Una vez en el auto nos mirábamos de vez en cuando, pues no sabía cómo actuar frente a mi futuro ¿esposo?, ni siquiera me hago idea a la palabra.
—
¿Qué sucede? —rompió el incómodo silencio entre nosotros.
—Nada—sonreí
gentilmente— ¿cuándo será la boda?
—
¿Boda? —se detuvo de golpe y cabeceamos varias veces.
—Sí,
normalmente después de la propuesta viene la boda—respondí con sarcasmo.
—Muy
bien—dudó—entonces mañana comenzaremos a ver las cosas ¿te parece?
—
¡Sí! —chillé con entusiasmo.
Mi
boda ideal sería en un campo, una playa, un bosque; algo muy natural. Con un
pastel grande para los invitados, con un vestido grande y esponjado. Él
luciendo un traje impresionante y mi padre entregándome en el altar, todo en mi
mente estaba perfecto y arreglado cuidadosamente para que nada faltara.
Fuimos
directo a una heladería que estaba en Lisburn y nos introdujimos para disfrutar
del acogedor establecimiento.
—
¿De qué quieren sus helados? —preguntó una chica que estaba montada en unos
patines y de vez en cuando enviaba furtivas miradas a mi prometido.
—
Uno de pistache estará bien para mí—ordenó Aivan mientras me observaba
pendiente de lo que pedía y aproveché la ocasión para darle un beso fugaz
enfrente de aquella chica.
—Uno
de piñón por favor—ordené amablemente mientras mi rostro se marcaba con una
enorme sonrisa.
—
¿Qué sucede?
—Nada—sonreí
gentilmente y comenzamos a charlar sobre diversos temas.
Esperamos
hasta que por fin la muchacha nos llevó nuestro pedido, eran dos simples
helados y se había tardado casi quince minutos, pero supuse que era por tantos
clientes que entraron en cuanto nos vieron dentro.
—Es
incómodo que nos vean comiendo, no me gusta que hagan eso—comenté mientras
comenzaba a reírme torpemente.
—
¿De qué te ríes?
—De
nervios, tengo una maldita risa cuando estoy nerviosa—admití poniéndome más
roja de lo que ya estaba.
—Tranquilízate,
dentro de poco podremos estar más tranquilos.
Disfrutamos
lentamente el helado mientras trataba de ignorar a las personas que se
mantenían expectantes a nuestro alrededor.
Terminamos
después de tanto suplicio para salir sin que las personas me jalaran el cabello
ni que trataran de soltar a Aivan de mi fuerte agarre. Pobre, creo que le dejé
la muñeca marcada con mis dedos.
Nos
montamos en el auto y Aivan arrancó a toda velocidad hasta perder de vista a
los reporteros y personas que corrían detrás de nosotros. En Lisburn parece que
las personas no se rinden fácilmente.
Nos
detuvimos frente a un terreno en un campo, en los límites de nuestros reinos,
justo al inicio del bosque en el que nos perdimos, pero del lado de Lisburn.
—
¿Qué hacemos aquí? —interrogué sorprendida.
—Te
mostraré algo nuevo—me tendió su mano y
la tomé para caminar a su lado.
Avanzamos
muy poco para llegar a una casona que estaba medio en ruinas, pero permanecía
erguida ahí, sola y alejada, por lo menos por poco espacio de ambos reinos.
—
¿Qué es esto? —señalé la casona.
—Es
nuestra.
—
¿Compraste una casa destruida?, hay personas que les regalan viajes a sus
prometidas— dije en tono de burla.
—Está
destruida, pero dentro de poco la cambiará mi madre para que ésta sea nuestra
casa, tú dijiste que querías libertad ¿no?, así que no creo que haya más
libertad que estar lejos de nuestros reinos y con un bosque como patio trasero.
—
¡Aivan! —Chillé— ¿Esto es tuyo?
—No,
es nuestro—musitó posando sus labios contra los míos dándome un tierno beso.
Nuestra
respiración se unió en una sinfonía eterna, nuestros corazones acelerados y
nuestras manos aferradas al otro, sus manos recorrieron mi cintura, subieron un
poco mi blusa y sentí el suave y cálido toque de sus dedos sobre la piel
desnuda de mi espalda, solté un suspiro mientras me acercaba más y más a él,
como si el estar unidos fuese nuestro objetivo.
Nos
separamos jadeantes y me acomodé un poco la blusa, era la primera vez que
alguien me hacía sentir así.
—Te
amo—susurró Aivan mientras apoyaba su frente contra la mía.
Salimos
de ahí y escuchamos algunos gritos, personas corrían para internarse en el
bosque y sin pensarlo Aivan tiró de mí para que reaccionara y corriera con la
multitud. Dentro de nuestra carrera se escuchaban cerca disparos.
—
¡Suban a ese árbol, vendré por ustedes! —gritó una señora frente a nosotros mientras
ayudaba a sus hijos a esconderse en el follaje de la copa del árbol al que
hacía referencia.
—
¿Qué sucede? —pregunté alarmada y con la esperanza de que Aivan o alguien que
me escuchara respondiera.
—Parece
que es un tiroteo Jinohra, no me sueltes, saldremos de esto—gritó para que su
voz se distinguiera de el resto de los ruidos de nuestro entorno.
Corrí
sin prestarle atención a mi pobre condición física y sin repararme a descansar
por el cansancio que aquejaba a mis piernas, jamás había hecho tanto ejercicio
en toda mi vida.
Seguimos
corriendo y pasamos junto a la cueva en la que habíamos estado, traté de jalar
a Aivan para refugiarnos ahí, pero me solté de él y continuó con la multitud
sin percatarse de que ya no estaba sosteniendo su mano.
Sin
dudarlo ni un segundo corrí a través de la multitud regresando hacia la cueva,
era el escondite más seguro que había encontrado, pues el trepar a un árbol, en
tacones me parecía un completo suicidio, dado que no podía caminar más después
de mi carrera en tacones.
Me
agaché y pasé hacia el interior, ahí aún estaban las cenizas que dejó nuestra
fogata improvisada. Comencé a tirar de la ropa de los niños que pasaban frente
a mí para introducirlos ahí.
—
¡Ahí viene, corre! —gritó un hombre, se escuchó un disparo y éste calló sin
vida unos pasos adelante del refugio. Los niños que estaban conmigo se pusieron
a llorar asustados, y, con toda la valentía posible los traté de consolar,
pronto podríamos ver a sus familias, yo daría mi vida con tal de que ellos
estuvieran sanos.
Unas
personas vestidas de negro y con capuchas pasaron corriendo derecho a la
multitud y los niños se quedaron pasmados del miedo, uno de los hombres
sostenía un arma frente a él y se detuvo cerca de la cueva, traté de aguantar
la respiración y calmarme para que no nos delatara mi reacción de asombro y me
puse lo más rígida posible.
El
hombre dio unos pasos hacia la cueva y se asomó, sus ojos encontraron los míos
y esbozó una aterradora sonrisa.
—
¡Déjalos! —espeté al ver a los niños llorar en silencio.
—Salga
de ahí princesa—musitó aquel hombre con una voz grave y áspera.
Obedecí
sus órdenes y dejé a los niños dentro de nuestro refugio. El hombre se acercó
unos pasos y colocó el cañón del arma en mi sien. Temblando traté de reprimir
mis lágrimas, no dejaría que esos desgraciados me vieran vulnerable.
Permanecí
parada mientras aquel hombre llamaba a algunas personas indicando que yo estaba
con él. En ese momento no me importaba lo que me pasara, lo único en lo que
podía pensar era en que Aivan estuviera bien, que él haya podido salir de aquí.
—
¿Qué quieres? —interrogué.
—Yo
nada, no sé que desee su majestad—hizo una reverencia.
—
¿Quién te mandó?
—No
te lo diré, de todas formas vendrás con nosotros y podrás conocerlo.
—No
iré ningún lugar con ustedes, si lo que quieren es dinero pueden tomarlo todo.
—No
somos nosotros los que buscamos algo, ya le dije majestad que nos han mandado
para que la llevemos ante él.
—
¿Y quién es él?
Trataba
de distraerlo, de mantenerlo ocupado mientras yo revisaba a mi alrededor con la
esperanza de encontrar algo que me sirviera para defenderme.
—No
se lo puedo decir, no me pagan por charlar con niñas estúpidas—se sentó en la
hierba mientras me mantenía de pie apuntando a mi pierna con el arma.
Maldición,
a este paso jamás podría huir ahora que sólo es uno, no podría cuando fueran
más y en definitiva no podría en cuanto me llevaran frente a quien sea que los
haya llamado.
Visualicé
un árbol con varias protuberancias, podría escalarlo eso era seguro, pero el
tipo subiría y no dudaría en dispararme con aquella arma tan peligrosa e
intimidante.
Sin
pensarlo enterré mi tacón en su rostro y corrí, corrí con él pisándomelos
talones. Me introduje hacia varios lugares desconocidos en el bosque, rasgando
mi vestido entre los árboles y ganándome diferentes rasguños y marcas de los
mismos.
Escuché
varios tiros a mis espaldas, el sonido de los casquillos rebotando en la tierra
y las pisadas rítmicas de mi persecutor. En un momento de desesperación trepé
un árbol lo más alto que pude, pero no fue suficiente, más hombres llegaron a
bajarme de ahí. Uno de ellos me golpeó con el puño en mis costillas, haciendo
que me tambaleara y callera sin aire ante ellos.
No
sé qué sucedió, cuando por fin pude abrir los ojos estaba en un cuarto como el
de mi palacio, con detalles labrados a mano y con un armario repleto de
vestidos, ¿qué estaba sucediendo?
Caminé
aturdida y retorciéndome del dolor punzante en mis costillas para encontrarme
con la reina de Lisburn y la pequeña Emily llorando en la sala junto con mis
padres, ¿qué sucedió?
Descendí
con pasos lentos y forzados ignorando los dolorosos choques que mi costado
enviaba al resto de mi cuerpo.
—
¿Qué sucede? — murmuré mientras posaba una mano en mi costado adolorido.
—Jinohra—se
abalanzó mi padre sin cuidado alguno—estás bien, estás viva.
—
¿Viva?, ¿debería estar muerta?
—No,
no deberías, nadie debería morir—susurró entre sollozos la madre de Aivan.
—
¿Dónde está Aivan? —Interrogué y nadie respondió— ¡Maldición, soy su prometida!
¡¿Díganme dónde se encuentra él?!
—Él
se encuentra bien—se escuchó una voz inaudible.
—
¡Si está tan bien ¿Por qué demonios no está aquí?!
—No
te exasperes, él se encuentra estable, está en el hospital de la familia,
Jinohra, él está en buenas manos.
—
¿Hospital? ¿Por qué?
—Él
te trajo cargando hasta aquí después de que te trataran de disparar y él
luchara contra esos mafiosos para que no te hicieran más daño, sin embargo uno
de ellos le disparó en el hombro.
—
¿Y aún así me trajo?
—Sí,
eso fue lo que lo dejó en un estado grave, sin embargo está bien.
—
¿Puedo ir a verlo?
—Me
temo que no dejan pasar aún a otros que no sean sus familiares.
Subí
corriendo a mi habitación y corrí por el pasillo para poder ir al muro que
tenía un pequeño hueco escondido con ladrillos sobrepuestos, me deslicé por el
hoyo y corrí hacia el hospital. Tenía que verlo. Tenía que saber que él estaba
bien.
Llegué
jadeando y con la ropa pegada a mi cuerpo por el sudor que había emitido en mi
gran carrera.
—Vengo
a ver al príncipe—jadeé entrando estrepitosamente al hospital.
—Él
no puede ver a nadie aún, sólo tenemos permitido dejar pasar a su familia.
—
¿Ve esto? —Subí mi mano ignorando el dolor de mis costillas—es un anillo de
compromiso, de mi compromiso con el príncipe que está ahí—señalé al pasillo que
daba con las habitaciones—así que creo que este anillo me hace parte de su
familia—sin esperar a que me indicaran si sí era correcto ir o no, salí
disparada a la última habitación donde tenía colocado un letrerito con su
nombre.
Me
quité el calzado para no hacer ruido y me acerqué lentamente a él. Estaba en la
cama recostado con los ojos cerrados, tenía varios cables alrededor y unas
cosas en sus dedos, se veía más pálido que antes, se notaba débil y cansado.
Pero aun así él era el hombre que me había salvado.
—Aivan,
te amo—tomé su mano y la besé en la palma tratando de no despertarlo—siempre te
amaré y sé que saldremos de esta, si pudiste contra Huge en un patio, estoy
segura de que podrás con esto, esto no es nada comparado con todo lo que has pasado
y esta vez no estás solo…me tienes… a mí—rompí en llanto, no podía verlo así.
No después de saber que esto fue por mí culpa.
—Relájate
Jin, sé que estaré bien—su voz resultó áspera y apenas audible—estaremos bien
pase lo que pase—sonrió débilmente mientras con uno de sus delicados dedos
limpiaba mis lágrimas—esto no es nada, Emily hace cosas peores—aún en ese
estado era capaz de bromear, sin duda era alguien muy fuerte.
—Perdóname,
no debí soltar tu mano.
—No
fue tu culpa, entiende—gimió con dolor y no pude evitar estrujar su mano entre
las mías—entiende que no fuiste tú fue el bastardo de Huge, dieron con él a
tiempo para detener toda esta locura.
—Princesa
Jinohra, la hora de visitas ha concluido, por favor retírese—ordenó una
enfermera mientras entraban a cambiar cosas en la habitación y en los aparatos
que estaban alrededor.
Caminé
pausadamente hacia afuera de la habitación para ir a la recepción; justo donde
se encontraba la médico encargada de Aivan.
—
¿Cuándo podrá regresar a casa? —pregunté sin rodeos, tenía poco tiempo entes de
que se percataran de mi ausencia en el castillo.
—No
lo sabemos, hasta ahora todo ha ido avanzando bien, él está en buenas
condiciones…sin embargo…aún no está en un óptimo estado como para salir de aquí
por cuenta propia—explicó mientras anotaba unas cosas en un papel—así que
tendrás que venir dentro de dos días para ver cómo sigue, mañana debe estar
relajado para poder sanar un poco más rápido de lo normal.
Sin
despedirme salí del hospital para retomar mi carrera de regreso a casa. Mínimo
ya había visto a Aivan, ahora sólo faltaba ver al imbécil de Huge, el maldito
que causó todo esto.
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