Y de nuevo debía asistir a clases después de su fin de semana lleno de trabajo en la biblioteca, y lo peor de todo era que al finalizar esta nueva semana debería ir a contarles cuentos a los niños, quizá debería leerles alguna historia de terror para que así dejaran de molestar y gritar por un momento. Detuvo el rumbo de sus pensamientos en cuanto se dio cuenta de todo lo malo que estaba planeando para unos inocentes infantes.
Dejó
su pequeño bolso sobre su asiento y recargó la cabeza sobre la paleta de la
butaca.
—Nahyra
Venturi ¿cierto? —preguntó Katherine agachándose para observarla de frente.
—Sí,
esa soy yo ¿y tú eres?
—
Katherine, soy amiga del príncipe Cosustta y futura actriz juvenil de
Hollywood—dijo con aire de grandeza.
—Muchas
felicidades, yo supongo que me enfocaré en el canto…
—Pero
no tendrás gran oportunidad cuando el príncipe de toda una nación tiene el
mismo talento que tú.
—
¿Disculpa?
—Lo
que quiero decir es que…
—Es
que se va para dejarnos a solas ¿verdad Kate? —murmuró Antoni justo a tiempo
para salvar la vida de la delicada Katherine.
Kate
se fue enfadada para salir del salón con sus amigas, y como era de esperarse
Nahyra era parte de su nuevo chismorreo.
—Discúlpala,
suele ser muy celosa con Dariel. Y tú me debes una explicación por o de ayer,
me abandonaste mientras hablaba por teléfono.
—Lo
siento, debía asistir al trabajo en la biblioteca.
Ambos
se quedaron en silencio mientras Antoni pensaba en la forma más amable de invitarla
a salir y Nahyra imaginaba cómo sería su día leyendo con los niños.
—Nay,
quiero compensarte por lo de ayer con una nueva comida.
—Lo
siento Antoni, pero he quedado con Dariel para ir a bailar.
La
respuesta tomó por sorpresa a Antoni. Por fin la había invitado para cumplir
con el favor de su amigo y él se le adelanta con una cita romántica para
bailar. Una parte de él estaba aliviado de que por fin Dariel se diera cuenta
de sus sentimientos por Nahyra, pero por otro lado deseaba que la olvidara para
poder así quedarse con ella.
Con
esos pensamientos egoístas se retiró a su clase para dejar sola a Nahyra con
las palabras de disculpas en la boca. Había perdido una gloriosa oportunidad
para salir con Antoni y todo porque al rey se le ocurría darle una clase de
baile que según él, le serviría durante la odiosa reunión.
Se
fue con el grupo de Iris y sus otras amigas que ya la habían aceptado como una
más en ese diminuto grupo conformado por todas las chicas y chicos inteligentes
y cumplidos de varias clases, incluso ella estaba dentro del club de escritura
del colegio.
—Mañana
le presentaremos al profesor de teatro una propuesta para un musical, así tu
podrás ser la protagonista—murmuró Amanda entusiasmada mientras aplaudía de
felicidad—, ¿qué te parece la idea?, así quizá podríamos explotar tu talento.
—Di
rana y yo salto—murmuró Nay y enseguida se dio la vuelta para regresar a clases
después de un merecido descanso.
—Rana—murmuró
Dariel a sus espaldas.
—
¿Disculpa, has dicho algo?
—Dijiste
que si decía rana tu saltabas, así que… rana—repitió esperando que Nahyra diera
un enorme brinco.
—Es
sólo un decir, no lo tomes tan literal Ariel—musitó con una sonrisa en su
brillante rostro y pasó derecho a las clases dejando con una duda a Dariel,
¿para qué hacía una promesa tan tonta si no la iba a cumplir?
—
¡No me llames así!
Ambos
fueron a su laboratorio de música para coger un nuevo instrumento y aprender
algo nuevo, porque los dos ya dominaban el piano, Nay deseaba aprender con el
violín pero Dariel quería el saxofón o la flauta.
Cuando
entraron al salón de clases los instrumentos estaban dentro de sus respectivos
estuches de colores llamativos y éstos a su vez estaban en cajas, tal y como se
ponen las cosas cuando te mudas de casa, el problema era que no se trataba de
una mudanza, sino de un reacomodo de clase.
—Separaré
a los alumnos por sus habilidades y se formarán como yo lo indique. Esto es
necesario para el recital que ofrece el Special Art College a todo el país
sobre todo lo que se hace por aquí.
»Los
instrumentos de viento a la esquina derecha, percusión a la izquierda y cuerdas
al centro…Dariel Cosustta y Nahyra Venturi harán un dueto como representación
de la música, los demás nos mantendremos practicando lo habitual hasta que
quede bien. Nahyra, Dariel, los quiero en el piano ahora mismo—ordenó y ellos
obedecieron de inmediato.
Todos
estaban felices de que Nay y Dariel hicieran el cierre del evento con una
canción que por el momento era desconocida para todos, incluso se tenían que
quedar después de la escuela para poder practicar todo y así quedar en perfecta
sincronía cuando llegara el día del evento —aunque faltaban semanas—, pero
debían estar listos para no decepcionar al reino.
Nahyra
llegaba cada vez más tarde a su trabajo en la biblioteca y aunque las ventas
iban en aumento y debían abastecerse diario, eso no evitaba que recibiera
regaños por parte de la jefa. O que de vez en cuando tuviera que usar la
limusina de Dariel para llegar normal a su trabajo.
—Nay,
de nuevo te toca el cuenta cuantos y me temo que Raquel no ha venido a entregar
el libro desde que le dijiste a Gema que le darías a Blanca nieves—comentó
Becka mientras se ponía su mandil de trabajo.
—Lo
sé y de verdad tenía ganas de contarlo, pero está bien, ya cogeré otro libro
más lindo.
—
¿Y las bolsas con comida?
—No
tuve tiempo de comprar algo para esos niños, he estado ocupada con mis ensayos
y me temo que se me olvidó el evento de hoy.
—Pero
bueno…otra vez tienes compañía y a él no se le olvidó el aperitivo—le dio un
guiño con complicidad y regresó a atender a algunos jóvenes que solicitaban su
credencial.
Nahyra
avanzó con miedo hacia la sala para niños, la verdad esperaba ver a Antoni
sentado ahí para ayudarle con el evento, y como esa tarde Ariel ya se había ido
a casa no podría ser él.
—
¡Ariel! —no pudo evitar sonreír al ver que el príncipe estaba listo con los
aperitivos dentro de las cajas misteriosas—, me has salvado la vida.
—Si
no lo hiciera, habría perdido a mi pareja en el evento de los reinos—sonrió y
depositó el último panecillo dentro de las cajas forradas de papel.
—
¿Y qué has comprado? —preguntó curiosa, esas cajas del misterio se volvían más
misteriosas cuando alguien más que no fuera ella agregaba algo dentro.
—Son
cajas “misteriosas” si te lo digo perderán su cometido y decepcionarás a los
niños.
—Está
bien, sólo por eso abre las puertas y saca los muñecos…
—No,
esta vez yo leo y tú sacas los muñecos—objetó el príncipe arrebatando el
pequeño libro de colores que tenía Nay en las manos.
—No
Ariel, es mi turno, además yo soy quien trabaja aquí.
—Pero
el rey me ha mandado a trabajar con los niños porque quiere que comprenda lo
que es ser padre—esto último lo dijo muy avergonzado, tanto por la idea como por la persona a la que se lo
estaba diciendo.
—Pero
leer un cuento no tiene nada que ver con ser un padre.
—
¿Sabes acaso lo que es ser madre o padre?
—No,
pero conozco lo suficiente de niños como para poder ejercer el puesto…está bien
esta plática ha terminado y la actividad debe comenzar.
Dariel
abrió las puertas y todos los niños cruzaron derecho para abrazar a Nay y sólo
una niña e quedó aferrada a la pierna del príncipe.
Gema
estaba sorprendida de ver a aquel apuesto hombre frente a ella, incluso ya le
había platicado a su mamá sobre aquella vez que ayudó a Nay a hacer la
actividad del cuenta cuentos por lo que esa acción ya era todo un rumor en
ciertos rincones del reino.
—El
príncipe nos acompaña hoy y él ser quien les lea el cuento así que cállense y
escuchen, quien porque no ponga atención no tendrá bocadillos.
Aunque
a decir verdad aun no sabía absolutamente nada acerca de lo que contenían las
cajas y la espera la estaba matando, porque se imaginaba a toda clase debocados
deliciosos ahí dentro, como podrían ser pequeños baguettes del palacio o quizá
hamburguesas o pizza, todo dependía de la decisión de él.
Dariel
leyó el cuento entretenido, esta vez era el turno de “mi amiguito el
cangurito”, un cuento hecho a base de rimas infantiles con palabras demasiado
simples, incluso en alguna parte rimaban “casa” con “pasa”, así de simple era
la lectura.
Cuando
la actividad terminó Nahyra se encontraba tumbada sobre la alfombra haciéndoles
cosquillas a los niños mientras que Dariel bailaba con las niñas como si fueran
unas “princesas”.
—La
actividad de hoy se ha alargado un poco, el príncipe les dará su refrigerio
mientras yo voy con Becka para que pasen sus mamás por ustedes—indicó Nay
haciéndole señas al príncipe para que la cubriera mientras ella se tomaba un
descanso.
Los
niños y niñas se formaron en una fila esperando con ansias la comida. Primero
les fue entregado un jugo de naranja en pequeñas cajitas y después una rebanada
de pastel de chocolate dentro de sus envases plásticos. Pero no todos los niños
estaban comiendo alegremente, Gema estaba muy triste observando su rebanada de
pastel con una cereza encima.
—
¿Qué te sucede princesa? —Quizá Dariel no poseía una experiencia con niños tan
basta como la de Nahyra, pero el truco de llamar “princesa” a cualquier mujer
nunca fallaba.
—Hoy
Becka me ha dicho que Raque nunca devolverá mi libro porque se ha cambiado de
casa a un lugar lejos de aquí—la pequeña hizo un puchero de advertencia porque
ahí venía el llanto.
No
faltaron mas que un par de segundos para que Gema se pusiera a llorar en los
brazos de Dariel lamentando el robo de su libro favorito.
—
¿Cuál es el libro que se ha llevado?
—El
de Blanca nieves
—Muy
bien, mañana ven a visitarme en el palacio y te daré el libro.
—
¿Hablas en serio? —los ojos de Gema se iluminaron y observaron al príncipe con
asombro y cariño.
—Es
una promesa.
La
pequeña se quedó observado su mano derecha y entonces alzó su meñique para
cerrar su promesa.
—Hace
años que no hacía esto—murmuró Dariel mientras engarzaba su meñique con el de
la niña—, mañana te espero.
Ambos
salieron de la sala y fueron a ver a su mamá.
Nahyra
estaba viendo todo desde afuera y tuvo que esperar más tiempo ahí para asimilar
todo lo que había pasado. Ahora Dariel estaba con una niña haciendo una promesa
que desconocía y ella lo había presenciado y lo que era peor, había sentido esa
hinchazón en el pecho, esa misma sensación que produciría el orgullo o quizás
el cariño.
Fue
a la puerta trasera para avisarle a Becka que el estómago le comenzaba a doler
enviando arcadas a todo su cuerpo, odiaba cuando eso sucedía. Aunque casi nunca
pasaba había comenzado el efecto en cuanto vio a Dariel en la biblioteca.
Dariel
se había dado cuenta de su ausencia y comenzó a caminar a toda prisa por cada
pasillo entre los estantes llamando la atención de las pocas personas que leían
tranquilamente.
—Dariel
cálmate, Nay se ha sentido mal y ha tenido que regresar a casa—dijo Becka con
una sonrisa al darse cuenta de todo lo que estaba sucediendo justo en ese
momento entre Nahyra y el estúpido príncipe—. Si gustas puedes ir a verla, yo
me encargo de esperar hasta que se vaya cada niño.
Dariel
esbozó una gran sonrisa y salió corriendo en busca de la dirección de Nahyra
para poder saber cómo estaba en ese momento.
—Hey
príncipe, debes tomar la ruta veinte que te deja cerca de tu colegio—Becka
lanzó unas monedas para que Dariel pagara el transporte.
Se
quedó en la parada esperando la ruta que tardó un milenio en pasar y se subió a
ella. Los asientos estaban ocupados y habían muchas personas de pie en el
pasillo sujetadas de la barra de metal sobre su cabeza.
—Por
favor recórranse hacia atrás porque subirán más personas—ordenó el conductor y
todos comenzaron a apretarse más hasta que por obra de los empujones llegó
hasta en medio de todos.
Durante
el recorrido tuvo que soportar los alaridos de una mujer que subía con una
bolsa de mercado, un niño metido en un berrinche que podría escucharse en todo
el transporte colectivo y para rematar el viaje una chica que no paraba de
describirlo con la chica con la que estaba hablando por teléfono.
Llego
hasta el colegio y bajó de inmediato para ir a la casa de Venturi y averiguar
cómo se sentía. Llamó a la puerta y lo recibió la sirvienta, quien cargaba una
bolsa con hielo picado.
—
¿Qué sucede príncipe?, ¿a qué debemos su isita?
—Necesito
saber si Nahyra está bien— no podía ocultar la preocupación en su voz y entró
de inmediato la habitación de Nay,
descubriendo así, a una chica envuelta en capas y capas de cobijas y con un
termómetro en la boca—. Nahyra—murmuró y cerró la puerta a sus espaldas.
—Dariel,
ven aquí.
Él
se acercó poco a poco hasta llegar a la orilla de su cama y entonces ella
pellizcó sus mejillas hasta dejarlas rojas.
—Te
he estado extrañando, dame un besito de buenos días ¿sí? —murmuró adormilada.
—Pero…pero
es muy tarde, no podría hacerlo…
—Ignórela
joven príncipe, la fiebre es muy alta y ha tenido pequeños lapsos de
alucinaje—advirtió la mujer del servicio y los dejó a solas mientras corría por
la cocina para hacer un té que pudiera solucionar el problema.
—Mira
Nahyra, he venido sólo para saber cómo estabas…
—Me
abandonarás tu también—Nay comenzó a gimotear y a retorcerse bajo las sábanas mientras
sujetaba la ropa de Dariel para que éste no escapara—, siempre me abandonas
cuando te necesito—soltó un chillido y ocultó su rostro entre sus manos.
—Pero
estoy aquí justo ahora—comenzó a alejarse nuevamente antes de que la situación
empeorara.
—Yo
te…te amo pero tú no a…a…a mi—soltó una serie de gritos mientras se sacudía
sobre el colchón.
—No
digas esas cosas Venturi.
Dariel
no sabía qué hacer, estaba más nervioso que de costumbre y ahora temía por su
vida, ¿Que lo amaba?, él no lo creía. Además de que ella tenía lapsos de
delirio pero su “lapso” ya había durado bastante.
—Ya
basta Nahyra, no te amo.
—
¡Lo sabía!, tu quieres a Katherine y me ignoras por ser pobre.
—Claro
que no, ella es una amiga y no me gusta. No te ignoro por ser pobre porque eso
no me importa, eres una chica genial y no te amo, pero al menos me haces dudar
de mis sentimientos…por Dios—ocultó su rostro entre las manos y después se las
pasó por el cabello—, estoy hablando con una enferma.
—
¿De verdad sientes eso por mi?
—Estás
cuerda—temía decir más de lo debido y que ella realmente recordara todo.
—
¿Me amas, piensas besarme?
—
¡Deja de ser tan directa! —gritó y corrió hacia la puerta pero su escape fue
impedido por una Nahyra mareada y a punto de caer al suelo en un vano intento
de alcanzar primero la puerta—. Déjame escapar—tuvo que implorar mientras la
detenía por los hombros para que no se cayera.
—Si
quieres irte me debes dar un beso—juntó ambos labios y se dirigió decidida
hacia Dariel para acorralarlo entre su cuerpo y la puerta.
—Ni
hablar, no haré eso, aléjate Venturi o te denunciaré por acoso sexual.
—No
es acoso, sólo le pido un beso al amor de mi vida.
Dariel
volvió a sonrojarse y esta vez su rostro estaba frente al de Nay, por lo que no
pudo ocultar su rostro.
—Está
bien—se acercó poco a poco a ella y entonces a penas y rozó sus labios con los
de Venturi—. He perdido—murmuró y sostuvo el rostro de Nahyra entre las manos
para depositar otro beso de igual forma que el anterior—. Vete a dormir.
Guió
a Nahyra Venturi hasta su cama y la dejó descansar.
Dariel
estaba a punto de retirarse de la casa de Nay cuando de pronto la encargada de
la limpieza se presentó ante él para impedirle el paso.
—No
le diré a nadie lo que he visto aunque si se enferma mañana, me temo que tendré
que dar alguna explicación—sonrió y se pasó derecho a la recámara de Nahyra.
Y
en efecto, al siguiente día Dariel tenía fiebre y aun así se levantó para ir al
colegio porque debía presentarse a su clase de pintura para recibir la tarea y
retirarse de inmediato de regreso al palacio.
Hasta
ahora nadie había comentado algo al respecto. Al parecer la mujer del servicio
había cumplido su promesa al respecto y lo peor era que Dariel no sabía cómo
actuar en cuanto la viera; pero si actuaba extraño ella probablemente se
acordaría de todo lo que había sucedido.
Salió
del palacio con la intención de ir al colegio y afrontar a todos los
estudiantes que ahí se encontraban sin importar si se habían enterado o no.
Subió a la limusina con esa actitud arrolladora, pero en cuanto vio al grupo de
amigas de Nahyra dentro del salón perdió el valor y fue a depositar sus cosas
en una butaca que se encontraba en un rincón del salón.
Nahyra
Venturi entró y de inmediato saludó a todas las personas que estaban en el
salón. Pero detuvo su mirada sobre el príncipe. Se acercó poco a poco y le
entregó una pequeña bolsa de regalo con unos caramelos dentro.
—Gracias
por ir a verme y por cuidar de los niños y lamento el haberte contagiado, no
era mi intención.
—
¡¿Que no era tu intención?! —estalló y tomó por sorpresa a Nahyra.
—Oh
si, ahora recuerdo que te envié mis bacterias por correo directo al
palacio—dijo con sarcasmo y agregó—: No comprendo para qué fuiste a verme—lanzó
la bolsa hacia el suelo y todos se quedaron observando la escena.
Al
menos había algo positivo en todo esto, Nahyra no recordaba el beso que le
había dado Dariel, lo malo era que ahora solo él debía vivir con el
remordimiento.
—
¡¿Cómo te imaginas que me contagié?! —gritó antes de que ella pudiera salir del
salón. Ya no le importó que los estuvieran escuchando, sólo quería que ella
también se enterara de cómo estaban las cosas entre ellos dos.
Nahyra
regresó hasta su lugar con las manos apretadas en puños y los dientes
rechinando. Si i9ban a iniciar una discusión más valía que lo hicieran en una
parte donde no tuvieran tantos espectadores.
Tiró
de la mano del príncipe y lo llevó corriendo hasta un par de salones que había
visto vacíos en su primer día de clases, justo mientras buscaba el salón de
música y fue ahí donde conoció a Antoni.
Se
sentaron uno frente a otro en el sucio y frío suelo de mármol. Nahyra se llevó
las rodillas hasta el pecho mientras que Dariel extendió las piernas para estar
más cómodo para el momento.
—
¿Por qué dices que yo te he contagiado? —preguntó Nahyra aún molesta por la
actitud del príncipe.
—Porque
te besé—admitió quedamente esperando que Nahyra descargara su furia contra
él—…Pero no fue intencional, tú me obligaste a hacerlo.
—Eso
es ridículo Ariel, yo estaba enferma y en cama, es imposible que yo haya hecho
eso—objetó y estuvo a punto de ponerse de pie.
—Claro
que no, incluso tu sirvienta me dijo que tenías lapsos de delirio…si no crees
en mi podrías preguntarle a ella—se encogió de hombros y le ayudó a ponerse de
pie.
Ambos
se fueron a su clase de baile sin dirigirse la palabra. Era la inconsciencia de
Nahyra contra el temor de Dariel. Si ella se enteraba de que eso había sido
verdad él estaría muerto y toda Kouba se quedaría sin heredero al trono.
Si
Dariel mentía entonces ella podría continuar su vida feliz y sin remordimiento,
ahora toda la responsabilidad estaba sobre la pobre sirvienta y ella ni
siquiera sabía de lo que estaba a punto de formar parte.
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