Pasé la semana yendo al curso y después a un parque cercano para estudiar pacíficamente sin que mi jefe me estorbara o me cuestionara acerca de los modelos o las distintas anotaciones que hacía con respecto a alguna cosa que me gustara.
La mayoría de
objetos de moda eran para mujeres, de hombres casi siempre era lo mismo.
Trajes, suéteres de tweed, bufandas, abrigos, sombreros, sacos, camisas,
zapatos. Aunque algún no lograba comprender qué diferenciaba el café claro del
kaki o el rosa mexicano del fucsia. Existían aún demasiadas lagunas mentales en
mí en cuanto a la moda se refería. Si me dijeran que diera asesoría fiscal
sería diferente, pero estábamos hablando de moda y créanme que el derecho y la
moda no.
El móvil
comenzó a vibrar en el bolsillo de mi saco y tuve que sacarlo para poder
contestar.
—Bueno, habla
la señorita Miller.
—Daph, necesito
que me hagas un favor. Quiero una entrevista con tu jefe—no podía ser, si le
decía que fuera en casa mi amiga se daría cuenta de que vivimos juntos puesto
que tengo cosas mías hasta en el baño y en la sala algunas otras más.
— ¿Para cuándo
la querrás?
—Mañana si es
posible, necesito hacerle la entrevista porque me la ha pedido un amigo.
Y ese era un
buen punto por el cuál debía ayudarla. Su amor pendía de un favor con mi jefe.
— ¿Vendrás tú o
tu amigo?
—Ambos, por eso
necesitamos que sea en su casa, hay demasiadas cosas que debo explicarte…pero
dije que podría conseguirla, por favor Daph, sabes que yo no te he pedido nunca
este tipo de favores—rogó con pleno uso de la verdad.
—Ok, ok, te
marco en cuanto lo consiga, veré si me da un espacio en su apretada
agenda—colgué.
Me levanté del
césped que rodeaba al grueso árbol que estaba dándome sombra para que pudiera terminar
de leer la revista y así dar inicio a mis primeras asesorías para Nathan.
Tendría que regresar a casa rogando a todos los santos para que mi jefe
estuviera ahí y para que aceptara la entrevista con mi amiga. Le debía el favor
después de todo lo que ella ha hecho por mí.
Caminé y caminé
hasta regresar al edificio del curso para poder ver los registros de si Nathan
Fara ya había salido de ahí.
La
recepcionista me mostró su computadora para que revisara las horas de entrada y
salida de los diferentes profesores. Y efectivamente Nathan ya había salido de
aquel lugar.
—Muchas
gracias, que tenga una buena tarde—me despedía educadamente y emprendí mi
camino hacia l casa con la intención de encontrarlo ahí.
Tuve que correr
para poder llegar a casa antes de que él se pudiera ir, si dejaba que el tiempo
se fuera seguramente le confirmaría la entrevista hasta la noche que regresara.
Gran error fue el no pedirle su número telefónico cuando tuve la oportunidad.
Me quedé afuera
de casa tocando mientras trataba de espiar por el orificio que había entre el
inicio de la puerta y el suelo. Quizá veía sus pies andar de un lado a otro o
alguna otra señal que me dijera que él estaba ahí dentro. Pero no encontré
nada.
No salió con
mis toquidos ni aunque le grité, simplemente él no se encontraba en casa y no
iría a buscarlo a la oficina porque entonces vería a Frank y eso significaría
pasar otro momento incómodo hablando con él. Así que no me quedaba de otra mas
que esperarlo afuera de la casa.
Me dirigí al
patio trasero para extender en la mesa del pequeño comedor campero, todos mis
artefactos de estudio: mis revistas de moda, los apuntes, la tableta que ahora
no tenía nada de señal, pero de todas formas me sería para ver las imágenes que
había guardado ahí. Seguí tomando apuntes y escribiendo notas importantes en mi
libreta hasta que sentí que alguien tocaba mi hombro.
Di un manotazo
para que muriera el insecto que seguramente se me había trepado por el hombro,
pero el quejido de una persona hizo que quitara toda mi atención de la revista
para poder observar mejor a la víctima de mi duro golpe.
—Señorita
Miller, por favor un poco de respeto para su compañero de casa—ya estaba hasta
la coronilla de que me restregara en la cara el hecho de que vivíamos juntos.
Lo positivo era que hasta el momento todas las cosas eran normales, sin ninguna
situación incómoda—. En fin, vine para abrirle la casa y para avisarle que
espero que en la noche podamos ir de compras para eso de las asesorías.
Comenzó a
recoger mis cosas de la mesa para apilarlas y cargarlas de regreso al interior
de la casa. Era un gesto demasiado
cortés después de todo lo que nos había pasado en la semana.
El segundo día
que estuve ahí dentro derramé un poco de chocolate caliente sobre una de sus
camisas blancas de algodón y después, en la noche dejé un pan en el horno y
éste se quemó; en el cuarto día había olvidado ir al curso y él tuvo que
regresar en su auto por mí—aunque yo no se lo pedí, pero lo hizo—y así me llevó
vestida con unos espantosos jeans.
—En la noche vendré
para ir de compras…
—No,
espera—interrumpí antes de que él se retirara—. Mira, mi amiga necesita una
entrevista para hoy contigo ¿podrías hacerlo?
—A las seis la
estaré esperando, dale la dirección.
— ¿No prefieres
que sea en un restaurant?
—Reserva para
cuatro personas entonces— ¿Siempre debía hablarme en ese tono de autoritarismo?
— ¿Para qué
cuatro?
—Uno para ella,
otro para los camarógrafos, uno más para mí y otro para ti, ¿Quieres que te
diga también todo lo que voy a hacer hoy y por qué? —comentó con ironía.
—Pero yo no…
—Te dije que
iríamos de compras, terminado la entrevista iremos. Te quiero arreglada para
las siete ¿ok?
—Está bien—mascullé
entre dientes y él se fue—. Será en tu casa.
Y así él se dio
la media vuelta y salió con cara seria. Seguramente había movido por completo
su agenda por la entrevista, pero no fue como si yo le pusiera un arma en la
cabeza para que aceptara, sólo le había pedido el favor y él había aceptado.
Después de todo, esta situación no era del todo mi culpa.
Me senté más
tranquila en el sofá y encendí el televisor. Tal vez una película romántica
levantaría mis ánimos ya que no tenía a mi amiga cerca como para ir a dar
algunas vueltas por ahí, debería conformarme con la programación de la
televisión.
Fui a revisar
en la cocina para ver si en las alacenas existía muestra alguna de la
existencia de las palomitas para microondas, pero no encontré nada mas que
especias, aderezos y maíz para hacer las palomitas caseras y yo no pensaba
hacerlas ahora mismo así que sólo me serví un vaso con soda y fui de regreso a
aplastarme en el sillón.
La película ya
había avanzado más de la mitad cuando recordé que debía llamar a mi amiga para
la entrevista y después me enclaustraría en mi habitación hasta que dieran las
siete en punto. Fui a recoger mi móvil de mi habitación y busqué su número en
mi lista de contactos.
—Oye Daphne si
me hablas espero que sea para confirmarme lo de la entrevista—contestó molesta
y se escucharon unas voces agitadas de fondo.
—Claro que si,
te espera en su casa en…permíteme, voy a buscar su dirección—mentí y salí de la
casa para fijarme en el número exterior—. Es en Avenida Columbus número 661, la
ha concretado para las seis de la tarde. Éxito con la entrevista.
Colgué sin
permitirle contestar antes de que me reclamara y preparé el agua para el baño,
necesitaba estar limpia y arreglada a las siete de la noche, además de que solo
faltaba media hora para que llegara Nicole y no quería que me viera aquí dentro
mientras hacía su entrevista.
Me introduje
bajo el fresco chorro de la regadera y comencé a disfrutar de la sensación del
agua recorriendo por todo mi cuerpo y más aun de la sana sensación de que me
estaba bañando en mi habitación sin el riesgo de que de la nada abriera mi
amiga y me viera ahí dentro como ya había sucedido cuando compartíamos el
departamento anterior.
Escuché que
tocaban mi puerta y en ese momento cerré la llave de la ducha y me envolví en
la bata para poder salir a gritarle a mi jefe que se fuera.
—No molestes,
salgo a las siete—grité mientras me ponía la ropa interior.
—Date prisa
porque en dos minutos comienza la entrevista y si no se presenta puntual nos
iremos—decretó y escuché sus pasos alejarse.
Entonces
reaccioné y comencé a cambiarme como loca hasta que por fin salí húmeda y con
el cabello enmarañado.
—Jefe, ella no
sabe que yo vivo con usted y espero que no se lo diga, si me disculpa debo
encerrarme por una hora más—musité y me regresé a mi habitación.
Lo sentía mucho
por el puesto que si el chico de Nicole le pidió a mi amiga que realizara la
entrevista para sacarle todo lo lograría, ella haría hasta lo imposible por un
tipo que realmente la trajera hecha un lío mental. Ella no es de las chicas que
se deja guiar por el físico de una persona ni por lo inteligentes que puedan
ser, sino por lo que son ambas combinadas, así que cuando un tipo sexy e
inteligente se planta frente a ella la doy por perdida.
Me alisé el
cabello, me puse las botas de la victoria contra aquella señora, una falda de
unos de mis trajes y una blusa, me puse un poco de maquillaje natural que iba
desde el tono beige hasta el café claro, nada llamativo, después de todo sólo
iba a comprar, no a buscar cliente en la esquina. Sólo me faltaba esperar a que
acabaran la entrevista para poder salir de mi infalible escondite.
—Oh, claro,
pueden pasar a fotografiar las habitaciones, esta es la segunda
habitación—escuché cómo la puerta chirriaba y me lancé debajo de la cama.
¿Acaso había
algo más humillante que esconderte de tu amiga bajo la cama?
—Podemos ver
que la habitación ha sido acondicionada para alguna mujer—murmuró Nicole hacia
una grabadora de mano.
No podía ser de
otra forma mas que esta. Definitivamente si abrían el armario se daría cuenta
de que yo estaba aquí. Me sorprendía que por el perfume no lo hubiera notado o
que mínimo se hubiera quedado callada al respecto, pero ya vería con el tiempo
si lo había notado o no. Aunque aún tenía la esperanza de que la respuesta
fuera esta última.
Seguí debajo de
la cama hasta que escuché que cerraron la puerta y me volví a planchar el
cabello que ya estaba lleno de tierra y pelusa de almohada y no valí la pena
seguir esperando sentada sabiendo que quedaron aun más cosas estropeadas en mi
trayecto del tocador hasta debajo de la cama.
Pasaron los
minutos hasta que por fin Nathan llamó a mi móvil para que saliera de mi
escondite.
—Discúlpame por
eso pero…bueno, creo que te he hecho un favor—tiró de mi brazo y me fue
empujando hasta la puerta de la habitación principal, o sea la suya.
—No quiero ir a
tu habitación—repelé mientras me sostenía del marco de la puerta como si fuera
una niña pequeña que no quería entrar a su salón el primer día de clases.
A él no le
importaron mis berridos y me introdujo hacia su enorme espacio privado; abrió
un closet y sacó vestidos de diferentes tamaños, colores, telas y texturas,
todos ellos diferentes. Algunos llevaban unos guantes sostenidos con unos
pequeños ganchos y otros llevaban sus zapatos a juego conforme iban desfilando
fuera del armario.
— ¿Has asaltado
alguna boutique estos años? —pregunté mientras sostenía entre mis manos los
distintos modelos.
—Que graciosa,
ahora quítate la ropa y ponte esto—me extendió un vestido azul zafiro de alguna
tela suave, gruesa, pero con mucho movimiento.
—Es seda
japonesa, más vale que te desnudes y te pongas eso en lugar de ese
espantoso…atuendo, digamos que es algo parecido a ropa.
—No comprendo
para qué diablos querías asesorías si sabes todo sobre moda…
—Femenina—interrumpió—,
sólo sobre moda femenina—caminó hacia su armario y lo abrió de par en par para
que lo observara.
Ahí dentro
habían modelos que no tenían nada que ver unos con otros, podías apreciar desde
suéteres de rombos hasta elegantes sacos, pasando por playeras deportivas y
unas extrañas bermudas colgadas ahí.
Sin decir ni
una sola palabra fui hacia el baño para poder cambiarme la ropa, aunque
definitivamente las botas no iban con el vestido debía soportarlo todo por
poder vivir en esta casa sin pagar ni un céntimo aunque la paga fuera en tiempo
no importaba, el dinero ya lo ocuparía para comprarme mi automóvil.
Salí enfundada
en el hermoso vestido que me hacía sentir como si tuviera una segunda capa de
piel y entonces Nathan se aproximó con unas zapatillas plateadas que hacían
juego con el delgado cinturón del vestido que rodeaba mi cintura. Ambas tenían
la misma flor diamantada encima y los tacones delicados resplandecían por unas
piedrecillas que tenían incrustadas. No sabía si el modelito era de alguna casa
diseñadora famosa, pero era mucho mejor usar uno de estos que sólo verlo en
fotografía en las revistas.
Él me sentó en
la cama y comenzó a retirar los broches de las botas para ponerme las
zapatillas, luego revisó un cajón que estaba bajo su cama y sacó un pequeño
estuche lleno de polvos, sombras, cremas…de muchos productos de belleza, tantos
como para poder maquillar a todo un ejército de payasos.
Revisó en el
estuche y me quitó el maquillaje que yo me había puesto, después él comenzó a
colocarme las sombras y lo demás como si fuera un experto que llevaba hecha una
vida alrededor de ello.
— ¿A cuántas
mujeres más les has aplicado ya maquillaje? —interrogué mientras mantenía los
ojos cerrados para el último retoque.
—A más de las
que podrías imaginarte, pero supongo que tu nunca lo has hecho sola.
— ¿Cómo lo
sabes?
—Porque tenías
un poco de labial en los dientes—me abrió la boca y limpió con una servilleta.
Me quedé
sentada observando cada uno de sus movimientos hasta que me cansé y me dejé
caer sobre la cama, él de inmediato me puso de pie para que no arrugara el
vestido porque entonces sería yo quien pagaría la tintorería.
—Vámonos, el
auto espera—me tendió el brazo y yo me dejé guiar por su movimiento hacia el
exterior de la casa.
Probablemente
sería la única oportunidad que tuviera de lucir un vestido así en público y lo
peor era que ya comenzaba a avergonzarme el hecho de que tuviera un enorme
escote en la espalda y que mi cabello no lo cubriera. Jamás en mi vida me había
sentido tan desnuda ante todos, como si me estuviera paseando en ropa interior.
Pero seguí con la cabeza en alto mientras el conducía sin decir nada.
— ¿Qué clase de
música pones en tu auto? —pregunté curiosa mientras me inclinaba para abrir la
guantera y revisar que llevaba dentro.
—No lo sé, no
suelo traer música mientras conduzco, no quiero causar ningún accidente
automovilístico—remarcó esto último a modo de reclamo.
Me quedé
callada el resto del camino hasta que en un par de minutos estuvimos en la
quinta avenida. Yo tenía pensado que iríamos a un lugar más humilde que
contuviera ropa y punto no que me llevara al emporio de la moda en Nueva York y
mucho menos que estuviera dispuesto a entrar conmigo así.
Vamos,
cualquiera podría ver mi espalda descubierta y hacerse a la idea de que tengo
algo que ver con el hombre que me compaña, sin embargo las cosas están lejos de
terminar así. Sólo es una salida por trabajo prácticamente.
Continuamos
caminando por una tienda departamental en la zona de ropa masculina. Abundaban
trajes, camisas, playeras, zapatos ¡había todo un stand dedicado a las corbatas
de colores! Y qué decir sobre las camisas, esas estaban acomodadas por el
modelo y los más de cien colores diferentes que sólo variaban que si era un
poco más claro o más obscuro. Un desperdicio total de espacio y tiempo para
acomodar todas aquellas prendas idénticas.
— ¿Qué opinas
de esta corbata? —era una corbata azul marino con líneas de tal vez un
milímetro de grosor en color blanco que se presentaban cada dos centímetros.
—Es muy
elegante, vi una camisa blanca am la que tal vez se le vería bien—musité un
poco cohibida.
—Entonces la
llevaré—la tomó de su lugar y fue a pagarla de inmediato. La recibió en una
bolsa de cartón como la que me habían dado con mis botas.
— ¿Por qué
compras ropa tan seria?, sólo tienes veinticuatro años—murmuré mientras fingía
una sonrisa a una mujer con un traje hermoso que me tendía una muestra de
alguna fragancia.
—Y tu veinte y
no me quejo de tu actitud infantil, así que no me cuestiones—me presionó el
brao y continuamos andando.
—Mira, esta
camiseta es hermosa—exclamé mientras pasábamos por una sección con ropa un poco
más “normal”.
—Trata de
presentarte a alguna reunión con eso y espera a que te acribillen.
—Entonces no sé
para qué estoy aquí si no me dejas asesorarte—reproché haciendo un infantil
puchero.
Él hizo caso
omiso a mis intentos de convencerlo y siguió adelante saludando a los hombres
que atendían el mostrador como si los conociera de toda la vida, mientras que
yo sólo debía sonreír como si fuera un bonito adorno que va al lado de él
fingiendo ser feliz en un lugar que obviamente no es propicio para ello.
De vez en
cuando me preguntaba mi opinión y yo no hacía mas que asentir o negar con un
gesto, por alguna razón él no quería que yo opinara algo sobre la ropa, como si
lo pudiesen vetar por lo que yo dijera.
—Nathan, cuánto
tiempo sin verte… ¿ella es la nueva? —interrogó observándome de arriba abajo.
—No, es sólo
una columnista de la revista. Nos estamos haciendo un favor—terminó y le
extendió la tarjeta al hombre para que le cobrara todas las prendas que tenía
en las manos.
El tipo
regordete comenzó a escanear los códigos de barras mientras la computadora
lanzaba números y números de todas las prendas para al final terminar mostrando
la suma que contenía cinco impresionantes ceros, pero al parecer para él eso
era como quitarle un pelo al gato.
Pagó y recibió
toda la mercancía.
— ¿A ella no le
comprarás algo? —preguntó el señor con una sonrisa pícara asomándose en sus
delgados labios.
—Basta ya—tomó
de mala gana las bolsas y me arrastró por la tienda hasta que legamos a una
zona exclusiva de calzado—. Se suponía que debías asesorarme y no veo que
cumplas con tu trabajo.
—Claro,
ciérrame la boca con un grito y después espera a que vuelva a hablar. Eso no
pasará—remarqué mientras jalaba mi brazo para deshacerme de su agarre.
—Vete, llama a
un taxi y vete—ordenó mientras me tendía un par de dólares como la primera vez
que lo vi en aquel accidente.
No sabía por
qué estaba actuando de esa forma tan insolente, pero si iba a estar así por el
resto de la noche se podía quedar solo y esperar a que le rogara su madre. Cogí
el dinero de forma impetuosa y me retiré dando grandes zancadas y empujando al
personal que se interponía entre mi cuerpo y la puerta de salida, no quería que
mi ejercicio de retirada fuera más humillante de lo que de por sí ya era.
Llegué hasta la
zona de taxis y ordené uno para que me levara a casa. Le di la dirección al
conductor y éste me llevó sin más, respetando completamente mi silencio. Estaba
pensando en las cosas que debería solucionar al llegar a casa de mi jefe.
En primer lugar
estaba la nueva urgencia de encontrar un departamento lo más pronto posible,
después el hablar seriamente con él para dejar de asistir al curso y finalmente
debería tener una de esas pláticas incómodas con Frank para definir el curso de
nuestra amistad. Me sentía una completa mentirosa y deshonesta con él.
Frank me había
brindado su amistad y yo lo había traicionado enamorándome, y lo que era peor,
no le había confesado algo aún y él tenía una posible relación con otra
persona. La cual ya me tenía en ascuas sin siquiera conocerla.
Cuando llegamos
le entregué todo el dinero al conductor sin siquiera contarlo, pero
probablemente era mucho más de la tarifa que me había indicado porque puso una
cara de completa satisfacción con lo que tenía en las manos. Se despidió de mí
y arrancó su vehículo de regreso al lugar donde Nathan se encontraba.
Me quedé afuera
de la casa al recordar que aún no tenía la copia de las llaves para poder abrir
la puerta, así que por más esfuerzo que pusiera en no ver a mi jefe me sería
imposible. Necesitaba de él para poder tener un techo en el cual estar segura.
Me tendí sobre la pequeña placa de cerámica que estaba justo a la entrada de la
casa para así poder esperar cómodamente y sin el césped cubriendo mis desnudas
piernas.
Ahora que podía
medita el asunto, todo resultaba estúpido e infantil. Él se había molestado
porque él me había impedido opinar y aun así él salía como el mártir afectado y
yo como la mujer malvada que acababa de propiciar una discusión con él. Ya
cuando llegara me debería dar una explicación a todo El espectáculo que él solo
se había montado.
Me quedé ahí
tumbada hasta que una pequeña brisa comenzó a azotar sobre la casa y entonces
yo comencé a empaparme sin poder refugiarme por el momento. Me lo merecía, me
merecía todo esto y más por haber aceptado el trato y por no querer pagar algo
de dinero por un departamento cerca de Frank.
Estaba a punto
de quedarme dormida contra la pared cuando sentí algo enroscándose en mi cintura
y pegué el salto más grande de mi vida.
—Déjeme en paz,
estoy esperando a alguien—objeté mientras empujaba a alguien que estaba
plantado firmemente frente a mí.
—Miller, se ha
quedado dormida. Sólo intentaba introducirla a casa—murmuró mientras me ayudaba
a estabilizarme una vez que me puse de pie.
—No vuelvas a
tocarme—lo hice a un lado y crucé por la puerta ya abierta de par en par. No
tenía ánimos como para discutir y me fui directo a mi habitación.
Probablemente
mañana me levantaría temprano para ir a ver a Frank y conversar acerca del
asunto de la mujer que me contestó el teléfono y también para evitar a Nathan
hasta que él decidiera que era tiempo de pedir perdón y de explicarme en qué
situación nos encontrábamos ahora.
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