sabiendo que nadie podía escuchar, él fue el bastardo que ordenó que
fueran por ella, de lo contrario los que la tenían en el árbol hubieran actuado
o la hubieran golpeado, él tenía que ser el “príncipe, su amigo”.
Traté
de ponerme de pie, pero en cuanto apoyé mis codos para impulsarme y poder
enderezarme mi hombro envió otra punzada, no podía estar aquí acostado sin
hacer nada.
Llamaron
a mi puerta y tuve que recostarme.
—Pasen—grité
mientras la puerta rechinaba anunciando la entrada de alguien.
—
¡Hermano! —Gritó Emy— esos hombres malos ya pagaron por lo que les hicieron, y
yo estoy cuidando de Jiny.
—Hey
Emily, deja a tu hermano descansar—riñó mi madre—Aivan—bajó su mirada para
poder observarme bien—que bueno que estés bien, creímos que morirías por la
hemorragia.
—Pero
no fue así, ¿Jin está bien? —una sonrisa se formó en sus labios reconfortándome,
eso sólo podían significar buenas noticias.
—Sí,
ella está aun aturdida por todo lo sucedido, pero está en perfectas
condiciones.
Se
calló por un instante, como si se debatiera en decirme algo o no, pero en su
semblante se notaba la angustia, debía preguntarle qué estaba pasando ahora que
yo he estado ausente del reino.
—
¿Qué sucede? —interrogue sin darle tiempo de ocultar su sombría mirada.
—Ya
saben quién mando a hacerles daño.
—
¡¿Quién?!
—Es
Huge, Aivan…—se quedó en silencio por uno minutos antes de continuar—él no ha
sido castigado, el fuero de los príncipes y princesas lo protege, por lo que
las autoridades no pudieron hacer algo, pero Jinohra no está enterada y espero
que no se lo digas, esto podría afectarla demasiado—rogó, odiaba cuando usaba
su maldito tono de súplica.
—No
te preocupes, no lo sabrá por el momento, pero quiero verla, dile dónde estoy,
necesito verla.
La
reina sonrió y tomó mi mano entre las suyas.
—Mi
niño—suspiró—sé que la amas, pero déjala sopesar todo, no creo que pueda
afrontar todo este problema de un solo golpe.
—Por
favor, necesito saber que se encuentra bien y quiero que no se preocupe por mí,
no quiero hacerla sentir culpable por todo esto—musité sintiendo cómo el dolor
me estaba consumiendo, mi hombro no paraba de punzar y mi brazo comenzaba a
entumirse.
—Veré
que puedo hacer al respecto, mientras debes descansar—besó mi frente y se
retiró.
Me
recosté bien por fin y traté de dormir, pero el sonido de las máquinas y del
vaivén de personas por los pasillos me lo hacían imposible. Pero aun así pude
dormir por momentos.
Entre
sueños lograba revivir las escenas en el bosque, tratar de hacerme una imagen
de Jinohra huyendo me era doloroso, pero no podía evitar soñar con eso cada vez
que mis párpados caían cubriendo mis ojos. En uno de tantos sueños yo estaba
corriendo de la mano con Jin y veíamos al bastardo de Huge apuntando un arma
hacia nosotros hiriéndome el brazo.
Me
desperté jadeando y con la herida del hombro ardiendo, el dolor era tan
profundo que casi hace que una lágrima saliera sin embargo la fortuita entrada
de la enfermera logró reprimirla.
—Príncipe,
esta semana no tendrá visitas, debemos asegurarnos de que la herida no esté
infectada y de hacerle los estudios necesarios para poder darlo de alta.
No
respondí ni me quejé, esperaba que esta semana pudiera ver a Jinohra o algo
mejor, que me dejaran salir. Si bien era cierto que el dolor era
indescriptible, pero podría aguantarlo si me dejaban estar nuevamente con Jin,
y todo esto por la culpa de Huge.
La
enfermera me retiró el vendaje y descubrió los puntos que unían mi piel de
ambos extremos cerrando por completo la herida de la bala. Se apresuró a anotar
todo en una pequeña libreta y enseguida tomó una esponja de la cómoda donde
estaba la lámpara y la metió en un líquido azulado.
—
¿Qué es eso?…¡Ah! —grité con dolor.
—Un
suero para que la herida cierre más rápido, sabemos que tiene asuntos que
atender y estamos tratando de hacer lo imposible para que salga en esta semana,
pero si quiere que esto funcione debe quedarse quieto y recostado para que la
piel de su hombro no se expanda ni se contraiga, eso podría debilitar los putos
y provocar que la herida quede abierta.
—Gracias—mascullé
irritado y me tumbé en la cama.
Las
personas iban y venían, pero ninguna de ellas se detenía a verme. Hacía ya dos
días desde mi última revisión y aún no sabía nada de Jinohra. Pero la
preocupación no podía hacerse esperar cuando escuché gritos provenientes de
afuera de mi habitación.
—Por
favor, déjenme verlo—gritaba la extraña voz.
—Lo
siento pero esta semana no hay visitas.
—Me
importan muy poco sus visitas, necesito verlo.
La
puerta se abrió de golpe y una furiosa y preocupada Jinohra se hizo presente en
mi habitación.
—Aivan—chilló
mientras se le partía la voz—estás bien, perdona por todo—comenzó a disculparse
y yo puse mala cara.
—Jinohra,
no es tu culpa, es de Huge—solté sin recordar lo que me había dicho mi madre,
esta vez había metido la pata.
—Ese
maldito…
—Ya
relájate, estoy bien ¿no? No hay porqué estar tensos—besó tiernamente mis
labios mientras el sabor salado de sus lágrimas se quedaba gravado en mis boca,
no podía llorar por algo que ella no había causado, nada de esto era su culpa.
Se
retiró cabizbaja tras una tortuosa despedida, no podía soportar todo esto.
Pasó
la semana completa y por fin pude ponerme de pie, claro que con la ayuda de las
enfermeras para que no tuviera que ejercer fuerza sobre mi hombro. Con
incomodidad me dirigí hacia la limusina que la familia real de Newry había
mandado a recogerme para llevarme a su palacio.
En
cuanto entré mi hermana y mi madre corrieron a recibirme, mientras esta última
no paraba de llorar haciendo que me sintiera incómodo al verla así.
—Jinohra—musité
al verla descender las escaleras con unos jeans y una playera entallada, tal y
como la había visto la primera vez que estuve aquí—te extrañé.
Ella
corrió a mi encuentro y nos fundimos en un glorioso beso que activó cada una de
mis terminaciones nerviosas haciendo que comprendiera aquel sentimiento que las
chicas describen como mariposas en el estómago.
—Te…extrañé—repitió
entre cada beso—en verdad me hiciste falta todo este tiempo—susurró para que
nadie pudiera escuchar nuestra breve bienvenida privada.
—Yo
también, extrañé demasiado esto—volví a besarla con pasión, sin reservas de
cada uno de mis sentimientos, la amaba y quería que ella y todos los que nos
observaban lo supieran.
Nos
separamos jadeando y sonrojados por todo este momento y por la incomodidad que
se cimbró en cuanto vimos a todos los que nos acompañaban en este exquisito
momento.
—Te
amo—murmuré contra los labios de mi prometida—te amo con toda esta locura.
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