Después de tomarse el mes de vacaciones que había solicitado Nahyra dentro de la biblioteca pública, tuvo que regresar a sus labores diarias ya que ella iniciaría con el turno de la cuenta cuentos con el libro de “Colin y su increíble siesta”. Era un libro ilustrado con un gato mal hecho que viajaba por todo el mundo en una caja de cartón ¿Pero qué esperar de un cuento infantil?, lo había seleccionado del montón que se quedó en la cesta ese día después de ir al colegio.
Fue
al lado de la tienda y se levantó el cabello en un moño perfecto, se puso el
delantal que delataba su trabajo como ayudante de la biblioteca y colgó en su
uniforme el pin con su nombre “Nay”, era un nombre corto y dulce para que los
niños pudieran recordarla.
Tomó
de la caja de cartón el peluche de un gato pequeño y uno más grande para hacer
la representación del cuento y se fue directo a las sillas diminutas ya
formadas en círculos para recibir a los niños.
Casa
llena, como de costumbre tendría a más de diez niños ahí metidos y debería gastar
por lo menos algunas monedas más para comprarles un pequeño refrigerio antes de
que terminara la curiosa dinámica. Pero antes, fue al área de libros de arte
para coger uno acerca del impresionismo para su tarea de investigación.
—
¡Becka, registra en el inventario la salida de este libro por favor! —le gritó
a su compañera de turno mientras ésta se ponía el delantal.
—Ya
te escuché, enseguida lo hago—murmuró malhumorada y depositó en el escritorio
los triangulitos de sándwich y las cajitas rectangulares de jugo de uva que les
serían entregados a los niños— ¿Para qué me has mandado por todo esto?, no
comprendo por qué eres tan dadivosa con esos niños.
—Porque
siempre quise a alguien que me tratara así cuando fui pequeña y porque me gusta
estar con ellos.
—Claro
que no, tú sólo quieres manipular esas mentes en crecimiento para que les digan
a sus padres que les compren algún libro y así tú podrías obtener algún dinero
extra por la venta— ambas rieron, se abrazaron y Becka le entregó a Nay las
llaves para abrir la puerta donde entrarían los niños para no interrumpir la
lectura de los ya presentes—. Suerte—murmuró y la soltó para que fuera a
trabajar.
Cuando
las puertas se abrieron de par en par una bola de cabecitas peludas y rebeldes
pasaron por todos lados olisqueando el aperitivo que Nay les había preparado.
—A
ver niños, si no se sientan no les daré lo que hay en la caja del misterio—amenazó
y los niños y descubrió el enorme cubo negro con signos de interrogación.
Ella
había elaborado ese cubo porque necesitaba una atracción visual para los niños.
Todos
estaban sentados en sus lugares y Nay sacó los peluches de la caja junto con el
libro.
—Este
día les leeré la asombrosa historia de Colin y su increíble siesta. Había una
vez un pequeño gatito llamado Colin que…—se detuvo porque comenzaron a tocar la
puerta desesperadamente y tuvo que levantarse a abrir—. Date prisa pequeño
porque acabo de iniciar—murmuró y salió de atrás de la puerta para ver quién
era.
Golpeó
su frente con la palma de la mano al ver de quién se trataba.
—Niños,
levántense y denle las buenas tardes al príncipe Dariel Cosustta—aunque ese
cretino hubiera llegado a interrumpir debía hacer un buen trabajo con los
niños, aun si las cosas empeoraban debía ver por el bienestar de esos pequeños.
Todos
los niños se pusieron de pie y corearon un entusiasta “Buenos días príncipe
Cosustta” seguido de una serie de reverencias descoordinadas.
—Nay—murmuró
el príncipe al ver el nombre de Nahyra en el broche—, estoy buscando un libro
del realismo.
—Lo
siento príncipe Dariel, pero esta es la sala para los niños, la puerta del otro
extremo era para…—no terminó de hablar porque él ya se encontraba metiéndole la
mano a la caja con los sándwiches—. ¡Deja eso, son para los niños! —Gritó
Nahyra mientras le daba un golpe seco en la mano al príncipe—, se los daré al
terminar la lectura.
Caminó
hacia su asiento respirando lentamente para relajarse y poder retomar la
lectura.
—Hoy
nos acompañará el príncipe en esta lectura, y se encargará de mover los muñecos—ordenó
Nahyra y le arrojó los gatos de felpa a Dariel. Como les iba diciendo Colin era
un gatito que deseaba dormir y encontró una caja de cartón…
Ella
narraba la historia con tres voces diferentes: la de el narrador, la del el
gato y la de las personas que se encontraban con la caja de cartón en el
correo; mientras Dariel actuaba la obra con los muñecos de peluche y recreaba
la historia.
Cuando
Dariel reaccionó el ya estaba entretenido con los muñecos y con dos niñas que
se habían sentado en sus piernas.
Nahyra
contempló la estampa y sonrió haciendo que Dariel se sonrojara sin remedio ni
escondite provocando las risas burlonas de los niños más grandes.
—Y
entonces Colin regresó a casa…FIN—concluyó y los niños se amontonaron a su
alrededor—. Recuerden que no les daré el almuerzo si siguen parados—todos
corrieron y Nay le entregó la bolsa con juguitos al príncipe y ella se quedó
con la de los sándwiches para así poder repartir más rápido la comida.
Dejaron
a los niños comiendo y ellos salieron de la biblioteca para tomarse un respiro.
Nay se quedó sentada en una de las bancas de metal que estaban afuera y Dariel
se quedó junto a ella.
—Muchas
gracias por la ayuda, pude ver que te estabas divirtiendo—volvió a sonreír y
Dariel cubrió su rostro con las manos—. ¿Te encuentras bien?
—Claro,
todo está excelente.
—Pude
rescatar este como paga por la ayuda—le tendió un emparedado completo y un jugo
que había quedado dentro de la caja—, y perdona por que sea comprado, no tuve
tiempo de prepararlos yo misma y el jugo también fue comprado.
—Gracias—murmuró
el príncipe avergonzado logrando así que Nahyra soltara una risita—. Pero el
trabajo fue de ambos así que toma—trozó el sándwich lo más parecido a un
triángulo y se lo dio a Nahyra.
Ambos
comieron todo pero era evidente que Dariel lo estaba disfrutando más que ella.
—
¿Dónde los has conseguido?, están deliciosos, incluso más que los que se
preparan en el palacio con pan de caja hecho a mano.
—Son
de la tienda de aquí a la vuelta y hay de más sabores, este era de jamón con
queso simple, pero hay adobados, de jalapeño, hawaianos.
—
¿Sándwich importado de Hawái? —indagó impresionado.
—No,
sólo ser les dice así porque tienen piña ahí dentro.
—Ya
veo—él se veía decepcionado, pero Nahyra estaba sonriendo y al menos para él
eso era suficiente—. ¿Por qué no sonríes mucho? Sólo te he visto sonreír
realmente con esos niños y yo no les veo algo especial.
—Para
mí son especiales y también te he sonreído a ti—abrió los ojos como platos y
repasó sus palabras—, no…bueno, no es porque yo crea que tú…tú seas especial,
bueno sí lo eres porque eres el príncipe, pero no.
—Déjalo
así—esta vez fue el turno del príncipe para burlarse un rato.
Esperaron
afuera hasta que todos acabaron el almuerzo y regresaron para entregárselos a
sus madres que ya estaban formadas.
—Si
gustan pasar a la tienda de la biblioteca, tenemos libros nuevos para niños y
artículos para sus libreros—los dirigió al otro lado de la biblioteca y todos
pasaron a la tienda.
—
¿Tú los vendes? —preguntó el príncipe.
—Sí,
me dan algo así como el veinte por ciento de cada venta que hago, son mis
comisiones y no es mucho dinero pero ayuda a la casa.
—
¿En verdad eres tan pobre?
—No
lo sería si no fueran por las deudas pero por el momento sí, soy lo que se
denominaría como “pobre”.
—Yo
lo lamento pero te tengo una propuesta, si le dices que no aceptas la propuesta
de mi padre te pagaré por ello…
—Lo
siento—interrumpió Nay—, pero él me va a pagar por asistir al evento.
Y
de esa forma tan desafortunada e insensible fue como Dariel se dio cuenta de
que Nahyra Venturi sería su pareja el día de la reunión internacional porque su
padre había tenido esa maravillosa idea del soborno mucho antes.
Dejó
la biblioteca y se fue directo al palacio para hablar seriamente con el rey
acerca de su pareja porque, quizá podría cambiar la elección fingiendo tener
una pareja para entonces y cabía la posibilidad de que Katherine aceptara ser
esa pareja sin la necesidad de una paga.
Fue
directo a su habitación para tomar el móvil y marcarle a su amiga en busca de
ayuda.
—Contesta,
vamos—murmuró Dariel contra la bocina del celular.
—
¿Bueno?
—Vaya
Katherine…
—Oh,
eres tú, el abandonador de amigos, no tengo nada que hablar contigo—colgó y no
volvió a contestar a las insistentes llamadas del príncipe.
“Abandonador
de amigos”, ¿acaso existía el término? Y si no existía seguramente eso era algo
muy malo y ofensivo que se dedicaría a investigar en su tiempo libre.
Pasó
de su habitación al salón principal para ayudar a las sirvientas a colocar las
cortinas.
—Hemos
escuchado que fuiste a un evento de beneficencia en la biblioteca—comentó la
sirvienta mientras perforaba la tela para introducir los ganchitos del
cortinero.
—No
ha sido un evento de beneficencia, fui a ver a una amiga, no…es más bien una
compañera de clase y le ayudé con los niños.
—El
rey estaba más que feliz esta tarde al escuchar en el noticiero que estabas con
los niños en la biblioteca, eso hará ver a las personas que la familia real no
es tan alzada como se creía—dio unas palmaditas y volvió a concentrarse en su
trabajo.
—Tampoco
es que vaya por la vida tocando las manos pegajosas de los niños plebeyos pero
sí, he sido bondadoso—se retiró a ver a su padre mientras sonreía ante el
recuerdo de su tarde junto a esos niños.
Ellos
no habían sido para nada groseros e incluso pudo cargar a dos niñas en sus
piernas y algo mucho más extraño aún, había podido pasar más tiempo junto a
Nahyra quien, fuera del colegio, no parecía una persona molesta. Pero por
ciertas razones no podía admitir que se había sentido bien el ayudar a una
chica pobre.
Subió
las escaleras que llevaban directo a la oficina de su padre y se acomodó la
camisa para poder llamar a la puerta. Insistió cerca de tres veces hasta que
por fin el mayordomo le abrió la puerta y su padre giró la silla que estaba de
espaldas para poder ver a su hijo en el umbral de la puerta.
Ambos
se miraron fijamente con actitud retadora hasta que el príncipe por fin accedió
a entrar y a quedarse a solas con su padre.
—Por
favor toma asiento hijo—invitó su padre y se hizo a un lado para dejar pasar a
Dariel al pequeño sillón frente al escritorio.
—Padre,
¿por qué la has sobornado?
—Porque
necesitamos a una mujer que sepa algo más acerca de la historia, cultura, arte,
deportes…queremos que sea perfecta esta reunión y ella parece la indicada.
—Pero
yo no quiero asistir con ninguna pareja…
—Entonces
aprende sobre otras cosas que no sean arte y listo, podrás ir solo—el rey se
encogió de hombros y se colocó sus lentes para leer una serie de documentos
dentro de una carpeta.
Dariel
estaba meditando la posibilidad de ir sin pareja, las condiciones no eran nada
favorables para él porque no le interesaba otra cosa que no fuera el arte. Si
algún Conde se ponía a charlar con él sobre Picasso, o quizá de la música de
Beethoven o podría ser de la poesía de Bécquer él podría tolerarlo y sacar
ventaja de ello. Pero si le hablaban de algún jugador de foot ball o quizá de
los ganadores de las olimpiadas no podría seguir en ello y huiría de la
conversación.
Siguió
sentado y su padre cerró de golpe la carpeta haciendo que Dariel se
sobresaltara e incluso que el mayordomo soltara un suspiro de angustia
provocado por el susto. No había sido su intención pero disfrutó del momento de
angustia de su pequeño hijo.
Sabía
que tarde o temprano debía dejarlo ir para que hiciera su vida y habría jurado
que Nahyra Venturi con su actitud tan complicada lograría hacerle ver que ella
era la indicada: sin embrago las cosas no habían pasado de esa forma aunque
había puesto todo su empeño en ello.
Y
pensar que hasta tuvo que esconder el libro de impresionismo para la tarea de
Dariel con la intención de que fuera a ver a Nay, pero sólo había logrado que
el príncipe fuera a la biblioteca a leer para los niños. Suspiró y posó su
cabeza sobre el escritorio.
—
¿Y bien?, recuerda que la reunión será en tres semanas así que juega bien tus
cartas—advirtió y sonrió abiertamente mostrando los dientes.
—Como
digas, no quiero saber algo más sobre la historia así que supongo que Venturi
estará bien por el momento—se levantó y dejó a su padre con una sonrisa de
oreja a oreja para después soltar una carcajada que se hizo audible en todos
los lugares del palacio.
Él
no pudo dormir en todo el día.
A
la mañana siguiente Dariel salió del palacio a pasear por el jardín con la
intención de asimilar todas las noticias de las que se había enterado durante
el día y la tarde anteriores.
Él
estaba sentado en un tronco partido y seco cuando escuchó la risa de una niña y
corrió a ver de quién se trataba, para su sorpresa era una mujer desconocida.
Nunca la había observado en el reino ni en el palacio por lo que pensó que se
trataba de una nueva sirvienta quizá para la cocina.
La
mujer llevaba un vestido vaporoso en color verde agua que ondeaba con el poco
aire que circulaba por ahí, sus zapatillas eran demasiado altas por lo que sus
pisadas eran débiles y hacían que se tambaleara perdiendo el equilibrio.
Dariel
se acercó sigilosamente y la sostuvo cuando ella se torció el tobillo. La ayudó
a entrar al palacio y le entregó el abanico que se le había caído del bolso.
—Lo
siento, he sido muy torpe—su cabello ondulado cubrió una parte de su rostro
impidiendo que el príncipe la viera.
Ella
era demasiado delgada y de piel muy suave, además de que desprendía un
delicioso aroma a tarta de fresas que hizo que el estómago del príncipe hiciera
un sonido extraño y que la mujer desconocida soltara una risa burlona.
—Venturi—susurró
Dariel sosteniéndola contra su costado— ¿eres tú?
Sostuvo
su mejilla y levantó el flequillo de su rostro revelando a otra persona completamente
diferente a la Nahyra que él había conocido.
—
¿Qué te ha sucedido? —preguntó entre sorprendido y molesto.
—El
rey mandó a unos estilistas a mi casa para hacerme una primera prueba de imagen
y este ha sido el resultado.
—Pero
pareces una mujer madura…
—También
alegué al respecto, pero me han dicho que ese es el objetivo y lo respeto
mientras me paguen—Nay se encogió de hombros y siguió haciendo su intento de
caminar con tacones—. Ya no puedo—murmuró exasperada y dejó botados los tacones
en el césped para ir corriendo descalza escaleras arriba en busca del rey.
—El
rey Cosustta no se encuentra en este momento, ha salido a una reunión
importante—intervino una sirvienta al verla entrar descalza y con los pies
llenos de tierra y detrás de ella venía Dariel con las zapatillas en la mano—.
Pero puedes quedarte en el salón de eventos, de todas formas no tardará mucho
en llegar.
La
sirvienta salió dando pasos agigantados a chismear con las demás muchachas del
servicio acerca de la entrada de Nahyra con Dariel.
Ambos
se quedaron solos observando el suelo, pero fue Dariel quien inició la
conversación.
—Dejaste
tus zapatillas en el patio, eso hará enojar a mi padre—le extendió las pesadas
zapatillas y ella se las puso para intentar caminar ahí dentro.
—Es
sólo que no me acomodo a caminar con tacones, de hecho nunca había usado unos—y
eso era verdad, todo el dinero que ganaba en la biblioteca era destinado a los
gastos de toda la familia y no en lo que a ella le gustaría comprar.
—Ya
veo, pero entonces debiste elegir unos de un tacón más bajo o te lastimarás.
—Pero
yo no los seleccioné, los “especialistas” sólo me los pusieron y me obligaron a
usarlos además de que es incómodo ¿de qué número calzas?
—Me
parece que del seis, nunca me he tomado la molestia de averiguarlo.
—Entonces
ven, siéntate—le acercó una silla del salón y le deshizo los cordones del
zapato—. Pruébate las zapatillas para que veas qué tan incómodo es.
Estaban
concentrados cambiando el calzado que no se dieron cuenta de cuándo fue que el
rey entró al salón para ver cómo había quedado Nahyra. Pero se llevó la
sorpresa de su vida cuando con lo que se encontró fue con el príncipe montado
en los stilettos color plata.
Dariel
dio una serie de pasos sosteniéndose del hombro de Nay y estuvo a punto de
caer. El rey no pudo contenerse más y explotó en carcajadas que llamaron la
atención de los dos jóvenes.
El
príncipe estaba avergonzado tratando de deshacerse de los tacones y caminó
descalzo en busca de los zapatos que estaban en posesión de Nay. La chica echó a
correr y Dariel fue detrás de ella.
Los
mechones del cabello recién ondulado de Nahyra se batían con el viento haciendo
que éste se enredara con los cordones de los zapatos que levantaba en el aire.
Era divertido, volver a molestar al príncipe después de un par de semanas en
tregua.
Quizá
esta vez podría disfrutar de sus momentos en el palacio aunque fuera con la
molesta compañía del príncipe o la excesiva a tención de los sirvientes sobre
ella, todo porque el rey ya comenzaba a tratarla como un miembro postizo de la
familia real.
Ambos
terminaron con las mejillas sonrojadas y jadeando por la carrera que pegaron,
ninguno se había dado cuenta de cuándo fue que los dos comenzaron a llevarse
bien o tan siquiera a convivir sanamente sin la intención de dañarse
mutuamente.
Nahyra
se puso de pie y se calzó las zapatillas mientras que Dariel se ataba los
cordones aún sentado en el suelo.
—Podría
acostumbrarme a las carreras por la mañana—murmuró y lo ayudó a ponerse de pie.
—No
lo creo…esto es demasiado agotador—se dio la vuelta y regresó al palacio a
buscar a su padre para pedirle que le dieran unos zapatos cómodos a Nahyra y
así poder llevarla de regreso a su casa.
Se
dirigían a las escaleras cuando Nay, de la nada, soltó un grito y corrió hacia
lo que era la cocina.
Dariel
sólo pudo ver a Nahyra dando vueltas en la habitación siendo rodeada por los
brazos de su mejor amigo. No estaba celoso, sólo estaba molesto, molesto porque
Antoni acosara a Nahyra desde que le pidió aquel favor que ahora le parecía de
lo más estúpido.
Siguió
observando cómo de la nada él se había quedado solo y Antoni tenía toda la
atención sobre él. No sólo la de Venturi, sino que también la de la sirvienta y
algunos de los diseñadores.
—
¿Qué haces por aquí Antoni? —preguntó Dariel poniéndose cual barrera entre su
amigo y Nahyra, así mínimo evitaría estar molesto con ambos.
—Me
avisaron los chicos del colegio que habían visto a Nahyra usando un hermoso
vestido y no pude evitar venir a comprobarlo pero su descripción se quedó muy
corta, ellos dijeron que lucí hermosa y bueno para mí es más como…sexy—le
ofreció un guiño a Nahyra haciendo que se sonrojara.
Ella
se sentía estúpida recibiendo tanto elogio de su amigo, quizá no era la chica
más guapa del mundo y mucho menos la de su colegio pero era un hecho que el
maquillaje hacía maravillas y eso era lo que Antoni realmente estaba viendo, a
la Nahyra disfrazada de una chica de mundo.
Suspiró
y se levantó incómoda del sillón dejando a los dos chicos en plena discusión.
Se quedó observando la cocina con la esperanza de que algún cocinero saliera
con una charola rellena de esos aperitivos diminutos y deliciosos y así poder
hacerse con algunos. Pero se quedó esperando porque eso nunca pasó.
Tenía
hambre, demasiada porque había sido interceptada de camino a casa por los
guardias del palacio, y forzada a subirse a la limusina; y desde ese momento no
había probado bocado. Su estómago gruñó y ella se abrazó tratando de disimular
el sonido.
—
¿Qué fue eso? —Preguntó Antoni poniéndose rápidamente de pie—, ¿acaso fuiste tú
Nay?
—Creo
que…que tengo un poco de hambre—admitió aún sin darles la cara.
—Ninguna
amiga mía pasará hambre, vamos por algo de comer—Ofreció Antoni y fue por ella
para sacarla del palacio y así poder hacer uno de sus movimientos en el juego.
Después de todo, él estaba cumpliendo con el favor pedido por Dariel.
Caminaron
por largo rato hasta que se detuvieron en el parque al que ella solía acudir
con sus amigas. El rostro se le iluminó y los recuerdos volaron fugazmente
mientras caminaba entre el corto césped. Ya iba más de un mes sin ver a sus
amigas y qué decir de sus padres, las dos veces que intentó verlos ellos no se
encontraban en casa a causa de su trabajo.
El
camino continuó hasta que llegaron a la calle donde ella vivía antes.
—
¿Cómo lo supiste? —preguntó Nay sorprendida.
La
verdad era que Antoni no tenía ni la menor idea de lo que estaban hablando,
pero más le valía seguirle la corriente si quería seguir dentro del círculo de
amistades de la hermosa Nahyra Venturi.
—Lo
imaginaba—ella le dio un abrazo y un beso en la mejilla. Sí, él ya estaba cada
vez más cerca de su objetivo.
Nay
salió corriendo descalza porque había dejado los tacones a un lado de su
acompañante.
Por
la emoción, todas esas ganas de llorar debían ser por eso, pensaba mientras
tocaba el timbre de la puerta. Sería la primera vez que los vería en más de un
mes y la espera la estaba consumiendo viva.
La
puerta por fin se abrió y la cálida sonrisa de su madre le dio la bienvenida
haciendo que las lágrimas que había tardado en reprimir, volvieran a brotar de
la nada.
—Mamá,
hoy viene con un amigo—le hizo señas a Antoni para que se acercara y éste por
fin se decidió a salir.
Estar
con la familia Venturi no era parte de su plan, pero si lograba caerle bien a
la familia tal vez podría lograr algo más lejano con Nahyra. Además de que no
perdía algo más que tiempo en hablar con los padres de su hasta ahora “amiga”.
La
madre de Nay los obligó a pasar y a beber una taza del té de limón que había
preparado esa mañana y del que justamente sobraba un poco.
La
incomodidad era palpable, estaban sentados a la mesa Nay, su padre, su madre y
justo frente al papá estaba Antoni. No era que le incomodara la presencia de
él, lo que incomodaba era el hecho de que aquel sujeto estaba observando cada
uno de sus movimientos, como si en cualquier momento pudiese coger el cuchillo
untador y cometer un asesinato.
—
¿Quieres pan tostado con mantequilla? —preguntó la señora Venturi extendiendo
la margarina dentro de una cajita.
—Por
supuesto—respondió Antoni tomando la caja y el diminuto cuchillo mientras la
mirada escrutadora del padre de Nay recaía sobre él—. No es por ofender señor,
ni por faltarle al respeto, pero… ¿podría dejar de verme así?, de verdad que si
mi presencia le molesta me retiraré, sólo debe decirlo—forzó una sonrisa y se
rascó la nuca con una mano mientras con la otra dejaba los cubiertos sobre su
plato.
—Que
muchacho tan agradable, chico—dijo esto viendo a Antoni—, tienes mi permiso
para salir con mi hija.
Nahyra
comenzó a atragantarse mientras recibía pequeñas palmadas en la espalda por
parte de su mamá.
—
¡Papá! —Bufó Nahyra poniéndose cada vez más colorada por la vergüenza del
comentario, y por la ira hacia su padre—. Él y yo no somos más que amigos ¿sí? —azotó
las manos sobre la mesa y se levantó iracunda para salir de su propia casa
dejando a Antoni con sus padres.
—
¿Te encuentras bien?
—Sí,
pero por ahora quiero ir a mi casa—susurró y tomó camino hacia el colegio.
—
¿Acaso no vives con tus padres? —Él no comprendía la extraña relación padres e
hija que tenían los Venturi.
—No,
ellos pagan mi departamento cerca del colegio y yo tengo una sirvienta ahí que
la hace de nana por…órdenes del rey, creo que venía incluida con la beca.
No,
Antoni sabía que tenían vigilada a Nahyra con algún fin especial, pero por
alguna razón aún no se le había informado. Sacó el celular de la bolsa de su
pantalón y marcó una serie de números para hablar con alguien.
Se
quedó parado a mitad de la acera haciendo esperar a Nahyra por la llamada “tan
importante” que debía hacer y no podía esperar. Como era de suponerse Nay se
desesperó y regresó sola a casa; odiaba tener que esperar bajo los rayos del
sol y peor aún, usando un vestido que la hacía sentir casi desnuda.
Cuando
Antoni colgó el teléfono para por fin llevar a Nahyra a comer al lugar donde él
deseaba estar a solas con ella, se percató de que estaba solo y decidió ir a
hacerle una pequeña visita a su amigo Dariel para animar su mal trago en casa
de los Venturi.
Nahyra
estaba en el departamento charlando animadamente con la sirvienta y ayudándole
a secar los trastes para acomodarlos en la alacena que tenía justo arriba de la
cabeza. Estuvo así con cada traste que ella le pasaba hasta que se aburrió y
mejor fue a limpiar las sillas y el sofá que estaba en la sala.
—
¿Ustedes tienen que hacer toda la limpieza en el palacio? —preguntó Nay
temiendo que eso fuera demasiado íntimo o de suprema privacidad de la familia
real.
—No,
realmente ahí hay toda una organización ¿sabes?, habemos quienes nos encargamos
de la limpieza de las ventanas, otras de las cortinas, algunos más de la
papelería del palacio…habemos muchas personas trabajando ahí dentro—contestó y
regresó a lavar los trastes.
—
¿Y tú de qué te encargabas?
—De
la limpieza de los pisos de las siete oficinas, todas del mismo tamaño, por lo
que ese era un trabajo agotador—corrió de regreso a ver a Nahyra y le tomó las
manos—. Tú serías una perfecta limpia ventanas, tienes manos delicadas como
para que aseen cada rincón de esos enormes cristales…pero supongo que ya tienes
suficiente con eso de ser acompañante—dio un suspiro exagerado y fue directo a
limpiar el baño
—Hey
Olga, te dejo, voy al trabajo…
—Pero
Nahyra, hoy es domingo.
—Lo
sé, de todas formas debo ir a ayudar y a vender más artículos—ofreció una
sonrisa mostrando los dientes y salió corriendo para tomar el transporte que a
dejaría en la biblioteca.
Todos
los asientos del colectivo estaban llenos y habían demasiadas personas dentro
aferrándose a las barras de metal que pendían sobre sus cabezas. Así que
nuevamente ella no alcanzaría lugar para ir cómoda, tuvo que sostenerse de las
paredes del camión para ir segura aunque fuera en el borde del segundo escalón.
Después
de tantos empujones, golpes y gritos para bajar por parte de las personas, Nay
por fin llegó hasta su trabajo y entró por la parte trasera para no interrumpir
a los intelectuales bibliófilos.
—Becka—susurró
mientras se ponía el mandil del trabajo— ¿Cuántas ventas he tenido?
—Superaste
tu record el día del cuenta cuentos, vendiste casi todos los artículos en
mostrador y la mitad de los del almacén, supongo que el cheque ya ha de estar
en camino a casa—Nahyra no pudo evitar sonreír y hacer un pequeño baile, su
pequeño “baile de la victoria” —. Por cierto, hoy tienes visitas en la
recepción.
Nahyra
caminó temiendo que su visita fuera Antoni, quien seguramente le reclamaría por
dejarlo solo justo cuando hacía su llamada importante.
—Antoni,
si esto te pone mejor creo que le agradaste a mis padres—comentó mientras
entraba, pero se le calló la cara de vergüenza en cuanto vio al príncipe
sentado frente a ella, lo siento, te he confundido.
—No
te preocupes, veo que esperas a alguien más y como no quiero hacer mal tercio
supongo que es mejor que me vaya.
—Alto
ahí Dariel…
—Príncipe,
por favor, dime príncipe—musitó indignado y tomó el pomo de la puerta.
—Alto
ahí príncipe Dariel Cosustta, ¿para qué hs venido?
—Supongo
que hora no es importante, es más importante Antoni ¿no?
—
¿Acaso estás celoso?—esta vez un tono burlesco se distinguía en su voz.
—Claro
que no—agachó la cabeza para ocultar el tenue color rosado que había comenzado
a colorear su rostro.
—Te
creeré, pero de verdad que quiero saber lo que has venido a decirme porque debo
regresar al trabajo—introdujo ambas manos al delantal y se quedó frente a él
esperando la respuesta.
—Mi
padre me ha mandado a avisarte que mañana después del trabajo te quiere ver en
el palacio para tu primer clase de baile de salón—se encogió de hombros y esta
vez sí abrió la puerta—. Por cierto, ¿cómo van tus ventas?
—
¡Excelentes! —Gritó y dio un saltito de emoción—, he vendido más de tres
cuartas partes de la tienda.
—Felicidades—se
dio la vuelta y salió de la biblioteca en dirección al palacio.
De
alguna forma debía ayudarla y era evidente que ella no aceptaría ni un solo
centavo de lo que él le ofreciera, así que el comprar varios artículos de la
tienda se le hizo una buena opción para brindarle apoyo. Lo único malo era que
no sabía desde cuando le habían dado ganas de ayudar a alguien pobre.
Continuó
su camino hasta que por fin llegó a su verdadero destino, deseaba hablar con la
sirvienta a cargo de Nahyra para poder recabar más información acerca de sus
gustos para tener todo listo para la clase de baile.
Le
abrieron la puerta y Olga lo recibió con un abrazo y una reverencia para pedir
disculpas.
—Tu
padre me avisó que hoy vendrías a supervisarme, pero no te mentiré, la verdad
es que Nahyra me ha estado ayudando con las labores de limpieza—agachó el
rostro y pidió perdón.
—No
he venido para supervisarte, y de todas formas ya podía hacerme a la idea de
que la señorita Venturi le proporcionaría ayuda—estuvo a punto de retirarse
pero entonces recordó por lo que había ido hasta allá—. Disculpe que le haga
una pregunta tan directa, pero es necesario… ¿Podría decirme lo que más le
gusta a la señorita Venturi?
Con
esa pregunta Olga se hizo una idea acerca de todo lo que estaba pasando, pero
por nada del mundo le daría alguna pista, ese fue el trato de los sirvientes
con respecto a las emociones de su príncipe.
—Lo
siento príncipe Dariel, pero no tengo la menor idea sobre eso. No me
malinterprete, pero no tengo una amistad real con la señorita como para hacerle
esa clase de preguntas—sonrió y tomó uno de los trapos de la cocina para
aparentar estar ocupada en el quehacer.
—Debí
suponerlo, pero de todas formas se lo agradezco…
—Pero
si quiere averiguar más cosas sobre ella creo que lo conveniente sería ponerle
algo de atención, le recomendaría que la visitara en el trabajo más a menudo
porque creo que es donde la he visto más feliz hasta ahora.
—Te
lo agradezco Olga, muchas gracias.
Salió
de la casa de Nahyra y se topó con ella, con la mismísima señorita Venturi a
punto de entrar a su hogar.
—Disculpa—murmuró
Dariel tratando de no obviar la razón por la que estaba ahí—. He venido a
supervisar el trabajo de Olga, el rey me ha mandado a hacerlo.
—Bueno,
de todas formas ¿quieres un poco de té?, es instantáneo pero es manzanilla—le
mostró la caja de cartón con los sobrecitos de té puestos en varias hileras.
—Claro—dudó
y regresó a la casa.
Nahyra
calentó rápidamente el agua en la cafetera y la sirvió en las tazas de
porcelana.
—
¿Acaso el té no se prepara en tetera?
—No
Dariel… ¿Cómo te gusta que te digan?
—No
creo que mi nombre tenga un diminutivo—y eso era cierto, siempre lo habían
llamado por su nombre por lo que no se había tomado la molestia de pensar en un
diminutivo—. Aunque lo único que se me ocurre es “Ariel”, aunque es nombre de
mujer, sinceramente me hace pensar en la sirena pelirroja.
—Ese
es mi cuento favorito Dariel, creo que te llamaré “Ariel” de cariño—murmuró
mientras le vertía el azúcar a cucharadas en la taza del príncipe.
—No
quiero tener diminutivo de mujer Nay.
—Pero
sería injusto porque tú me podrías decir Nay mientras que yo debo seguir diciéndote
Dariel como si fueras un desconocido al que deba tenerle demasiado
respeto—murmuró con descaro hasta que cayó en la cuenta de que estaba hablando
con el príncipe de una nación completa—, perdona, se me olvidó que estaba
hablando con usted, majestad.
—No
hay problema, se supone que debemos llevarnos bien para cuando legue el día de
la dichosa reunión, aun así no quiero que me llames Ariel—bufó fingiendo una
molestia infantil.
—Lo
siento Ariel, tú fuiste el que dio la idea—comenzaron a beber el té en silencio
mientras eran observados por Olga, quien ya estaba esperando con ansias aquel
evento para que por fin se dieran cuenta de que eran perfectos el uno para el
otro.
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